sábado, 4 de agosto de 2012


Pbro. Lucas truco
Reflexiones sobre las lecturas bíblicas del domingo


1º Lectura: “Este es el pan que el Señor les ha dado como alimento”
2º Lectura: “…despojándose del hombre viejo”
Evangelio: “La obra de Dios es que ustedes crean en Aquel que él ha enviado”


Cada vez que el avanzar hacia la libertad exige sacrificios, aparece la tentación de volver hacia atrás. Esto les sucedió a los Israelitas; el pan de cada día asegurado en la esclavitud les parecía más deseable que la vida sacrificada en libertad. Habían perdido de vista la meta.

Jesús lo sabe. El pan es lo primero. Sin comer no podemos subsistir. Por eso se preocupa tanto de los hambrientos y mendigos que no reciben de los ricos ni las migajas que caen de su mesa. Por eso maldice a los terratenientes insensatos que almacenan el grano sin pensar en los pobres. Por eso enseña a sus seguidores a pedir cada día al Padre pan para todos sus hijos.

Pero Jesús quiere despertar en ellos un hambre diferente. Les habla de un pan que no sacia solo el hambre de un día, sino el hambre y la sed de vida que hay en el ser humano. No lo hemos de olvidar. En nosotros hay un hambre de justicia para todos, un hambre de libertad, de paz, de verdad. Jesús se presenta como ese Pan que nos viene del Padre, no para hartarnos de comida sino “para dar vida al mundo”.

Jesús se presenta como ese Pan de vida eterna. Cada uno ha de decidir cómo quiere vivir y cómo quiere morir. Pero, creer en Cristo es alimentar en nosotros una fuerza indestructible, empezar a vivir algo que no terminará con nuestra muerte. Seguir a Jesús es entrar en el misterio de la muerte sostenidos por su fuerza resucitadora. [1]

Es admirable cómo Jesús sabe hilar esos dos tipos de hambre y esas dos clases de pan. Él no es un demagogo ni un manipulador que usa la capacidad de saciar el hambre corporal para ganarse adeptos. Es común que el que tiene algún poder lo use para comprar la aceptación y el aplauso social (y, de paso, una buena provisión de pan). Pero no Jesús, que si les ha dado de comer es porque ha sentido lástima de ellos y ha respondido a una necesidad real, dándonos así ejemplo e implicándonos en la solución de esos problemas más inmediatos. La manipulación puede también ir en sentido contrario, como ya hemos visto: recurrir a Dios sólo cuando se tiene hambre o cualquier otra necesidad material, exigiéndole soluciones que nosotros mismos deberíamos buscar, e incluso acusándole cuando las cosas van mal, como hace el pueblo de Israel en el desierto (olvidando bien pronto el don de la liberación que acababan de recibir). Él es un buen pastor, que se ocupa de las necesidades reales de los suyos y, por eso, les da de comer. Pero es también un Maestro, que, una vez atendidas esas necesidades básicas, sabe orientar la mirada hacia otras más decisivas, hacia otro tipo de pan que alimenta nuestro espíritu con bienes definitivos e imperecederos.[2]

Hay hambre de justicia, hambre de cariño, hambre de cultura, hambre de libertad, hambre de paz,  hambre de Dios…  ¿Qué podemos hacer para saciar toda esa hambre? Nuestro compromiso de colaborar con las actividades de la Parroquia o de otras instituciones entra dentro de nuestra condición  de cristianos y de las exigencias de participar en la misión evangelizadora de la Iglesia (que somos nosotros) y de hacer un mundo más humano, más libre y más justo. Las obras de Dios son creer, y actuar, como Jesús –el enviado de Dios- lo hizo.
                                          


[1] Pág. Web: “Odres Nuevos”
[2] Pág. Web: “Ciudad Redonda”

No hay comentarios:

Publicar un comentario