viernes, 14 de septiembre de 2012


Pbro. Gabriel Martín Ghione
De una fe de costumbre a una fe de convicción

Hoy el Evangelio de Marcos nos propone hacer un alto en el camino para discernir como estamos caminando.
Quizá este bueno que nos tomemos un tiempo, el año ha pasado rápidamente, entramos en la recta final del año, y poder analizar el recorrido nos puede hacer bien. Hay muchas cosas que en nuestra vida lo hacemos sin tomar conciencia, la inercia nos va llevando y nos dejamos llevar. Esto puede ser muy peligroso porque en nuestra toma de decisiones no vamos construyendo un proyecto sino es un devenir que no nos hace responsables. Jesús en un momento de su ministerio se vio en la necesidad de preguntar a sus discípulos sobre el sentido de su seguimiento. ¿quién dicen que soy? Es otra forma de preguntar ¿por qué me seguís? O ¿qué significo para tu vida? Es una pregunta que apunta a la motivación del seguimiento y nos cuestiona como discípulos. Pero Jesús no se contentó solo con preguntar, le presento las exigencias de un mesianismo que él quería encarnar, le presento su estilo. Mostró un mesianismo no marcado por el triunfalismo de los victoriosos sino por la fidelidad al proyecto del Padre. 
No hay que entender que el Padre haya querido la muerte de Jesús, cómo un Padre va a querer la muerte de un hijo, lo que el Padre deseaba era que el nuevo paradigma que presentaba la Buena Noticia sea guardado con una fidelidad y coherencia que llegará hasta las últimas consecuencias: la entrega de la propia vida.

Jesús presenta un programa exigente que implica: renunciar a sí mismo. Significa sobre todo abandonar los propios criterios y mentalidades para asumir la del Reino: abierto a todos, inclusivo, cercano, compasivo, solidario, misericordioso, fraternal. 

Indudablemente los que queremos vivir desde esta perspectiva debemos cargar la cruz: la cruz de la fidelidad a un proyecto exigente que nos implica constantemente abrirnos al bien del otro, hacer el bien y colaborar con el proyecto del Reino. La caridad, la compasión, la inclusión son exigentes porque nos obligan a renunciar a intereses, tiempos, privilegios propios. Cargar la cruz de la dificultad que experimentamos cuando hacemos el bien y eso afecta los intereses de ciertos grupos. 

Y seguirlo: Jesús no se queda quieto e inmutable, no es conformista, sale al encuentro, camina con los hombres de su tiempo, se acerca y vive con los pobres, olvidados y alejados. Seguirlo es un programa exigente porque no permite aburguesarnos, porque nos exige estar siempre en post de la senda que nos marca. Seguirle implica no adelantarnos a él, no querer hacer un Evangelio a nuestra medida y comodidad, un Evangelio triunfalista y exitoso. Cuando vamos detrás del éxito escuchamos que nos dice: “retírate ve detrás de mí porque tus pensamientos no son los de Dios sino de los hombres”. Dios no escribe su historia desde las victorias del mundo sino desde los que no cuentan, la Buena Noticia no es la proclamación del triunfo de los poderosos sino el de la victoria de los que era considerado pobre, despreciable e insignificante. Desde el último renglón, Dios escribe una historia que nos incluye a todos. Dios escribe la historia desde los perdedores del mundo que salvan la vida de otros. 

El proyecto de Jesús es exigente pero llena el corazón y la vida del hombre con una nueva dimensión, con una nueva humanidad que es ansiosamente anhelada por él, llena el corazón de todo hombre porque nos incluye a todos, porque nos recibe a todos porque está abierta a todos.

¿Quién es Jesús para mí? 
¿A que me invita con su seguimiento? 
Son preguntas que deben resonar en lo más profundo de nuestro ser e invitarnos a asumir su estilo pastoral simple, cercano a la vida y con una opción preferencial por los más pobres, olvidados y alejados.


Skipe: ghione.gabriel.martin

"Servidores de ustedes por amor de Jesús" 2 Cor 4,5

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