Pbro. Gabriel Martín Ghione
Homilía XX Durante el
año
“Comer-comulgar con un estilo de vida”
El discurso del pan de vida va llegando a su fin y hoy se
nos presenta la conclusión. “El que me come vivirá por mí”.
Es una frase fuerte y contundente que nos hace descubrir la
profundidad del misterio eucarístico. La celebración de la Eucaristía no es un
acto de piedad individual e intimista sino abrirnos y asumir el estilo
evangélico de Jesucristo.
Ya hemos visto que en el Evangelio de Juan el término carne
no se refiere a una parte de Jesús sino que designa no solo la Encarnación sino
además la vida de Jesús, comer su carne es entrar en comunión de vida, en otros
términos es seguirlo.
Permanecer en él, no se refiere a la unión que tenemos en
la oración sino, según lo expresa el mismo Evangelio: “Si guardan mis
mandamientos, permanecerán en mi amor” Jn 15,10 y para que nos quede claro cuál
es su mandamiento nos dice “Este es el mandamiento mío: que se amen unos a
otros como yo los he amado”. Indudablemente el permanecer en Jesús, el comer su
carne y beber su sangre significa asumir su estilo de vida caracterizado en
buscar el bien del prójimo, abrir el corazón a un Dios que nos ama a todos sin
exclusiones; en el amor que nos hace cercanos y misericordiosos; y en un estilo
de vida que nos hace más humanos.
Comer y beber de su vida, es ya tener vida eterna porque
nuestra vida entra en un dinamismo de plenitud. Estamos hechos para la comunión
no para el aislamiento, Dios en nuestro corazón nos dejó incompletos para
hallar nuestra plenitud en el otro, para no caer en la autosuficiencia y
creernos omnipotentes y todopoderosos. El problema es que muchas veces usamos
al otro, lo sometemos a nuestras necesidades y es por ello que Jesús nos enseñó
la gran regla de oro: el servicio. El servicio nos hace capaces de salir de
nosotros para pensar en las necesidades del otro, el servicio nos ayuda a
buscar soluciones con el otro. El que me coma vivirá por mí, hará presente el
Evangelio del servicio y de la entrega generosa, será capaz de jugarse la vida
por un mundo en el que todos estemos incluidos en el amor de Dios, en que todos
podamos vivir con lo que es de todos, en donde todos seamos protagonistas desde
distintos ángulos, siendo iguales pero manteniéndonos distintos, porque la
riqueza de Dios se manifiesta en la diversidad (Santo Tomás de Aquino)
Es hermoso vivir desde este proyecto del Padre, que nos envía
a dar vida.
Las exhortaciones de la primera y segunda lectura nos ayudan
a concretar y despertar en nuestro compromiso de vivir por él, ellas nos
invitan a: abandonar la ingenuidad y la necedad. Tenemos que despertar como
sociedad, tenemos que despertar como Iglesia. Creemos en el poder de la oración
pero tenemos que secundarla con nuestra acción. No sirven más los estériles
lamentos. Hoy más que nunca tenemos que comprometernos y jugarnos por el bien
del ser humano y por el bien de las próximas generaciones. No podemos seguir
permitiendo, por ejemplo, que grandes multinacionales sigan expropiando las
riquezas de nuestra tierra, contaminando nuestros ríos y nos devuelvan como
regalías lo que en realidad es nuestro. ¡Es qué estamos tan ciegos! No podemos
permitir que ciertas empresas con un hermoso eslogan, y que hacen desastres en
otros países, inviertan en nuestras tierras para experimentar lo que no se
animan en la tierra de sus dueños. En nuestras decisiones no hay nada que sea
neutro e inocente, o tomamos conciencia o vendemos nuestro presente y nuestro
futuro a algunos pocos que disfrutan mucho los bienes de todos y que por ahí
nos hacen alguna obra de caridad para tranquilizarnos.
Vivir por él, significa comprometernos por el bien del ser
humano y ayudarnos a despertar. Significa hacer presente el proyecto del Reino
en las decisiones diarias de nuestra vida, en nuestro compromiso social y
ciudadano.
Skipe: ghione.gabriel.martin
"Servidores de ustedes por amor de Jesús" 2 Cor 4,5
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