Martín Gelabert Ballester, OP
Santo Domingo:
alegre, realista, misericordioso
8 de agosto: Santo Domingo de Guzmán. En los dos días pasados las monjas me han enviado distintos correos de felicitación. En la Orden de Predicadores, todos los miembros de la familia dominicana nos sentimos muy cercanos y fraternos unos con otros. Pero hay que reconocer que las monjas siempre han sentido una especial debilidad por los frailes. Siempre nos han respetado, apoyado y defendido; y han buscado el lado bueno de todo lo que somos y hacemos. Pero no quiero hablar de las monjas, sino de Santo Domingo, esta figura visionaria, que hizo de la predicación la norma de su vida y de su Orden. Predicación no es adoctrinamiento, sino presentación sugerente de Jesucristo y su Evangelio, respetando siempre la libertad del oyente, pero buscando cultivar en él la inclinación que hay en toda persona hacia la verdad.
Hay tres cualidades de Santo Domingo que sí entonces llamaron la atención a sus contemporáneos, hoy resultan más necesarias que nunca: la alegría, el realismo y la misericordia. Alegría no es necesariamente bullicio ni diversión; es la serenidad del que crea un ambiente sano y agradable, en el que da gusto vivir. Por eso, una persona aburrida no puede ser un líder, ni resulta convincente. La alegría debe ir unida al realismo. Realismo no es visión negativa de la realidad, sino una mirada lúcida que discierne lo que hay de inaceptable en tantas situaciones que oprimen a las personas. La misericordia marca el realismo con la esperanza. Misericordia no es paternalismo, ni una actitud de pena momentánea, sino una disposición permanente de ayudar, desde el realismo y la cercanía solidaria, a todos los que no encuentran sentido a la vida.
Cuando Domingo vende sus libros para socorrer a los pobres (libros que, sin duda, estarían plagados de notas y que supondrían una fortuna no sólo económica, sino intelectual) o tiene intención de venderse como esclavo, cuando ya no tiene otra cosa que vender, hay ahí una crítica a una sociedad inmisericorde, egoísta a insolidaria, crítica que hoy debemos prolongar con los medios a nuestro alcance. Pues la fe se ofrece por medio de la palabra, pero se demuestra amando.
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