miércoles, 3 de octubre de 2012


Pbro. Gabriel Martín Ghione
Homilía Domingo XXVII durante el año:
El matrimonio, un cauce de seguimiento


Jesús camino a Jerusalén nos invita a seguir profundizando sobre las implicancias de su seguimiento.

El pasaje bíblico nos presenta hoy una nueva inventiva de los fariseos para ponerlo a prueba. Moisés había permitido redactar un acta de repudio, de divorcio. Pero empecemos a notar los detalles: a Jesús le presentan un caso muy machista. ¿El hombre puede divorciarse de la mujer? Para los fariseos, la mujer no cuenta, no es sujeto de derechos. Para Jesús sí, tanto a la mujer como al varón, no le es lícito divorciarse. ¿cuál es el fundamento? Jesús nos lleva a plano original del proyecto de Dios. En la primera lectura escuchamos el relato del libro del génesis, este no es un relato científico que nos narra el cómo de la creación, sino que nos lleva a los orígenes para fundamentar los valores más importantes del pueblo de Israel, valores aparentemente olvidados por los fariseos. El relato del génesis manifiesta una absoluta igualdad entre el varón y la mujer “carne de mi carne, huesos de mis huesos”. Pero además manifiesta la complementariedad entre ambos como el remedio ante la soledad existencial: “no conviene que el hombre este solo”. El vacío existencial del hombre (varón y mujer) no se llena con el poder, el dominio, la plata sino en el complemento de las relaciones interpersonales de complementariedad. El hombre debe reconocerse como un ser necesitado y abandonar la autosuficiencia “no encontró la ayuda adecuada”. Jesús manifiesta lo sagrado de esta unión: una sola carne que Dios une y que el hombre no puede separar. Pero además la motivación de Jesús es la defensa del pobre y vulnerable. Cuando la mujer era repudiada quedaba a merced de la caridad, ella no podía trabajar, no podía llevar adelante su casa. El divorcio la dejaba muchas veces en la miseria y no encontraba otro modo de sostener su vida que la prostitución. Jesús no permitiendo el divorcio defiende la parte más débil, defiende al vulnerable. Seguramente hoy agregaría a los niños, que muchas veces viven experiencias de rechazo y abandono en la separación de sus padres.


Hoy vivimos un tiempo de especial fragilidad, nos cuesta mantener relaciones estables, nos cuesta mantener el amor en el tiempo. El amar hasta que la muerte nos separe puede experimentarse como un atentado a la libertad personal y a la autenticidad. Sin negar que existen causas que justifican innegablemente el divorcio (violencia familiar), hay otras que manifiestan dureza del corazón para amar en profundidad. El proyecto original de Dios es que el varón y la mujer puedan realizarse en la relación interpersonal de amor esponsal, que este amor los lleve a ser más humanos, más libres, más generosos. Que este amor los ayude abandonar la autosuficiencia y cualquier forma de dominación mutua. La clave en la vida matrimonial no es la dominación de uno sobre otro sino un amor que unifica, que sella, que manifiesta el proyecto original. Cuando dos cristianos se casan la vida matrimonial es el modo de seguir a Jesús, no tienen que inventar ni una espiritualidad ni tienen que envidiar para nada otro tipo de vocación creyendo que son más auténticas del cristianismo. La vocación matrimonial es una auténtica y radical forma de seguir a Jesús, es una respuesta a la vocación y al proyecto original del Padre creador. Es una forma de encarnar la proximidad y cercanía que nos pide el Evangelio.         





Skipe: ghione.gabriel.martin

"Servidores de ustedes por amor de Jesús" 2 Cor 4,5

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