jueves, 16 de agosto de 2012


Martín Gelabert Ballester, OP 
Tomás de Aquino 
y asaltos a los supermercados 



Este caluroso agosto nos ha deparado la noticia de los asaltos a algunos supermercados de Andalucía, alentados por el alcalde de Marinaleda. Una consecuencia menor, pero significativa, ha sido la apelación que algunos han hecho a Tomás de Aquino, sino para justificar lo ocurrido, al menos para iluminarlo desde una buena moral. En efecto, Sto. Tomás se plantea la cuestión de si es lícito robar en caso de necesidad. Responde que robar nunca es lícito, pero que en caso de necesidad sí es lícito tomar lo que otro le sobra porque, en este caso, se han traspasado los límites del derecho de propiedad. Esta doctrina encuentra una buena ratificación en el Magisterio de la Iglesia: los bienes de la tierra están originariamente destinados a todos; por tanto, cuando estos bienes no llegan a todos, no se cumple la voluntad de Dios.
  

Ahora bien, cuando pasamos del plano de los principios a las aplicaciones concretas, pueden darse circunstancias que dificultan la valoración moral. Que el asunto que motiva este post es poliédrico lo denota el que varios bancos de alimentos se han negado a aceptar la mercancía que les ofrecían. O que otras personas, sin ninguna necesidad, han sustraído alimentos de las tiendas acogiéndose al supuesto “derecho” de que gozan el alcalde o los sindicalistas. Todo eso no impide que un cristiano sea muy sensible ante algunas situaciones que indignan a muchos ciudadanos, aunque no todos reaccionen igual. Hay una impresión generalizada de que los más pobres son los que pagan las consecuencias de la penosa situación social y económica y de que los grandes culpables no han sido castigados. Y sobre todo, de que no han devuelto lo defraudado o robado. No parece muy elegante que haya dinero para rescatar a los bancos que han pretendido enriquecerse de forma poco ética y, sin embargo, no haya dinero para necesidades básicas como sanidad, educación y ayuda a personas necesitadas. Me pregunto a quién se rescata cuando se rescata a un banco.
  

Más aún, pedir que se entreguen alimentos a punto de caducar a instituciones asistenciales es un gesto que merece el apoyo de las personas de bien. Un gesto, eso exactamente. Los gestos arreglan poco, pero pueden decir mucho. A los políticos les toca hacer algo más que gestos, les toca tomar decisiones y dar pasos a favor de las personas. Como el anunciado pequeño paso de prolongar la ayuda de 400 euros a los parados que han agotado otras prestaciones.

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