jueves, 20 de septiembre de 2012


Pbro. Jorge Trucco

¿AMBICIÓN O SERVICIO?


Sab 2,12.17-20: “Tendamos trampas al justo, porque nos molesta”
St 3,16-4,3: “¿De dónde provienen las luchas y las querellas que hay entre ustedes?”
Mc 9,30-37: “Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas”.


¿Seguimos  al  auténtico Jesús?... Podemos  decir  correctamente  “el nombre”: Jesús, Maestro, Hijo de Dios, MESIAS... pero no comprender el verdadero significado. Los apóstoles lo llamaban Mesías, ungido, pero con una interpretación opuesta a la de Dios: “los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas”.


¿Qué  es lo esencial de Jesucristo?; ¿sus milagros, sus enseñanzas?... San Marcos nos dice que lo esencial es que se ENTREGA en manos de los hombres para ofrecer su vida por los mismos hombres.


Los apóstoles no comprenden..., no es que no entiendan intelectualmente; esto se solucionaría con que Jesús lo explique de nuevo. Si el problema fuera intelectual la cuestión se solucionaría con mejores profesores de religión, que expliquen mejor “las cosas” para que todos “entiendan”.  Pero se trata  de  la comprensión del corazón: el problema es que a Jesús no lo aceptan, no lo “tragan”...


 En la Carta de Santiago el tema es casi el mismo: hay dos clases de sabiduría, dos formas de encarar la vida: la sabiduría terrena que engendra peleas y la sabiduría divina que está dispuesta a hacer el bien, que es sincera.  Nuestro egoísmo no comprende que haya que morir por los otros o que sea necesario buscar el camino de la humildad y del servicio fraterno.

Los  discípulos discutían por el PRIMER PUESTO. La ambición debería estar desterrada de la religión pero... la experiencia nos muestra que no siempre es así. Hay personas que usan la religión como forma de poder; a veces entendemos la llamada al apostolado como una primacía sobre los demás. Al entender a Jesús como un Mesías Político, se quiere compartir “su” poder. En el mundo antiguo el servicio religioso daba poder, y Marcos se da cuenta que también dentro del cristianismo hay personas  que entienden  el  sacerdocio de la misma manera. Estar al  frente  de  un grupo apostólico, siendo sacerdote o siendo laico, no da privilegios ni honores.  Hacerse servidor de todos es la cruz de la Iglesia y de cada cristiano. Hacerse pobre con el pobre. Se cambia el eje del programa de evangelización. “hacerse como un niño”... de la calle, pobre, desamparado... los sin voz, los pobres, los desheredados… y por ellos optar.


Jesús coloca a uno de esos pequeños en medio de ellos y muestra cómo el presente y el futuro de la comunidad está en colocar en el centro no las propias ambiciones, sino las personas más postergadas y simples. Sólo así se revierte el sistema social de valores. Y sólo así, la comunidad es una alternativa ante el «mundo», que ya sabe poner en el centro a las personas adineradas. La novedad de Jesús consiste en hacer grande lo pequeño, lo doméstico e insignificante.


La  Iglesia no sólo ni principalmente está presente en “los de arriba”, como decimos comúnmente. También está en la micro-Iglesia de la familia, en el barrio: cada uno debe hacerse servidor de los demás. Santiago nos advierte que aún rezando podemos ser ambiciosos,  porque pedimos mal, sólo para satisfacer nuestros deseos. LA AMBICIÓN SE PUEDE FILTRAR EN UNA PRIMERA COMUNION, EN  UN CASAMIENTO, EN UNA CATEQUESIS...La ambición siembra en una parroquia las divisiones, los chismes, el caudillismo...


Jesús pone la jerarquía de valores de la sociedad al revés o, mejor, al derecho. Una sociedad que mira sólo por los de arriba –o en la que las decisiones la toman los que están arriba o miran por los intereses de los de arriba– no garantiza ni el Reino ni la Vida. El Reino crece desde abajo, mirando por los de abajo, los que no tienen derechos.


El afán de superación, el anhelo de triunfo y éxito en la vida… parecen, en principio, aspiraciones legítimas del ser humano; el problema está en los medios que utilizamos para alcanzar esas metas. Jesús nunca dijo que no debamos aspirar a ser los primeros, al contrario: nos invita a serlo, pero nos señala el único camino humano y humanizador para lograrlo: el amor y el servicio a la Causa del Reino, que es también la Causa de los pobres.


¿Estamos atrapados en esa pseudomística de la competitividad, del arribismo a cualquier precio, de la búsqueda del éxito y del dinero a cualquier precio? ¿En qué medida buscamos a Dios para estar al servicio del hermano y en qué medida nos dejamos llevar por nuestras ambiciones?


“Piensa en lo que pierdes cuando ganas algo; y piensa en lo que ganas cuando pierdes algo”. El fabulista griego Esopo, cuenta que “una Caña y un Olivo disputaban sobre sus respectivas fuerzas, y éste con astucia le dijo a la otra: –«Hablas de resistir y de poder, cuando el más débil soplo de viento te bambolea y humilla. Aprende de mí, que ni aun muevo mis ramas cuando tu te doblegas.»– La mísera Caña se calló y se armó de paciencia hasta que viniese el huracán más próximo. Cuando llegó el huracán la Caña se dobló mientras el Olivo cayó partido en tierra. –«¿Qué es lo mejor ahora, replicó la Caña, ceder o resistir?».  “Piensa en lo que pierdes cuando ganas algo; y piensa en lo que ganas cuando pierdes algo”.

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