Martín Gelabert Ballester, OP
Violación y voluntad de Dios
El pasado martes, el político republicano de los Estados Unidos, Richard Mourdock, ha vinculado el embarazo de la mujer violada con la voluntad de Dios. Tras alguna pequeña comprobación, ofrezco lo que parecen ser sus palabras exactas: “la vida es un don de Dios, y creo que incluso cuando la vida comienza en esa situación horrible de una violación, es algo que Dios quiere que suceda”. Estas palabras del candidato a Senador por Indianápolis, merecen, al menos, una primera aclaración: ¿qué es lo que Dios quiere que suceda, la violación, el embarazo o el nacimiento resultado del embarazo?
Mucha gente confunde la voluntad de Dios con “lo que sucede”. Si tengo un accidente es porque Dios lo quiere; si hay un terremoto, que causa muertos, es porque Dios así lo tenía previsto. Incluso hay quien se permite ver en algunos de esos acontecimientos el justo castigo de Dios por los pecados de las personas del lugar en el que acontecen las desgracias naturales. Por eso, algunas personas religiosas, cuando les sucede algo desagradable o perjudicial, se dirigen a Dios pidiéndole cuentas: “¿por qué ha tenido que tocarme a mí eso, Dios mío?”. En vez de preguntarle a Dios, a quién hay que preguntar, en bastantes ocasiones, es a uno mismo o al entorno.
Los acontecimientos humanos son responsabilidad nuestra. Dios nos ha creado libres y ha puesto el mundo en nuestras manos. No siempre realizamos la voluntad de Dios. En concreto, y refiriéndome a las palabras del político estadounidense, hay que distinguir entre violación, embarazo y aborto. Y decir claramente que la violación es totalmente contraria a la voluntad de Dios. Tenemos aquí un caso en el que “lo que sucede” no se corresponde con lo que Dios quiere. El embarazo es resultado de un proceso natural, previsto por Dios, y querido por él en términos generales. Pero en términos particulares, o sea, que se quede o no tal mujer embarazada, eso ya depende de la voluntad de los seres humanos, del buen o mal uso que hacemos de la sexualidad. Otra cosa son las responsabilidades personales que se derivan de realidades con las que me encuentro en contra de mi voluntad. Y ahí es donde sí podemos decir que la madre embarazada, incluso en contra de su voluntad, tiene una responsabilidad con la vida de la que es custodia y portadora, no dueña. Porque el único dueño de la vida es Dios.
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