sábado, 4 de agosto de 2012


Pbro. Gabriel Martín Ghione
Reflexiones bíblicas del domingo
“Danos de este Pan”

La liturgia de la Iglesia nos presenta un ciclo de Evangelios en torno al discurso del pan de vida en el Evangelio de Juan, lo hace para complementar el Evangelio de Marcos.
El Domingo pasado Jesús nos enseño acerca del signo-milagro de compartir, hoy nos invita a profundizar en este sentido sobre el Pan de Vida.
La multitud que quería proclamarlo rey va en busca de Jesús. Cuando lo encuentran tienen este primer diálogo que nos habla mucho del corazón de Jesús. Él manifiesta y saca a la luz desde un primer instante las intenciones: “no me buscan por los signos sino porque comieron pan hasta saciarse”. La menor intención de Jesús es que lo proclamen rey, él no desea complacer a la multitud sino enseñarles un nuevo estilo de vida, quiere hacer presente los signos del Reino: el compartir, la solidaridad, la justicia, la inclusión. Muchas veces nosotros también buscamos a Jesús con la intención que nos dé un alimento perecedero, un “calmante espiritual” sin embargo él nos quiere dar el Pan de Vida.


El hambre y la sed son las necesidades básicas de todo ser vivo y por ende del ser humano, Jesús con esta comparación quiere enseñarnos que él puede satisfacer los anhelos más profundos del ser humano. Deseos que buscamos aplacar con el consumo, el acaparar, el poder o prestigio. Sin embargo, son los valores y la vida de Jesús los que responden a los deseos más profundos de nuestro corazón.

Cuando nos animamos a romper las barreras de nuestra comodidad y satisfacción personal, cuando renunciamos a nuestros criterios, estilos y pensamientos para asumir los de Jesús experimentamos plenitud de vida. Sentimos que estamos hechos para el otro, para enriquecernos mutuamente, para ayudarnos, para compartir, para tender la mano. Cuando queremos realizar las obras de Dios, cuando queremos el pan de Dios en realidad buscamos el bien y el servicio al hermano. Sí! El Pan de la Vida se juega en venir a Jesús y creer en Él y él siempre estuvo cerca de las necesidades del ser humano, siempre estuvo cercano al pobre, olvidado, excluido y alejado. Creer en él es adherirse a su Persona, asumir su estilo, más que “doctrinal” es “existencial” la fe.


En la Eucaristía celebramos el Misterio del Pan de Vida, pan que se entrega para que enseñarnos a no tener hambre, porque en la entrega y en el servicio los anhelos de nuestro corazón encuentran un cauce. Y nos invita a no tener sed porque su sangre derramada para la vida del mundo nos anima a sacrificarnos por el otro, a entregar lo más precioso por su bien.

Aparecida en el punto 254 nos ayuda a cerrar lo que hoy meditamos: “En su Palabra y en todos los sacramentos, Jesús nos ofrece un alimento para el camino. La Eucaristía es el centro vital del universo, capaz de saciar el hambre de vida y felicidad: “El que me coma vivirá por mí” (Jn 6, 57). En ese banquete, feliz participamos de la vida eterna y, así, nuestra existencia cotidiana se convierte en una Misa prolongada. Pero, todos los dones de Dios requieren una disposición adecuada para que puedan producir frutos de cambio. Especialmente, nos exigen un espíritu comunitario, abrir los ojos para reconocerlo y servirlo en los más pobres: “En el más humilde encontramos a Jesús mismo”. Por eso san Juan Crisóstomo exhortaba: “¿Quieren en verdad honrar el cuerpo de Cristo? No consientan que esté desnudo. No lo honren en el templo con manteles de seda mientras afuera lo dejan pasar frío y desnudez”.



Skipe: ghione.gabriel.martin

"Servidores de ustedes por amor de Jesús" 2 Cor 4,5

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