Pbro. Diego Fenoglio
Domingo XX
del tiempo ordinario
– Ciclo B 2012
“(...) el que come de este pan,
vivirá para siempre”
La lectura de hoy nos invita a dejar la
inexperiencia y a adquirir la «prudencia», que es la virtud por medio de la
cual cuando tenemos que escoger entre dos cosas, escogemos la que mejor nos
aproveche para nuestra vida. Los entendidos dicen que por inexperiencia se
entiende aquí el no saber gobernar y dirigir la propia vida.
Juan desarrolla el tema de la «incomprensión» para
adentrarnos de forma didáctica en el conflicto entre los practicantes de la
religión judía y los cristianos. La eucaristía desató sospechas entre
israelitas, romanos y griegos. No podían entender como una comunidad de
creyentes podían celebrar con gozo y entusiasmo la muerte de su Señor y
Maestro. Sin embargo, lo que en realidad no entendían era el misterio pascual.
Jesús había resucitado, superando el cerco de una muerte violenta e injusta, y
ahora vivía en medio de sus seguidores. Él se había convertido en principio de
vida para aquellos que yacían bajo la
opresión de una religión agobiada por un sinnúmero de preceptos o por una
religión que adoraba al déspota de turno. La presencia de Jesús liberaba a sus
seguidores del caos informe de religiones mistéricas que abundaban en el mundo antiguo
y de las rígidas disposiciones de una religión étnica. Para ellos la verdad era
una praxis de vida que transformaba al ser humano y lo habilitaba para vivir en
comunión con los demás.
El discurso sobre el pan de la
vida, como se conoce este fragmento del evangelio según san Juan que hemos ido
leyendo durante los últimos domingos, resalta el valor de la entrega de Jesús a
su pueblo, simbolizado en el pan eucarístico que compartimos en la mesa de la
fraternidad. No se trata simplemente del pan como alimento que sustenta la
vida, sino del pan hecho entrega hasta la muerte, para la vida del mundo.
Cuando
participamos de la comunión y recibimos el cuerpo del Señor en la eucaristía,
nos unimos a él en esta entrega para la vida del mundo. El pan eucarístico es
sagrado porque es el pan de la vida y pan de la entrega, que nos comunica la misma
vida de Dios.
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