Reflexiones sobre las lectura bíblicas del domingo
Pbro. Jorge Trucco
EL GPS DE DIOS PARA
CUANDO PERDEMOS EL RUMBO…
1 Rey 19,4-8: "¡Levántate, come, porque todavía te queda mucho por
caminar!"
Ef 4,30--5,2: "Traten de imitar a Dios... practiquen el amor"
Jn 6,4-51: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este
pan vivirá eternamente"
El hilo conductor de la
Palabra de este domingo es EL CAMINO.
En el camino del hombre están los dones
de Dios. El camino está también salpicado por las crisis:
- cansancio y desánimo
en relación a la misión (1 Rey)
- pecados que infectan
las relaciones con el prójimo: "ponen triste al Espíritu Santo” (Ef)
- las murmuraciones, el
escándalo de la encarnación (Jn).
Cuando el proyecto de
Dios no coincide con nuestros deseos, murmuramos: peso del viaje, de las personas..., incomprensiones, injusticia, falsedad,
desconfianza....
No aceptamos al
"hijo del carpintero", no aceptamos los
"sacramentos": o son pura magia, o no los entendemos y nos
borramos. (Pero como los seres humanos tenemos una "estructura sacramental",
algún “signo” siempre buscamos… por eso Dios nos da sus “signos”).
"Pan bajado del cielo", no en sentido
literal, el cielo no es un lugar que está arriba... = en medio de "todo esto", hay "algo-alguien" que
trasciende y le da sentido, es "el cielo", DIOS CON NOSOTROS.
Elías, el defensor de
Yahavé contra los cultos idolátricos, tuvo miedo y huyó para "salvar su
vida". Hizo el camino inverso al del Éxodo… Deseó la muerte porque se
sentía un profeta fracasado y regresó a “los orígenes” de la fe del pueblo.
El profeta se muere de
sueño, no puede dormir en paz, y Dios le dice: "no estás cansado por lo que has hecho, sino por lo mucho que no
has hecho; el cansancio no lo llevas
dentro, sino delante. ESTAS CANSADO PORQUE TE MOVÉS MUCHO PERO NO CAMINÁS".
Jesús, que es el PAN VIVO, es también EL CAMINO. El camino se hace fuerza, remedio de nuestro cansancio. La solución no es escaparse sino redoblar
las fuerzas. Esa es la terapia de Dios
para nuestro cansancio.
No hay cosa que asuste
más a un niño que sentirse perdido. ¿Cuántas veces nos hemos perdido siendo
niños? Nos soltamos un momento de la mano de la mamá o del papá y, de repente,
nos damos cuenta de que estamos solos y asustados. No conocemos a nadie en
medio de la plaza del pueblo, llena de gente; nos sentimos solos entre una
multitud de gente desconocida que nos ignora… ¡Menudo susto nos llevamos! Se
nos perdió el puerto seguro, el ancla que nos mantenía atados a la historia, al
pasado, al futuro y, sobre todo, al presente. Nos sentimos dando vueltas
alrededor de lo mismo. Quedamos como bola sin manija.
Cuando nos sentimos así,
comenzamos a buscar desesperadamente un rastro de la persona o de alguna cosa
que nos devuelva la tranquilidad y la seguridad. Cuando nos desesperamos en esa
búsqueda se cierran las ventanas de los sentidos y, a veces, no percibimos ni
lo que es evidente ante nuestros ojos; de tal manera nos embotamos que ni
siquiera oímos los llamados que nos hacen a través de los altavoces... Los
minutos parecen horas y las horas, siglos... Tratamos de mantener la calma,
pero no podemos; nos gana la confusión. ¿Dónde buscar? ¿A quién pedir ayuda?
¿Cómo resolver esta situación? ¿Dónde se nos perdió el rastro?
Cuando un niño se pierde,
tal vez lo peor que puede hacer es ponerse a buscar por sí mismo una salida del
laberinto en el que se encuentra. Creo que le iría mejor si se tranquilizara y
se dejara buscar por los mayores que, con mucha seguridad, estarán averiguando con
preocupación por todas partes. Si el niño se mueve mucho de sitio, es factible
que termine jugando a las escondidas con los que lo están buscando. Por eso, lo
más sencillo parece ser que el niño deje de buscar y más bien ‘se deje encontrar’. Esa persona que lo ama
y lo extraña, no descansará hasta encontrarlo.
De
estas cosas estaba hablando Jesús cuando dijo: “Nadie puede venir a mí, si no
lo trae el Padre, que me ha enviado”. Cuando nos perdemos por los caminos de
nuestras vidas, no es fácil que volvamos a recuperar el rastro de Dios por
nuestra propia iniciativa. Cuando más nos desesperamos y más buscamos, se va
haciendo más difícil encontrar la salida de nuestro propio laberinto interior.
Por eso, sin llamar a una pasividad resignada, es importante recordar que el
camino que nos conduce hasta Dios, supone una cierta actividad pasiva de
dejarse encontrar por aquel que nos ama y que no descansará hasta
encontrarnos, para llevarnos a un lugar tranquilo, junto a Él.
Si creemos en Jesús es
porque fuimos atraídos por el Padre. A partir de Jesús, podemos adorar a Dios
sin abandonar el mundo, podemos amar a Dios en al amor a los demás hombres,
podemos dar culto a Dios en el servicio fraterno de la caridad.
Misterio se le llamaba
a las representaciones de la vida de Jesús que se hacían para la catequesis. ESTE ES EL MISTERIO... ESTE ES EL
SACRAMENTO (signo exterior de la presencia sagrada) DE LA FE... ¡Aquí está la novedad cristiana!... ser
cristiano no es sólo creer en Dios... sino creer que Jesús, verdadero Hombre,
es el camino para el encuentro con Dios.
¿En qué Jesús creemos?...
¿sólo el "hijo del carpintero"?... ¿en el Dios con "ropaje,
careta" de ser humano? Jesús es VERDADERO DIOS Y VERDADERO HOMBRE. No
podemos separar “lo que Dios ha unido”.
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