miércoles, 10 de octubre de 2012


Cincuenta años cargados de recuerdos. El Congreso Continental de Teología vuelve a leer la realidad a la luz del Concilio Vaticano II  
José Guadalupe Sánchez Suárez
Centro de Estudios Ecuménicos / Observatorio Eclesial São Leopoldo


Nos recuerda el poeta uruguayo Eduardo Galeano que ‘recordar’ es más que rememorar, es más profundamente volver a pasar por el corazón. Esto es lo que está pasando en el aún joven desenvolvimiento del Congreso Continental de Teología: 50 años de caminar eclesial han pasado de un jalón por los corazones de las y los más de setecientos congresistas, cargándolos de gozos y esperanzas tanto como de angustias y tristezas, las que movieron a las iglesias católicas a abrirse al mundo aquella primavera de principios de los sesenta, pero también las que provocaron años después en el corazón de la iglesia latinoamericana el despertar de liberación frente a la opresión y la injusticia; y, digamos, también las que hoy nos convocan por cuatro días en Sao Leopoldo, Brasil, y urgen de nueva cuenta una respuesta de las iglesias latinoamericanas y caribeñas frente a un inesperado y catastrófico escenario mundial, donde se ha entronizado la exclusión y la explotación de la humanidad por la humanidad misma, colocándonos al borde de la destrucción global. Tras día y horas de iniciado el congreso, hay un alboroto creciente entre tan animosos y animosas participantes. Al calor primaveral del sur del continente se suma el calor humano de la congregación, su colorido, su ruidosidad. Definitivamente ésta no es una iglesia callada frente a la violencia sistémica que nos asola. Entre la espada (del poder económico mundial) y la pared (de la institución eclesiástica) ha levantado la voz para denunciar la voracidad de los poderosos y anunciar que otro mundo es posible, necesario y urgente. Con esta voz, en aumento, dice que la teología latinoamericana sigue viva pues más viva que nunca está la pobreza y la necesidad de liberación; y para angustia de las jerarquías vaticanas y latinoamericanas, estas voces del congreso, como el barullo de los pájaros que nos despiertan por la mañana, dicen también que no son de una sola teología de liberación, sino de muchas teologías que se han ido gestando, reinventando frente a la involución eclesial y la crisis del mundo, naciendo de las prácticas de muchas mujeres y hombres comprometidas con la justicia en nuestro continente y el mundo. Y ahora se han congregado muchas, aunque no todas ellas.

Vivida la primera de cuatro etapas programadas, la de las interpelaciones y preguntas que el mundo actual hace a las teologías de liberación, se han anticipado importantes aportes, múltiples acercamientos y lecturas de la realidad, certeras interpretaciones de las causas económicas de la debacle mundial. No se había dado antes un encuentro de tan amplia confluencia y representatividad, donde se han congregado quienes vivieron la experiencia conciliar, con quienes la continuaron con creatividad en América Latina y quienes en la actualidad la mantienen viva. Resulta alentador descubrir la presencia de muchas y muchos jóvenes que a tantas décadas de distancia se encuentran contagiados de las ideas conciliares y mejor aún, contagian a la teología de la liberación de nuevas fuerzas, expresiones, intenciones. A excepción de Gustavo Gutiérrez, Pilar Aquino e Ivone Gebara, ausentes por circunstancias diversas ajenas a sus voluntades, se han congregado todas y todos los considerados máximos representantes de las teologías de liberación en América Latina: Leonardo Boff, Pedro Trigo, Jon Sobrino, Elsa Tamez, María Clara Bingemer, Víctor Codina, Jung Mo Sung, Pablo Richard, Paulo Suess, Maricarmen Bracamontes, José Oscar Beozzo, Chico Whitaker, Carlos Mesters, Eleazar López, José María Vigil, Joao Batista Libanio… Así como teólogos europeos y norteamericanos: Andrés Torres Queiruga, Juan Carlos Scanonne, Peter Phan entre otros y otras, y más que irán llegando y que conviven e intercambian pensamiento con las nuevas generaciones de teólogos y teólogas de hoy. Es de este diálogo intergeneracional e intergénero que fecundan las teologías de la liberación, se abren paso entre la madeja de pensamientos sociales y científicos contemporáneos y postmodernos y nos ofrecen un colorido e inacabado tejido de propuestas cristianas presentes en el Congreso Continental de Teología y todo el continente latinoamericano y caribeño. Es temprano aún para hacer una valoración de este importante acontecimiento, pero sí podemos decir que el ánimo crece, al igual que las expectativas, y el ambiente refleja iglesias vivas en medio del desaliento de muchos y muchas; definitivamente es, en palabras de Pedro Trigo, un momento de gracia, kairós evangélico, signo de esperanza para la praxis de liberación y las teologías que nacen de ella, oportunidad para que el mundo crea y la iglesia no eluda más su compromiso por un mundo justo junto a tantas y tantos que, desde la misma o diversas fes religiosas o sin ellas, creen poder arreglar el mundo (Andrés Torres Queiruga), lograr aquí y ahora el otro mundo posible. Podríamos afirmar sin equivocarnos mucho, que el espíritu ecuménico del Concilio Vaticano Segundo se está derramando en la asamblea, no sólo por la oración abierta y diversa de cada día, sino sobre todo por la presencia de diversas confesiones cristianas, de movimientos y organizaciones sociales junto a sacerdotes, religiosas, laicos y lacias católicas, por la actitud de escucha, diálogo y apertura que se respira, también por la forma como enfrentamos el miedo y nuestras diferencias, y sin embargo permanecemos juntas y juntos. El día tres del Congreso nos recibió con una espesa niebla que lejos de alimentar nuestras incertidumbres, repara nuestros cuerpos, refresca nuestras mentes, nos pone alerta pues falta aún camino por recorrer, lo mejor está aún por venir para este encuentro, para nuestras iglesias, para todas las personas de buena voluntad.

Brasil, 9 de octubre de 2012.

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