martes, 4 de septiembre de 2012


Servicio de Noticias de la Mujer de Latinoamérica y el Caribe
Isabel Pérez de Sierra




 La violencia como vivencia recurrente deja abiertas más preguntas que respuestas, hecho ratificado en la investigación "El cuidado de sí en niñas, niños y adolescentes. Discursos y prácticas cotidianas sobre sexualidad y derechos en el sistema educativo nacional", realizada como parte del Programa de Educación Sexual perteneciente al sistema de educación público nacional en Uruguay.

El informe recoge un trabajo cualitativo coordinado por Silvana Darré y realizado por un equipo interdisciplinario integrado por las licenciadas Fernanda Sosa, Marcela Jubín y Andrea Cantarelli.

Contó con entrevistas en profundidad a 52 niños, niñas y adolescentes, 32 docentes, direcciones y cargos de coordinación, además de los resultados emergentes de 27 grupos de discusión.

El trabajo recorre los discursos y prácticas sobre sexualidad y derechos tanto de niños y niñas, como de personas adultas referentes en la educación formal, e intenta dar cuenta de cuáles son las deficiencias de información o formación que surgen del análisis de los discursos de los más grandes.

Por otro lado, y de forma llamativa, el espacio abierto por la investigación generó la inclusión como "categoría emergente" de la violencia, pues múltiples testimonios refirieron que se trata de una vivencia cotidiana vinculada a la sexualidad de niños, niñas y adolescentes.

Esto no solo aporta luz sobre una dimensión poco visibilizada de la vida de las y los más pequeños sino que abre a su vez nuevas preguntas acerca de qué situaciones debe atender una educación basada en derechos.

"Nos sorprendió mucho la cantidad de testimonios en este sentido. Es muy duro escucharlos de niños, niñas y adolescentes", cuenta Fernanda Sosa una de las integrantes del equipo investigador.

"Nos hizo preguntarnos por qué nos contaban cosas tan íntimas", y considerar que "nunca habían encontrado un espacio para contar" estas vivencias. Algunas, incluso, con carácter de denuncia.

Para Fernanda, entre los factores que dieron lugar a estos testimonios está el hecho de que las entrevistas fueran realizadas "dentro de la institución. Fue el programa (de educación sexual) el que les generó esa confianza", afirma.

Escuchar estos relatos fue "muy conmovedor y desgarrador", pero demostró, entre otras cosas, que el sistema educativo es visto como "un lugar de confianza", a la vez que expuso que deben darse respuestas a estos temas "porque hay mucha soledad".

Vivencias desiguales

Respecto a los relatos de niños y de niñas, tres ejes parecen ser los diferenciadores problemáticos de sus experiencias en sexualidad, asegura la investigación: "el impacto de la violencia en los cuerpos. El modo en que aparecen los adultos referentes. La forma colectiva o singular en que transitan sus experiencias sobre sexualidad".

"La violencia que sufren o temen padecer las niñas es un tema recurrente", explicita la publicación, en tanto los varones adolescentes se presentan en su discurso como "productores o participantes activos" de la violencia, lo que no implica que no la hayan vivido.

Niñas y adolescentes, a su vez, parecen no tener en sus relatos figuras adultas que signifiquen protección para ellas, "proyectan la imagen de estar más solas que sus pares del sexo opuesto".

Por el contrario, en los relatos de varones aparecen figuras adultas que, o bien por el consejo o bien como representación del control, están presentes.

Respecto de "los procesos personales de crecimiento y construcción identitaria", las niñas lo hacen desde la intimidad y soledad, mientras que los varones lo resuelven de modo más colectivo, asegura el trabajo.

En todos estos aspectos, concluye la investigación, el denominador común en la diferenciación de los cuerpos y las experiencias son las "normativas tradicionales y hegemónicas del género".

En definitiva, el trabajo pone sobre la mesa si es suficiente la educación sexual, si no se ponen en juego y en cuestión, las pautas culturales vinculadas al género.

El trabajo muestra la "persistencia en sus discursos (el de niños y niñas)" de conservadurismos que, además, no coinciden con la realidad: "En una sociedad en que las mujeres trabajan y mucho, hay niños que siguen diciendo que no pueden trabajar".

¿Desencontrados?

En cuanto a los y las docentes, la investigación asevera que "demuestran conocer las situaciones personales y los contextos familiares en los que viven los niños, las niñas y los adolescentes con quienes desarrollan un trabajo pedagógico".

Sin embargo, más del 60 por ciento se ve a sí mismo "poco capacitados o no capacitados para la educación sexual", lo cual también deja abiertas nuevas interrogantes y desafíos para el sistema de educación formal y la política de educación sexual en el país.

Es interesante, a su vez, cómo se visualiza por parte de quienes ejercen la docencia que "el conocimiento sobre sexualidad es diferente a otros conocimientos".

Entre las conclusiones hay algunas que son, a pesar de las dificultades que plantean, razones de peso para sostener la importancia de que la educación sexual sea una política educativa en Uruguay.

Profundizar

En primer lugar, "el sistema educativo es percibido por el estudiantado como un referente de confianza en la defensa de los derechos de niñas, niños y adolescentes", dicen las autoras.

Además, el estudio concluye que los espacios instituidos de trabajo en la temática facilitan o aceleran la comunicación de "experiencias significativas" vinculadas a sexualidad y derechos.

Trabajar sobre la construcción (y deconstrucción) de estereotipos de género, y profundizar el proceso de institucionalización de la temática en educación formal son algunas de las recomendaciones con las que cierra el informe.

La investigación "muestra la necesidad imperiosa de que el programa crezca y que pueda abordar una demanda que es enorme", concluye Fernanda Sosa.

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