martes, 18 de septiembre de 2012


La reforma litúrgica de Benedicto XVI: 
Jesús Martínez Gordo


Es bien conocido el diagnostico que merece al cardenal J. Ratzinger la reforma litúrgica de Pablo VI: “ha producido unos daños extremadamente graves” ya que, al romper radicalmente con la tradición, ha propiciado la impresión de que es posible una recreación de la misma “ex novo” (J. Ratzinger, “Mi vida. Autobiografía”, Madrid, 2006, 105.177). 

También son conocidas las posteriores autorizaciones del Papa Benedicto XVI para celebrar la misa en latín (Exhortación postsinodal “Sacramentum caritatis”, febrero 2007) y para recuperar la liturgia romana anterior a la reforma impulsada por Pablo VI en 1970 (Carta Apostólica “Summorum Pontificum”, julio 2007).

Hay un capítulo menos conocido (al menos, hasta el presente) de esta singular y sorprendente “reforma” de la reforma litúrgica en la que está empeñado J. Ratzinger: la revisión de la fórmula de consagración del vino, vigente hasta ahora y, por extensión, su apuesta por una traducción literal de la misa del rito romano a las lenguas vernáculas. 

La expresión “pro multis” fue traducida después del Concilio Vaticano II por la gran mayoría de las Conferencias episcopales del mundo “por todos”: en alemán “für Alle”, en inglés “for all”, en español “por todos los hombres”, en francés “pour la multitude”, en italiano “per tutti” y en euskera “guztientzat”. 

Sin embargo, el pasado 24 abril el sitio web de la Conferencia Episcopal Alemana publica una carta de Benedicto XVI, fechada el 14 abril de 2012, en la que pide a los obispos alemanes (tras su aprobación de una nueva edición del misal, del “Gotteslob”) que se atengan al texto latino y que adopten la expresión “für Viele” (por muchos) en vez de “für Alle” (por todos): “ésta es mi sangre derramada por vosotros y por muchos”. 

Es una decisión que no ha sorprendido a los conocedores de la trayectoria teológica del Papa Benedicto XVI, implicado desde hace varios decenios (y sin mucho éxito durante el pontificado de Juan Pablo II) en traducir el “pro multis” como “por muchos”. 

Las referencias normativas más cercanas a este texto papal son la Instrucción “Liturgiam authenticam” (2001) de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, así como una carta de la misma Congregación (2006) en la que se aborda específicamente la traducción de la expresión “pro multis”. 

En la Instrucción “Liturgiam authenticam” se recuerda que el rito romano “tiene un estilo y una estructura propias que hay que respetar en lo posible también en las traducciones”. Por eso, recomienda cuidar la exactitud de los textos latinos en las diferentes lenguas vernáculas y relegar todo lo que sea creatividad.

El debate antecedente. Desde el primer momento, esta Instrucción es descalificada e ignorada por la inmensa mayoría de las Conferencias Episcopales del mundo e, incluso, por un importante sector de la misma curia vaticana tal y como se puede constatar en la encíclica “Ecclesia de Eucharistia” (2003) y en la carta de Juan Pablo II a los sacerdotes el Jueves Santo de 2005.

Concretamente, en el número 2 de la encíclica “Ecclesia de Eucharistia” de Juan Pablo II se puede leer, cuando se recuerdan las palabras de Jesús para la consagración del vino: “Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados (cf. Mc 14, 24; Lc 22, 20; 1 Co 11, 25)”. Es un texto en el que se recupera –como se puede constatar- el “por todos” reconociendo las traducciones presentes en los misales postconciliares.

Y más recientemente, en el número 4 de la carta que Juan Pablo II dirige a los sacerdotes el Jueves Santo de 2005 (la última, antes de fallecer), se lee: “‘Hoc est enim corpus meum quod pro vobis tradetur’. El cuerpo y la sangre de Cristo se han entregado para la salvación del hombre, de todo el hombre y de todos los hombres. Es una salvación integral y al mismo tiempo universal, porque nadie, a menos que lo rechace libremente, es excluido del poder salvador de la sangre de Cristo: ‘qui pro vobis et pro multis effundetur’. Se trata de un sacrificio ofrecido por ‘muchos’, como dice el texto bíblico (Mc 14, 24; Mt 26, 28; cf. Is. 53, 11-12), con una expresión típicamente semítica, que indica la multitud a la que llega la salvación lograda por el único Cristo y, al mismo tiempo, la totalidad de los seres humanos a los que ha sido ofrecida: es sangre ‘derramada por vosotros y por todos’, como explicitan acertadamente algunas traducciones. En efecto, la carne de Cristo se da ‘para la vida del mundo’ (Jn 6, 51; cf. 1 Jn 2, 2)”.

El hecho de que esta carta (en la que se da un posicionamiento neto a favor del “por todos”) no fuera sometido previamente al dictamen de la Congregación para la Doctrina de la Fe provoca una protesta del cardenal J. Ratzinger en una borrascosa reunión de los jefes de algunos dicasterios de la curia vaticana.

Estando así las cosas y una vez elegido como Papa, no es de extrañar que la traducción del “pro multis” se haya convertido en uno de los objetivos de la “reforma” de la reforma litúrgica en la que siempre ha estado comprometido quien fuera Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe con Juan Pablo II.

El debate actual. La primera señal durante el pontificado de Benedicto XVI es la citada carta de la Congregación para el Culto Divino del año 2006. En este texto se recuerda, en primer lugar, que la fórmula consecratoria vigente (“por todos”) se atiene a la ortodoxia y es válida, además de coherente, con los “principios que han presidido la traducción de los textos litúrgicos en las lenguas modernas”. Es evidente que con este reconocimiento se quiere salir al paso de cualquier duda sobre la reforma litúrgica emprendida por Pablo VI en aplicación del Concilio Vaticano II. 

Sin embargo, la Congregación para el Culto Divino defiende, en un segundo momento, la necesidad de cambiar la traducción apoyándose, para ello, en “la equivalencia  formal” o literal, en vez de en “la equivalencia estructural” o dinámica (es decir, más atenta al sentido) hasta ahora imperante. Es una decisión que fundamenta en un supuesto “empobrecimiento” litúrgico provocado por la aplicación de la llamada “equivalencia estructural o dinámica”. Por eso, pide que se eviten las traducciones “interpretativas” y que se favorezcan las literales. 

Como es previsible, se trata de una decisión sustentada en un diagnóstico y en una argumentación no compartidos por muchísimos sacerdotes, teólogos, obispos y -sobre todo, y sorprendentemente- por una buena parte de las conferencias episcopales del mundo. Por eso, es contestada y ninguneada, a pesar de que algunas conferencias episcopales la apliquen sin mayores problemas: España, Hungría, Estados Unidos y unas pocas de América Latina. 

La carta del Papa a los obispos alemanes. La carta dirigida por el Papa al presidente de la Conferencia Episcopal Alemana en abril de 2012 pretende salir al paso de estas reticencias. Y si es cierto que lo hace en un tono que busca convencer, no lo es menos que se trata de una decisión que va a ser aplicada por la curia vaticana a partir de su publicación. 

Benedicto XVI recuerda, en primer lugar, cómo fue informado por el presidente de la Conferencia Episcopal Alemana en su visita del 15 de marzo de 2012 sobre el hecho de que entre los obispos de lengua alemana no había todavía consenso en lo concerniente a la traducción de las palabras “pro multis”. Existen obispos (la mayoría de los austriacos y una buena parte de los alemanes) que desean mantener el “por todos” en la nueva edición del “Gotteslob”, a pesar de que la Conferencia Episcopal Alemana está mayoritariamente de acuerdo en el “por muchos”, tal y como desea la Santa Sede.

Seguidamente, recuerda su compromiso de pronunciarse por escrito sobre esta importante cuestión para “prevenir una división en el lugar más íntimo de nuestra oración”. 

“En los años sesenta -recuerda Benedicto XVI- cuando el misal romano, bajo la responsabilidad de los obispos, tenía que ser traducido al alemán, existía un consenso exegético sobre el hecho de que el término ‘los muchos’, ‘muchos’, en Isaías 53, 11 s., era una forma expresiva hebrea para indicar el conjunto, ‘todos’. La palabra ‘muchos’ en los relatos de la institución de Mateo y de Marcos era, por lo tanto, considerada un semitismo y tenía que ser traducida por ‘todos’. Ello se extendió también a la traducción del texto latino, donde ‘pro multis’, por medio de los relatos de los Evangelios, se refería a Isaías 53 y, por lo tanto, debía ser traducido como ‘por todos’”.

Sin embargo, prosigue el Papa J. Ratzinger, ese consenso exegético se ha desmoronado. Ya no existe. 

Es cierto que en los tiempos inmediatamente posteriores al Concilio se entendía que la Biblia y los textos litúrgicos estaban tan distanciados del mundo y del pensamiento de la gente que, incluso, traducidos, continuarían siendo incomprensibles para cuantos participaban en las funciones litúrgicas. Por eso, se consideró necesario traducir interpretando con el fin de allanar las dificultades y acercar a la celebración. Se buscaba ir a lo sustancial, dejando en segundo término la preocupación por la literalidad. Éste sigue siendo un criterio de traducción justificado en la actualidad. 

Sin embargo, continúa escribiendo Benedicto XVI en primera persona, cuando pronuncio las oraciones litúrgicas en varios idiomas, constato “que a veces no hay casi similitudes entre las distintas traducciones, y que el texto común sobre el que se basan es, muchas veces, sólo lejanamente reconocible”. Este problema viene acompañado de “banalizaciones que constituyen verdaderas pérdidas”. Por eso, la experiencia me indica, cada día con mayor claridad, “que, como orientación para la traducción, el principio de correspondencia no literal, sino estructural, tiene sus límites”. Obviamente, esta situación no me lleva a prescribir un “verbalismo unilateral”, sino a poner en primer plano (en conformidad con la Instrucción “Liturgiam authenticam”) “el principio de la correspondencia literal”.

Lo hago porque quiero que la Palabra sagrada emerja “lo más posible por sí misma, también con su lejanía y con las preguntas que conlleva”. Y porque es preciso volver a recordar la competencia de la Iglesia en “la tarea de la interpretación para que -en los límites de nuestra respectiva comprensión- nos llegue el mensaje que el Señor nos ha destinado”. 

Éste es el diagnóstico en el que enmarcar la decisión de la Santa Sede para que en la nueva traducción del misal la expresión “pro multis” sea traducida como tal, sin ser interpretada. “La traducción interpretativa ‘por todos’ debe ser sustituida por la simple traducción ‘por muchos’”.

Me hago cargo –continúa el Papa- de que existen personas para quienes esta traducción cuestiona que Cristo ha muerto por todos o que se preguntan si la Iglesia no está destruyendo la herencia del Concilio y modificando su doctrina. De ahí la importancia de una catequesis que explique lo que está en juego con esta decisión y que enfatice, de manera particular, “la universalidad de la salvación que llega” en Jesús. 

En el corazón de dicha catequesis se tendría que tener muy presente que “en la sociedad actual tenemos la sensación de no ser en absoluto ‘muchos’, sino muy pocos, una pequeña masa que sigue disminuyendo. Y, sin embargo, somos ‘muchos’: ‘Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas’ (Ap. 7, 9). Somos muchos y representamos a todos. Por lo tanto, las palabras ‘muchos y ‘todos’ van juntas y hacen referencia la una a la otra en la responsabilidad y en la promesa”. 

La sombra de gnosticismo, calvinismo y jansenismo. Los debates (anteriores y posteriores) a estos pronunciamientos de Papa y de la Congregación para el Culto Divino han sido recogidos por Francesco Pieri (docente de griego bíblico y Patrología en la Facultad Teológica de Emilia-Romaña) en un articulo publicado en Il Regno – Attualità 10 (2012) 297-301 (“Per una moltitudine. Sulla traduzione delle parole eucaristiche”) y ampliado en un libro (Dehoniana Libri, 2012). 

En el citado libro, Francesco Pieri recuerda que tras el problema lingüístico se encuentra otro, de enorme relevancia teológica y pastoral: en la traducción propuesta por el Papa y la Curia vaticana se corre el riesgo de propiciar una comprensión tendencialmente gnóstica, calvinista o jansenista de la voluntad salvífica de Dios ya que se podría dar a entender que hay personas que quedan excluidas al no quedar debidamente resaltadas la universalidad de la salvación. 

Ésta es la razón de que muchas Conferencias episcopales nacionales se hayan resistido a recibir la decisión adoptada por Roma o de que hayan hecho oídos sordos a la misma. Concretamente, la Iglesia Italiana, a pesar de contar con un episcopado muy moderado y bastante alineado con la cúpula vaticana, tampoco ha aceptado la orden. Así, por ejemplo, Bruno Forte (arzobispo de Chieti-Vasto y uno de los teólogos italianos con más proyección) intervino en la Asamblea General de la Conferencia Episcopal Italiana (noviembre de 2010) para sostener que la alternativa “por muchos-por todos” era teológicamente fundada, pero demasiado sutil para explicar a la gente. Por eso, se manifestó partidario de “mantener la traducción actualmente en uso”, es decir, “por todos”. Sometida a votación la propuesta vaticana, sólo 11 de los 187 obispos presentes se decantaron a favor de la fórmula “por muchos”. 

Sin embargo, es muy probable que la última carta del Papa a los obispos alemanes determine que en el nuevo misal de la Iglesia Italiana sea corregido el “por todos” en favor del “por muchos”, a pesar del voto en contra de la gran mayoría de los obispos.

Las dos cuestiones de fondo. En cualquier caso, es difícilmente contestable que la decisión tomada por J. Ratzinger ha reabierto diferentes debates referidos no sólo a la entidad de la cuestión dogmática en juego, sino también al procedimiento seguido y a la cuestionable idoneidad de la decisión papal. 

El método empleado. El Concilio reconoció a las “autoridades eclesiásticas territoriales” la competencia sobre la traducción y la adaptación de los textos litúrgicos, correspondiendo a la Santa Sede su consentimiento, una vez hechas las observaciones y correcciones que estimara pertinentes (SC 40). 

Sin embargo, Benedicto XVI ha elegido el camino inverso, como, por lo demás, ha hecho en otras muchas otras ocasiones y para diferentes cuestiones (y K. Wojtyla antes de él): es el que va del centro a la periferia, minando, de esta manera, la reciprocidad entre el primado de la sede romana y la colegialidad de los obispos puestos al frente de las Iglesias, una verdad proclamada por el Vaticano II. 

Como se puede apreciar, se trata de una decisión (y de un modo de proceder) que hacen peligrar la necesaria complementariedad entre el principio “petrino” y el “paulino” y que devalúan la herencia apostólica de la Iglesia de Roma y la estructura profunda del catolicismo.

Una decisión de dudosa idoneidad. Pero, además, la apuesta del Papa J. Ratzinger por la traducción literal ignora o no tiene en cuenta que la expresión “por muchos” resuena de manera diferente en nuestros oídos y en los de los destinatarios de los evangelios de Marcos y Mateo. Así, por ejemplo, hay lenguas en las que “muchos” se opone, en unos casos, a “pocos” y, en otras, a “todos”. Incluso, existen expresiones en las que puede equivaler a “no pocos” o “no todos”.

Pero hay más. F. Pieri recuerda, citando al biblista Albert Vanhoye, que “la palabra hebrea ‘rabbim’ sólo significa que, de hecho, hay ‘un gran número’, sin precisar si corresponde o no a la totalidad”.

Estando así las cosas, ¿es posible salir de este atolladero? 

Salvemos la “cabra” y las “coles”. Hay una solución que, según F. Pieri, tendría la singularidad de salvar la “cabra” (es decir, una mayor fidelidad en la traducción) y las “coles” (no traicionaría el sentido profundo de las palabras de Jesús): asumir la traducción del misal francés (“pour la multitude”). 

Es una expresión fácilmente trasladable a la gran mayoría de las lenguas romances (“por la multitud” o “por una multitud”), respeta lo que se entiende por “rabbim” (“multitud” que se opone a “pocos”, pero que no se opone a “todos”, dejando abierta la interpretación en tal sentido) y recibe creativa e inteligentemente las disposiciones vaticanas. 

Todo un admirable ejercicio de posibilismo que busca salvar, por un lado, el cristianismo como oferta universal e incondicional de salvación y que, por otro, no entra en confrontación con la carta del Papa J. Ratzinger, a pesar de que la Instrucción de la Congregación para el Culto del año 2006 reconoce la idoneidad de la traducción vigente.

La autocorrección de Bruno Forte. El último capítulo de esta historia es lo que algunos comentaristas han calificado como la sorprendente “conversión” de B. Forte a la tesis del Benedicto XVI. 

El arzobispo de Chieti-Vasto se ha manifestado recientemente (“Corriere della Sera”, 26 de agosto de 2012) a favor del “por muchos” porque le parece que si bien es cierto que el “por todos” enfatiza el destino universal de la salvación ofrecida en Cristo, el “por muchos” es más sensible a la libre elección de cada uno y, por eso, más respetuoso de la dignidad de las personas. Estas razones determinan que le parezca teológicamente más aceptable la traducción “por muchos” ya que no excluye la oferta de salvación hecha a todos por Jesús en la cruz. Entiende –sintonizando con la carta del Papa a los obispos alemanes- que “si es bien explicada puede ser de ayuda y de estímulo a muchas personas”. 

Esta reconsideración viene precedida de una crítica a la propuesta de F. Pieri: Bruno Forte la entiende como una solución intermedia que, admirable en su voluntad de acercar posiciones, corre el riesgo de no ser debidamente fiel a la verdad. 

No han faltado comentaristas maliciosos que han visto en este cambio de parecer del arzobispo de Chieti-Vasto no tanto una sólida argumentación teológica cuanto un movimiento personal de quien ya no quiere liderar el carro perdedor y busca subirse al del vencedor con vistas a una futura promoción personal. Es una interpretación que ha tenido una cierta acogida, sobre todo, en medios ultra-católicos que ven al arzobispo-teólogo como un caballo de Troya del progresismo eclesial alojado en la jerarquía católica.

Más allá de la inconsistencia e injusticia de estos comentarios, el sorprendente posicionamiento del Papa J. Ratzinger evidencia, una vez más, que el problema domestico numero uno de la iglesia católica sigue siendo (también en este pontificado) el de la colegialidad de todos los obispos en el gobierno eclesial presididos, por supuesto que en un modelo de comunión, por el sucesor de Pedro.

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