jueves, 9 de agosto de 2012


 Reflexiones bíblicas dominicales
Pbro. Diego Fenoglio
¡Levántate, come!, que el camino es largo.

El profeta Elías cede a un sentimiento de temor y huye. En el camino nace el desaliento y este cede al cansancio. El que era todo un campeón, se siente desfallecer, pero reconfortado, recuperando  fuerzas y el gusto por la vida sigue su camino hasta el Horeb donde le espera Dios.
Como Elías, también nosotros podemos sentir desaliento en la lucha diaria. El mal, en sus muchas formas, se nos puede cruzar en el camino; nuestro compromiso cristiano nos puede, en determinados momentos, pesarnos, y nuestra vida cristiana que comenzaba un día luminoso se nos convierte en rutina cansina. Sentimos entonces la tentación del cansancio. Un sentimiento de fracaso y de perdida de tiempo nos abruma. Es el momento de una renovada conversión. Donde la confianza interior  nos hace fuertes y seguimos el camino…

Los judíos no comprenden y murmuran. Buscando argumentos contra Jesús recurren a su propia historia que ellos conocen bien como vecinos y conocidas: ¿No es este el hijo de José? Entonces ¿cómo puede decir que ha bajado del cielo? Esta actitud de ataque personal, es muy vigente entre nosotros cuando nos cuesta reconocer en un hombre al mensajero de Dios.

Cristo se parte y se reparte en la Eucaristía para ser comido y asimilado como alimento verdadero que sacie todas nuestras ansias espirituales. El pan material, nos insinuaba Jesús hace unos domingos, hemos de compartirlo con quién carece de él, comportamiento humano y cristiano pero, tantas veces, asignatura pendiente en nuestra sociedad. La Eucaristía nos invita a relacionarnos en donde se respete la justicia y la caridad.

Las palabras del Señor dividen opiniones y voluntades. Unos le seguirán. Otros le abandonan desde aquel momento. Cada uno seguirá su camino por distintas rutas...Los creyentes formamos parte de una sociedad privilegiada que se alimenta con el pan que da la vida eterna, Cristo es su cuerpo y nosotros sus miembros capaces, por la acción del Espíritu, de continuar su vida. Jesús propone asumir el paso de la vida humana con un total compromiso. El conocimiento y aceptación de la propuesta de Jesús alimenta la dimensión trascendente del ser humano, que es la entrega total y absoluta a la voluntad del Padre; y la voluntad del Padre no es otra que la búsqueda y realización de la Utopía de la Justicia en el mundo en todos los ámbitos (Reinado de Dios), para que haya «vida abundante para todos» (Jn 10,10).

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