Pbro. Diego Fenoglio
Reflexión dominical
“El que no está contra nosotros,
está a nuestro
favor”
El
desierto es el gran desafío. Detrás está Egipto, con su abundancia, pero
también con su esclavitud. Hacia delante está la promesa de una tierra, una
libertad, una vida digna, pero que hay que conquistar a precio de privaciones,
sacrificios, esfuerzos. El relato causa admiración porque Yavé monta en
cólera... Es un recurso literario para introducir la preocupación de Moisés,
que se expresa en una bella oración de intercesión por el pueblo.
La carta
de Santiago es un tema de actualidad…nos centramos en nuestro propio Yo, en
nuestro afán de poseer, de comodidad, de bienestar y, en consecuencia, nos
alejamos de los demás. Ignoramos o no queremos ver las situaciones penosas que
viven una gran parte de la humanidad al carecer de lo más elemental. Como
defensa, siempre tendremos miles de argumentos para justificar nuestra demasía
en el consumo y en afán de bienestar egoísta.
En la
tarea de construcción del reino nadie tiene la exclusiva. Tal vez los
discípulos no tenían claro o no recordaban que su pertenencia al grupo de Jesús
fue un don de pura gratuidad; ninguno de ellos presentó ante Jesús un concurso
de méritos para ser elegido; fue Jesús quien se presentó ante ellos, se les
atravesó a cada uno por su camino y los llamó, aun a sabiendas de que no eran
ni los mejores ni lo más representativo de su sociedad. En ese sentido también
otros y otras pueden seguir siendo llamados. En cada hombre y en cada mujer Dios
ha sembrado las semillas del bien; cómo y cuándo esas semillas comienzan a
germinar y dar frutos, eso es decisión de cada uno. A veces nos parecemos a
Juan y al resto de discípulos, nos ponemos celosos de quienes sin pertenecer a
la institución hacen obras mejores que las nuestras. Y sale inevitablemente la
frase: «pero ése o ésa es de tal o cual religión, o de tal o cual grupo...».
Anteponemos a la vocación universal de hacer el bien y a la práctica del amor,
unos intereses mezquinos y unos criterios de autoridad y de exclusividad
absolutamente rechazados por Jesús.
Si
logramos tomar conciencia de que Dios es más grande que un grupo o una
institución y que en ningún momento nuestra vocación es la de defender unos
supuestos derechos de Dios, sino simplemente servir, ponernos en función de
construir el Reino con y desde las múltiples posibilidades que ello implica
dada la insondable riqueza del mismo espíritu, entonces jamás se nos ocurrirá
pensar si éste o aquél es o no es «de los nuestros», sino mejor... ¡como
cooperar más y mejor con aquél o aquélla que tan bien están luchando por
construir aquí el Reino!
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