Pbro. Gabriel Martín Ghione
Reflexiones bíblicas del domingo
“Danos de este Pan”
La liturgia de la Iglesia nos presenta un ciclo de
Evangelios en torno al discurso del pan de vida en el Evangelio de Juan, lo
hace para complementar el Evangelio de Marcos.
El Domingo pasado Jesús nos enseño acerca del signo-milagro
de compartir, hoy nos invita a profundizar en este sentido sobre el Pan de
Vida.
La multitud que quería proclamarlo rey va en busca de Jesús.
Cuando lo encuentran tienen este primer diálogo que nos habla mucho del corazón
de Jesús. Él manifiesta y saca a la luz desde un primer instante las
intenciones: “no me buscan por los signos sino porque comieron pan hasta saciarse”.
La menor intención de Jesús es que lo proclamen rey, él no desea complacer a la
multitud sino enseñarles un nuevo estilo de vida, quiere hacer presente los
signos del Reino: el compartir, la solidaridad, la justicia, la inclusión.
Muchas veces nosotros también buscamos a Jesús con la intención que nos dé un
alimento perecedero, un “calmante espiritual” sin embargo él nos quiere dar el
Pan de Vida.
El hambre y la sed son las necesidades básicas de todo ser
vivo y por ende del ser humano, Jesús con esta comparación quiere enseñarnos
que él puede satisfacer los anhelos más profundos del ser humano. Deseos que
buscamos aplacar con el consumo, el acaparar, el poder o prestigio. Sin
embargo, son los valores y la vida de Jesús los que responden a los deseos más
profundos de nuestro corazón.
Cuando nos animamos a romper las barreras de nuestra
comodidad y satisfacción personal, cuando renunciamos a nuestros criterios,
estilos y pensamientos para asumir los de Jesús experimentamos plenitud de
vida. Sentimos que estamos hechos para el otro, para enriquecernos mutuamente,
para ayudarnos, para compartir, para tender la mano. Cuando queremos realizar
las obras de Dios, cuando queremos el pan de Dios en realidad buscamos el bien
y el servicio al hermano. Sí! El Pan de la Vida se juega en venir a Jesús y
creer en Él y él siempre estuvo cerca de las necesidades del ser humano,
siempre estuvo cercano al pobre, olvidado, excluido y alejado. Creer en él es
adherirse a su Persona, asumir su estilo, más que “doctrinal” es “existencial”
la fe.
En la Eucaristía celebramos el Misterio del Pan de Vida, pan
que se entrega para que enseñarnos a no tener hambre, porque en la entrega y en
el servicio los anhelos de nuestro corazón encuentran un cauce. Y nos invita a
no tener sed porque su sangre derramada para la vida del mundo nos anima a
sacrificarnos por el otro, a entregar lo más precioso por su bien.
Aparecida en el punto 254 nos ayuda a cerrar lo que hoy
meditamos: “En su Palabra y en todos los sacramentos, Jesús nos ofrece un alimento
para el camino. La Eucaristía es el centro vital del universo, capaz de saciar
el hambre de vida y felicidad: “El que me coma vivirá por mí” (Jn 6, 57). En
ese banquete, feliz participamos de la vida eterna y, así, nuestra existencia
cotidiana se convierte en una Misa prolongada. Pero, todos los dones de Dios
requieren una disposición adecuada para que puedan producir frutos de cambio.
Especialmente, nos exigen un
espíritu comunitario, abrir los ojos
para reconocerlo y servirlo en los más pobres: “En el más humilde
encontramos a Jesús mismo”. Por eso san Juan Crisóstomo exhortaba: “¿Quieren en
verdad honrar el cuerpo de Cristo? No consientan que esté desnudo. No lo honren
en el templo con manteles de seda mientras afuera lo dejan pasar frío y desnudez”.
Skipe: ghione.gabriel.martin
"Servidores de ustedes por amor de Jesús" 2 Cor 4,5
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