Pbro. Jorge Trucco
SI QUIERES SER PERFECTO...
VIGÉSIMO OCTAVO DOMINGO DURANTE EL AÑO
Sab 7,7-11: "Oré al Señor, y me fue dada la prudencia"
Heb 4,12-13: "La Palabra de Dios es viva y eficaz"
Mc 10,17-30: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios"
Las frases que aparecen como problemáticas...
¿Tenemos los cristianos que estar siempre sometidos a quienes
más poseen? ¿Dónde queda nuestra libertad?. ¿Se trata de ser “pobres de
espíritu” en el sentido de seguir teniendo de todo y dar alguna
limosna?...
Ninguno de nosotros tiene como ideal
vivir como pobres, entonces ¿somos verdaderos cristianos?
El hombre llama a Jesús: MAESTRO BUENO. “Sólo Dios es bueno”... indica todo el sentido de este evangelio =
buena noticia. Dios es el "BIEN" por excelencia para el hombre de fe.
Las cosas no son ni buenas ni malas,
sólo si las vemos desde la óptica de Dios. Jesús no quiere que se apegue más a
las riquezas que a Él. Pero para este
hombre lo bueno eran sus riquezas “Los Bienes”
La frase de Jesús tenía un sentido
literal, el hombre la entendió y se fue. ¿Por
qué Jesús exigiría eso? PORQUE LO AMABA. No basta respetar la justicia en nuestras
actitudes personales, hay que ir a la
raíz del mal, al fundamento de la
injusticia: el ansia de acumular riqueza. Si para los judíos el signo del amor de Dios eran
las riquezas ahora la Buena Noticia nos muestra que ese signo es Jesús. Jesús
nos trae la total liberación, aún la liberación del corazón frente a las cosas
y sus preocupaciones. En adelante tener o no tener es relativo. Si se
tiene es como si no se tuviera porque se está dispuesto a compartirlo con los
demás, si no se tiene la preocupación no es angustiante; los “bienes”
materiales de por sí no son ni buenos ni malos. Se hacen malos si los
transformamos en el objetivo de nuestra vida. MUCHAS VECES LAS RIQUEZAS ENDURECEN EL CORAZON (nos pueden hacer
insensibles ante hermanos, padres y amigos... Por el dinero se venden armas, se
rompen amistades, se someten pueblos enteros a la miseria...)
Si todos vendiéramos nuestras riquezas
y las diéramos a los pobres en pocos meses el país estaría en la miseria total.
Lo
que Jesús propone no es un programa económico-social sino una actitud de
corazón. El amor a los pobres tiene hoy una forma distinta de
realizarse que en la época de Jesús, pero el
corazón debe estar desprendido de “los bienes” dado que NO SON BIENES...
Se puede caer en la trampa: adorar el dinero cumpliendo los diez
mandamientos. Para que no caigamos en la trampa de CREER QUE
TODO LO HEMOS CUMPLIDO DESDE LA JUVENTUD… siempre tendremos que escuchar
los cinco verbos de Jesús: VE, VENDE, DA, VEN y SÍGUEME… Cuántas cosas llevamos al hombro, que nos hacen una joroba más grande
que la del camello y nos impiden pasar por el ojo de la aguja. Pasar por el ojo de la aguja
significa poner la confianza en Dios y
no en las riquezas.
Nada hay más blasfemo que protegernos en esa especie de solidaridad
“espiritual” que sólo es cinismo.
El enunciado de los preceptos del decálogo, en la respuesta al
joven, omite los referidos a Dios para enumerar los que marcan la conducta con
los hombres. En realidad esos son los más accesibles para cumplir, por su
“casuística”. Es como si Jesús quisiera
dejar al joven con “sed”. Jesús ha ido a comer a casa de los ricos, incluso
(Lc.19) a la de uno que se había enriquecido ilegítimamente y, en este caso
logrando una conversión expresada en el “compartir”.
Los párrafos finales ocasionados por la pregunta de Pedro, no han de
interpretarse al pie de la letra pensando que si abandonas uno obtienes cien,
lo cual sería siempre un buen “negocio”, sino que la verdadera manera de enriquecerse y obtener felicidad en todos los
órdenes, está dada por el compartir.
¿Cómo podrá
darse una justa distribución si los que poseen la casi totalidad de los
bienes no son capaces de desprenderse de ellos por amor a los necesitados?
El secreto de la felicidad He aquí la fábula maravillosa sobre una
niña huérfana que no tenía familia o persona alguna que la quisiera. Cierto
día, mientras caminaba por el filo del río sintiéndose más triste y solitaria
que de costumbre, observó una pequeña mariposa atrapada cruelmente en un
espino. Cuanto más luchaba por liberarse, más laceraba su frágil torso. Con
delicadeza, la huerfanita liberó a la mariposa de su cautiverio. Ésta, al verse
libre, en vez emprender el vuelo se convirtió en una bella hada. La jovencita
no podía creer lo que veían sus ojos. El hada bondadosa le dijo a la niña:
"para agradecerte tu maravilloso gesto, te concederé cualquier
deseo". La pequeña pensó un momento y le contestó: "!Deseo ser
feliz!". "De acuerdo", dijo el hada inclinándose para hablarle
al oído, y acto seguido desapareció. A medida que la pequeña fue creciendo, en
toda la comarca no se encontraba una persona más feliz que ella. Todos deseaban
conoces su secreto. Ella se limitaba a sonreír mientras decía:"Yo sólo
escuché las palabras de una hada cuando era pequeña". Cuando ya era
anciana y estaba en su lecho de muerte, todos los vecinos se arremolinaron a su
alrededor, deseosos de hacerse con la fórmula maravillosa de la felicidad antes
que muriera. "Por favor, cuéntanos", le rogaban, "cuéntanos lo
que te dijo el hada". La bella anciana sonrió y contestó: " Me dijo
que cada persona, por más segura de sí misma que pareciera, o por más joven o
vieja, rica o pobre que fuera, necesitaba de mí."
Los cristianos no deseamos ser pobres pero sí que haya menos pobres y
para eso hace falta que los ricos sean menos ricos. EL EVANGELIO SUSTITUYE EL VERBO TENER POR EL
VERBO COMPARTIR. CUANDO UNO TIENE TODO TERMINA POR CARECER DE UNA COSA, PERO
ESENCIAL. “Para los hombres es imposible,
pero no para Dios”.
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