domingo, 16 de septiembre de 2012


Pbro. Lucas Trucco

Reflexiones

1º Lectura: “Esta cerca el que me hace Justicia”
2º Lectura: “La fe si no esta acompañada por las obras esta completamente muerta”
Evangelio: “…el que pierda su vida por mi y por la Buena Noticia salvara su vida”


PROFECÍA:[1]
“… ofrecí la espalda a los que me apaleaban,
las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos.”


CUMPLIMIENTO:
-«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.»


INVITACIÓN
-«El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.»


MEDITACIÓN
El día 14 de septiembre, contemplamos el rostro de Cristo con motivo de la fiesta de la Exaltación de la Cruz. La Liturgia de este domingo parece un eco del misterio cristiano por excelencia, la muerte y resurrección de Jesús, razón de la fe. 

Solo desde la Cruz victoriosa se entiende el discurso de perder la vida para ganarla, de ponerse en el último lugar para ser primero, de servir al otro para ser señor. La paradoja de la Cruz se comprende contemplando el destino del Crucificado. Éste es el rostro de nuestro Maestro, la fascinante identidad de quien nos ha llamado a seguirlo, motivo para compartir su dolor por tantos que no conocen las entrañas de Dios.

Nos corresponde la reacción humilde del que se reconoce pecador y débil, y dejarnos amar y perdonar. La misericordia de Dios puede al juicio y su fidelidad dura por siempre. Los creyentes tenemos la llamada a hacer tangible la misericordia, cercana la bondad, testimonio el amor, por el gozoso ofrecimiento de la vida como servicio.


Seguir a Jesús no es obligatorio. Es una decisión libre de cada uno. Pero hemos de tomar en serio a Jesús. No bastan confesiones fáciles. Si queremos seguirlo en su tarea apasionante de hacer un mundo más humano, digno y dichoso, hemos de estar dispuestos a dos cosas. Primero, renunciar a proyectos o planes que se oponen al reino de Dios. Segundo, aceptar los sufrimientos que nos pueden llegar por seguir a Jesús e identificarnos con su causa.

Es fácil confesar a Jesús con palabras, pero hoy se nos pide seguirlo de cerca compartiendo su proyecto y su destino.

Jesús no nos deja solo. Tenemos una comunidad que nos acompaña en los momentos de dolor y crisis. Ayudando y respetando los procesos de cada uno es que somos hermanos y hermanas. Porque cuando vemos una comunidad solidaria brota en nuestro corazón la esperanza de un mundo diferente.

Como María que no se quedo en su casa sola, cuando su Hijo subió al cielo sino que permaneció en la comunidad, también nosotros seamos discípulos misioneros que hagan de la Iglesia casa y escuela de comunión.


[1] Los tres apartados fueron tomados de la pág. Web “Ciudad redonda” (La mediación solo en partes)

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