viernes, 5 de octubre de 2012


Pbro. Lucas Trucco

Domingo XXVII durante el año 

–ciclo B-


Nuevamente en el centro del conflicto están los fariseos. Que sin ningún tipo de miramientos preguntan a Jesús delante de todo. Cabe notar que cuando las preguntas involucran la vida de los demás la hacen frente de todos para burlarse y cargar con más culpa a la gente. Pero cuando la lo que van a preguntar los afecta lo hacen de noche o en lugares cerrados.

Jesús toma la pregunta de sus interlocutores y le da una vuelta de rosca más. Los trata de hacer reflexionar. Pero ve que en su mundito armado para sentirse príncipes que gobiernan el amor no entra.

Lo primero es sacarte la tonalidad machista de que las mujeres son objetos que podes tomar y dejar cuando uno tenga la menor excusa. Esto me hace pensar cuantas veces nosotros tratamos a las mujeres de la parroquia como empleadas que deben obedecer y si se animan a pensar de modo diferente las vamos dejando de lado.

Dios hizo a los dos. Les dio la misma dignidad y el mismo espíritu. No creo en un Dios que luego se arrepiente y anda haciendo diferencia de sexo.

Y releyendo y meditando el evangelio quedan muchas otras cosas para comentar. Se puede hablar del celibato y del divorcio temas tan debatidos en los tiempos que corren. Y cada uno argumentaría con miles de razones diferentes. La pregunta es: ¿Dios que quiere? Muchas veces nos cansamos de afirmar: “es lo que Dios quiere”. Y solo porque lo dice un sacerdote o una monja. ¿Es garantía de lo que quiere Dios? O es, como los fariseos, simplemente esa ambición de poder manejando falsas verdades a nuestro gusto.

A las ventanas que se abrieron para que entre aires nuevos –Concilio Vaticano II- nos faltan correrles las cortinas. El amor de Jesús entregado en la Eucaristía es para todas/os según la realidad que cada uno este viviendo. Porque si el es el pan que ayuda al caminante como negárselo al que necesita de el. Si el se entrego por todos/as porque nos reservamos el derecho de dárselos a quien nos parezca que cumple los requisitos. Para uno sanarse necesita que el medico venga mientras este la herida, ¿de que sirve el medico después de que todo paso? ¿Quién nos convirtió en jueces para decidir quien si y quien no?

Nosotros también fuimos niños que nos gustaba jugar y correr por todos lados. ¿Porque ahora hacemos de una celebración un funeral con caras de amargados y gritando para que saquen a los niños o que los de catequesis se queden quietos y callados? ¿No será que en algo le erramos? “Dejen que los niños vengan a mi” la forma de atraerlos fue mostrándoles el amor. En un mundo donde la agresión es algo constante, no nos convirtamos también nosotros en discípulos que alejan a los niños.

Que el amor de María nos cubra con su manto para que sepamos tener una mirada de hermanos y no de jueces.

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