Pbro. Jorge Trucco
LOS GRITOS DE LOS EXCLUÍDOS INCOMODAN
TRIGESIMO DOMINGO DURANTE EL AÑO
Jer
31,7-9: "¡Es una gran asamblea la que vuelve aquí!"
Heb
5,1-6: "Puede mostrarse indulgente porque él mismo está sujeto a la
debilidad humana"
Mc
10,46-52: "Maestro, que yo pueda ver"
Jesús sale de Jericó y se dirige a
Jerusalén, donde morirá en la cruz. Jesús
ya no se opone a que se lo reconozca como el Salvador. En ese ciego,
como en toda la gente que llora mencionada por Jeremías estamos todos nosotros, sentados en el camino de la vida sin saber por
dónde seguir, sin ver un camino claro.
Baritmeo no sólo quiere que le
devuelvan la vista… reconoce a Jesús como el esperado, lo VE como SALVADOR, por
eso después de curado SIGUE A JESÚS POR EL CAMINO. Todos pasamos por momentos
de ceguera espiritual. Cuando perdemos los horizontes de nuestra vida, cuando
parece que solo caminamos a la deriva. También nuestra comunidad, la Iglesia,
el país, pueden pasar por momentos de ceguera. Muchas veces vivimos en un mundo
ciego. En nuestras propias narices nos
engañan, nos hacen trampas, nos roban y nos degradan..., y seguimos sin ver. Se
pisotea al hermano, se prostituye a la mujer, se idiotiza a los hijos desde
los aparatos metidos en casa y seguimos sin ver. "Algo pasa", pero no
lo vemos. Abrimos la Biblia, leemos y seguimos sin ver claro lo que pasa en
nuestra vida.
AÑO DE LA FE:
.
·
La fe nos salva, dándonos la vista. En el Bautismo recibimos por medio
de los padres y padrinos un cirio encendido el antiguo símbolo de la fe como
una visión nueva de las cosas
·
La fe
ilumina la propia vida dándole sentido: no es un recetario, es un
punto de vista sobre toda la vida.
La Fe "da a luz" al
hombre nuevo, con la escala de valores
de Jesús. Iluminación de la inteligencia y de toda la existencia, una NUEVA
FORMA DE VIVIR: de seguir el camino.
·
la fe nos hace ver al prójimo como
hermano: La auténtica
fe engendra el amor. La fe sin amor es mentira. (segunda lectura). El otro deja
de ser negro o gringo, rico o pobre, sino que pasa a ser PROJIMO, HERMANO
·
La fe nos hace ver la historia como el
camino en el que Dios realiza la salvación: El Reino de Dios se va gestando en nuestra
historia, para que nos realicemos no solo como individuos, sino también como pueblo. Los cristianos no podemos
pecar de "angelismo", tenemos
que tener los pies sobre la tierra. La fe nos da el poder de discernir,
un sentido de la realidad para que no nos dejemos aplastar por los acontecimientos.
Jesús nos invita hoy a abrir los ojos
y no quedarnos como Bartimeo, sentados a la vera del camino sintiendo como pasa
la gente. Nos negamos a ver para no cambiar. O hay quienes se interesan para
que no veamos. Jesús nos invita a que nos animemos a GRITAR, aunque, como
la muchedumbre del relato evangélico, también hoy existen MUCHOS A LOS QUE NO
LES INTERESA QUE VEAMOS. Grupos e Instituciones que se manejan con los
famosos SECRETOS: la JUSTICIA...
donde todo es secreto de sumario. Se desacredita a los que intentan que el
pueblo VEA: los medios, los poderosos...En la Iglesia casi todo es secreto para
el laicado. OJOS QUE NO VEN, CORAZÓN QUE NO SIENTE... Todos los
grupos AUTORITARIOS se manejan con este sistema. Se manipula la ceguera y se hace “callar” a los que gritan desde la
orilla de la calle: muchas veces quisiéramos que la miseria, en sus diversas
manifestaciones, permaneciera oculta. Los gritos de los pobres incomodan. Los gritos de Bartimeo son un recordatorio incómodo del drama de exclusión
que vive este pobre hombre, y que viven tantos hermanos nuestros que por sus
capacidades diferentes son marginados de la vida social. La invitación es clara: seamos
creativos y busquemos nuevas formas incluyentes para que puedan integrarse
en la comunidad.. Y no tratemos de adivinar cuáles son sus aspiraciones y
expectativas; démosles la oportunidad de expresarse. ¿Cuáles son hoy
nuestros gritos?
Bartimeo pide COMPASIÓN: PONENTE EN MI
LUGAR… Jesús se pone en su lugar (2ª. lectura) da la vista a los ciegos y
cuando es juzgado dice: “he hablado abiertamente de todo ante todo el mundo”.
Para superar los SECRETOS AUTORITARIOS en la comunidad y en la familia tenemos
que ANIMARNOS
A GRITAR, ANIMARNOS A MIRAR LO QUE NO QUEREMOS VER Y TAMBIÉN, APRENDER A
ESCUCHAR EL GRITO DE TANTOS QUE AL LADO DEL CAMINO SIGUEN GRITANDO Y QUIEREN
VER...
Era muy
rico. Y sin embargo comenzó a sentirse triste.
Al principio, pareció que se
trataba simplemente de aburrimiento. Pero poco a poco la tristeza comenzó
a tomar su verdadera cara: la soledad, o peor dicho: el aislamiento.
Sí. Se sentía
acorralado. Aislado y muy solo. A nada le encontraba gusto.
El príncipe asomaba a la vida, y la vida ya comenzaba a no tener sabor para
él. Y no era por falta de condimentos, porque su Padre, el rey, trataba
de darle todos los gustos. Le había llenado la habitación con toda clase
de juguetes raros y costosos. Todos los muebles eran de super lujo.
Hasta tenía una mesa para hacer las tareas, cubierta con una fina lámina de
plata pulida y brillante.
Le habían asignado la mejor
sala del palacio que daba sobre la plaza del pueblo, habían
puesto en la ventana el mejor cristal que se había conseguido en todo el reino.
Y sin embargo el príncipe
empeoraba de día en día. Fueron consultados los mejores médicos y sabios
del país, pero nadie acertaba con la causa de la extraña enfermedad.
Hasta que al fin decidieron
consultar a un sabio y viejo ermitaño que vivía solo en la montaña.
Cuando llegó al palacio pidió quedarse solo con el príncipe en la habitación de
la gran ventana. Lo invitó a que se acercara y mirara hacia afuera a
través del vidrio.
- ¿Qué ves?
- Veo a mi pueblo -respondió
el joven-. Veo a la gente que va y viene, corre y ríe, llora y canta,
trabaja y descansa.
Entonces el ermitaño sin
decirle nada, tomó la fina lámina de plata que cubría la mesa, y la colocó
detrás del cristal de la ventana que quedó convertido en un espejo. Y
volvió a preguntarle:
- ¿Qué ves?
- Ahora ya no veo a mi
pueblo contestó el príncipe-. Ahora me veo sólo a mi mismo, y que tengo
la cara muy triste.
- Has visto -le dijo el
ermitaño-. Cuando la plata se interpone entre tú y tu pueblo, entonces
hasta el más límpido cristal queda convertido en espejo, y ya no puedes ver a
nadie más que a ti mismo. Comparte tu plata y no la tengas inútilmente en
tu mesa. Entonces volverás a sentirte unido a los demás, y descubrirás
que puedes der muy feliz.
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