Pbro. Gabriel Martín Ghione
Homilía Domingo XXVII durante el
año:
El matrimonio, un cauce de
seguimiento
Jesús camino a Jerusalén nos invita a seguir profundizando
sobre las implicancias de su seguimiento.
El pasaje bíblico nos presenta hoy una nueva inventiva de
los fariseos para ponerlo a prueba. Moisés había permitido redactar un acta de
repudio, de divorcio. Pero empecemos a notar los detalles: a Jesús le presentan
un caso muy machista. ¿El hombre
puede divorciarse de la mujer? Para los fariseos, la mujer no cuenta, no es
sujeto de derechos. Para Jesús sí, tanto a la mujer como al varón, no le es
lícito divorciarse. ¿cuál es el fundamento? Jesús nos lleva a plano original
del proyecto de Dios. En la primera lectura escuchamos el relato del libro del
génesis, este no es un relato científico que nos narra el cómo de la creación,
sino que nos lleva a los orígenes para fundamentar los valores más importantes
del pueblo de Israel, valores aparentemente olvidados por los fariseos. El
relato del génesis manifiesta una absoluta igualdad entre el varón y la mujer
“carne de mi carne, huesos de mis huesos”. Pero además manifiesta la
complementariedad entre ambos como el remedio ante la soledad existencial: “no
conviene que el hombre este solo”. El vacío existencial del hombre (varón y
mujer) no se llena con el poder, el dominio, la plata sino en el complemento de
las relaciones interpersonales de complementariedad. El hombre debe reconocerse
como un ser necesitado y abandonar la autosuficiencia “no encontró la ayuda
adecuada”. Jesús manifiesta lo sagrado de esta unión: una sola carne que Dios
une y que el hombre no puede separar. Pero además la motivación de Jesús es la
defensa del pobre y vulnerable. Cuando la mujer era repudiada quedaba a merced
de la caridad, ella no podía trabajar, no podía llevar adelante su casa. El
divorcio la dejaba muchas veces en la miseria y no encontraba otro modo de
sostener su vida que la prostitución. Jesús no permitiendo el divorcio defiende
la parte más débil, defiende al vulnerable. Seguramente hoy agregaría a los
niños, que muchas veces viven experiencias de rechazo y abandono en la
separación de sus padres.
Hoy vivimos un tiempo de especial fragilidad, nos cuesta
mantener relaciones estables, nos cuesta mantener el amor en el tiempo. El amar
hasta que la muerte nos separe puede experimentarse como un atentado a la
libertad personal y a la autenticidad. Sin negar que existen causas que
justifican innegablemente el divorcio (violencia familiar), hay otras que
manifiestan dureza del corazón para amar en profundidad. El proyecto original
de Dios es que el varón y la mujer puedan realizarse en la relación
interpersonal de amor esponsal, que este amor los lleve a ser más humanos, más
libres, más generosos. Que este amor los ayude abandonar la autosuficiencia y
cualquier forma de dominación mutua. La clave en la vida matrimonial no es la
dominación de uno sobre otro sino un amor que unifica, que sella, que
manifiesta el proyecto original. Cuando dos cristianos se casan la vida matrimonial
es el modo de seguir a Jesús, no tienen que inventar ni una espiritualidad ni
tienen que envidiar para nada otro tipo de vocación creyendo que son más
auténticas del cristianismo. La vocación matrimonial es una auténtica y radical
forma de seguir a Jesús, es una respuesta a la vocación y al proyecto original
del Padre creador. Es una forma de encarnar la proximidad y cercanía que nos
pide el Evangelio.
Skipe: ghione.gabriel.martin
"Servidores de ustedes por amor de Jesús" 2 Cor 4,5
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