jueves, 4 de octubre de 2012


Pbro, Jorge Trucco

DOMINGO 27º DURANTE EL AÑO

DEJEN QUE SE ACERQUEN A MI…


Gn 2,4b.7ª.18-24: 
“¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!”
Heb 2,9-11: 
“Él no se avergüenza de llamarlos hermanos”
Mc 10,2-16: 
“Dejen que los niños se acerquen a mí”

 

Afrontando el problema del divorcio que trajo muchas controversias entre los judíos del siglo primero y también en las primitivas comunidades cristianas dada su complejidad, Marcos hace formular una pregunta de los fariseos a Jesús, con la intención de ponerle una trampa. La trampa, consiste en enfrentarlo a la voluntad de Dios y a la Ley de Moisés. A alguna de las dos tendrá que traicionar con su respuesta. En esa pregunta se muestra la mentalidad judía de que el divorcio es ilícito en tanto en cuanto no se haga como lo dispone la Ley. Jesús cambia la perspectiva y, en su enfoque trata de establecer lo fundamental ¿qué es en sí el matrimonio?

Y entonces,
·    su primera afirmación, usando de Gén.1,17 y 2,24, establece que “desde el principio” “por naturaleza” la unión del hombre y la mujer determinan su crecimiento y felicidad y por eso no han de mediar manejos humanos para separarlos.
·    frente a la afirmación evidentemente machista, el adulterio se establece no como una ofensa que hace un varón a otro varón al convivir con su esposa, sino como una ofensa a la propia mujer. Con lo que se afirma la igualdad de derechos de ambos miembros de la pareja.

El episodio que sigue en que los apóstoles deciden apartar a los chicos y Jesús los reprende con dureza, pareciera no guardar ninguna relación con el anterior. Y, sin embargo está ligado íntimamente a la voluntad de Jesús de dar a cada uno su lugar en la comunidad que el quiere sea edificada como semilla del Reino de Dios entre los hombres.

Por ese motivo, en la cuestión del divorcio resalta la dignidad de la mujer colocándola en sus derechos a la par del varón y aquí señala el lugar de los “pequeños”, los menospreciados y pobres, en la comunidad. Porque los “niños” de que se habla en varios pasajes evangélicos no son los chicos limpitos y bien puestos, que salen a pasear a las calles o plazas, sino los huérfanos, los abandonados, los “chicos de la calle” diríamos ahora. Y ellos, además de mostrar la realidad de la pobreza, son el síntoma de la injusticia social que la causa. Llama la atención que los apóstoles, a quienes nunca se presenta como rechazando a los que acuden a Jesús, ni a las multitudes que lo apretujan, ni a los enfermos contagiosos, ni a los pecadores, ni siquiera a los peligrosos “endemoniados”, asuman esta actitud ante los niños. Seguramente la explicación más plausible es que Marcos quiere descartar toda discriminación en la comunidad y se esfuerza por dar a los más pobres un lugar de privilegio como pertenecientes al Reino con derecho propio.

La cuestión del divorcio suscita actualmente las mismas discusiones que en las primeras comunidades. Desde la Iglesia católica, oficialmente, se ha renovado la prohibición de acercarse a la Comunión para quienes hayan contraído nuevo matrimonio. Considerar culpables a quienes no hayan podido sobrellevar una situación de convivencia dañosa o mutilante sería ciertamente injusto. Cuando la convivencia se hace imposible y hay un deterioro de la personalidad, el mismo principio esbozado por Jesús, si tu ojo o tu mano son ocasión de pecado córtatelo, se puede aplicar a esta unidad de carne que forma la pareja. Además la afirmación bíblica de que no es bueno que el hombre esté solo, tiene una gran fuerza en la experiencia cotidiana. Es de desear entonces que muchos se preocupen por tomar conciencia de los problemas que inciden en la convivencia de pareja y familia para tratar de solucionarlos, además de comprender a quienes no hayan tenido otro camino de sinceridad consigo mismos y con Dios que el intento de recuperar los valores de la pareja y el hogar.

La cuestión de los pobres y pequeños está también a la orden del día entre nosotros. Y no puede solucionarse simplemente con las actitudes de limosna o ayudas temporarias. Es la comunidad la que tiene que asumir su defensa.
ü  con la denuncia defensiva,
ü  con la promoción de sus capacidades y derechos,
ü  con la presencia que acompaña y fortalece,
ü  con el rechazo de toda clase de injusticias.

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