jueves, 25 de octubre de 2012


col aleixandre

Como me sobraban unos moscosos y antes de que los recortes se los lleven por delante, me he ido a Japón este verano a hacer intercambios bíblicos y culturales con mis hermanas de allí. He vuelto maravillada por la exquisita amabilidad de sus gentes y agobiada por una ciudad de 28 millones de habitantes, con los rascacielos tan pegados unos a otros que, si abren una ventana, sólo con alargar el brazo pueden pasarse el perejil o, en su defecto, un sacapuntas electrónico.
Me he traído unos calcetines con el dedo gordo exento como los que usan las gheisas, un trapito mágico para limpiar las gafas y unos parches que, según afirma el prospecto en traducción debidamente compulsada, proporcionan beneficios sin fin a los dolores musculares. Van a ser como los parches Sor Virginia de aquí, solo que con un toque de fusión zen.
También me he traído la postal que adjunto (me gusta tan poco hacer fotos como mirar las ajenas): es una fuente en el jardín de un templo budista de Kyoto y los caracteres que están grabados sobre la piedra a los cuatro lados no significan nada por sí solos sin la combinación con el 口 central que significa "boca" en japonés. Se lee "ware, tada, taru, shiru" que significa: YO SOLO SÉ (que estoy) SATISFECHO.
Un mensaje provocativo para la sociedad japonesa ultrasaturada de técnica y de chismes. Y también para la nuestra, porque son esos mismos mercados que ahora nos están haciendo pasar las de Caín, los que han ensayado con éxito con nosotros sus estrategias de persuasión.
No hace falta ser Confucio para darse cuenta de cómo nos han ido convenciendo de que la leyenda de la fuente es falsa, que nuestra boca es de por sí insaciable y que hay que vivir en estado de perpetua insatisfacción.
Y cuando ya nos lo han inoculado, han pasado junto a nosotros, qué casualidad, voceando como en los anuncios de mi infancia: "Al rico bombón helado Frigoooo...", o aquello de "Es el Cola-Cao desayuno y merienda ideaaal". Y nosotros, dóciles, aborregados y con la boca abierta, nos hemos precipitado a comprarlos y a devorarlos, con el resultado de quedarnos con la misma hambre de antes.
Al volver de Japón, he puesto la imagen de la fuente de Ryoan-ji (pronúncienlo como puedan) en el escritorio de mi ordenador y de vez en cuando repito lo de "ware, tada, taru, shiru" que, junto con arigato, es lo único que he aprendido en japonés. En realidad, ya lo decía el Salmo 23: "Nada me falta" y también Santa Teresa con su castellano rotundo: "Quien a Dios tiene, nada le falta" (leído con la apostilla de Casaldáliga: "Sólo Dios basta, Teresa, siempre que sea aquel Dios que es Él y todos y todo, en comunión").
En definitiva: márchate tan lejos para descubrir lo cerca que tenías lo único esencial.

Dolores Aleixandre

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