viernes, 26 de julio de 2013

Pbro. Diego Fenoglio
Domingo Ordinario XVII – Ciclo C  2013

Interceder ante Dios en beneficio de los otros

Tendríamos que hacernos una pregunta  qué pedimos en nuestra oración, porque por allí suele estar el problema. Muchas veces no pedimos que se haga su voluntad, o que nos conceda lo que más nos conviene en una situación determinada, sino que pedimos lo que nosotros creemos que más necesitamos. Cuando el Señor dice que pidamos con insistencia, nos recuerda que lo que tendríamos que pedir sería el Espíritu Santo: “¿Acaso alguno de ustedes, que sea padre, sería capaz de darle a su hijo una culebra cuando le pide pescado, o de darle un alacrán cuando le pide un huevo? Pues si ustedes que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!”
recordemos lo que nos dice el Señor: “Pidan, y Dios les dará; busquen, y encontrarán; llamen a la puerta, y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama a la puerta, se le abre”.

La oración de petición nos pondrá en contacto con nuestros límites y hará que nos relacionemos con el Señor desde nuestra pequeñez. No dejemos de pedir, ni pensemos que la oración de petición es de inferior calidad a otras formas de encuentro con Dios. Pero no olvidemos pedir el Espíritu Santo, para que nos ayude a entender los planes de Dios y a ponerlos en práctica.

Desmenucemos el Padre Nuestro:
1. Una invocación: “Abba” (Papá Bueno). Es la invocación que percibió Jesús el día de su bautismo y que le acompañó hasta la muerte: “en tus manos encomiendo mi espíritu”. Es la invocación que le acompañaba en los momentos de oración que nos muestra el evangelio. Es la invocación que le inspiraba confianza y que comunicaba a sus amigos y amigas. Es algo “novedoso” este Dios amigo y cercano ¿Es también nuestra experiencia? ¿Nos paramos con Jesús para invocar a Dios como Padre-Madre-Corazón y sentirnos con confianza en sus manos como los lirios del campo o las aves del cielo?

2. Dos deseos: “Santificado sea tu nombre y venga tu Reino”. Ambos deseos apuntan a lo mismo. En primer lugar borrar el Dios justiciero y grabar el real –papá, mama, corazón- y vivirlo con confianza y cariño. Pero sin olvidar que yo no soy el único hijo querido, que todo hombre y mujer es hijo querido y por tanto hermano y hermana. Viva cerca o viva lejos. Eso me lleva a una acción como la de Jesús: por la fraternidad, por la sororidad. Ese es el Reino que yo debo desear: un mundo de hermanos y hermanas que es la voluntad del Padre y el objetivo de vida de su hijo, nuestro hermano mayor Jesús. Son deseos que se deben convertir en compromisos. ¿Estamos en esa onda cuando oramos con la oración del Padre Nuestro?¿Nos atrevemos a decir esas palabras si nuestra vida no concuerda con ellas?

3. Dos peticiones: “Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras ofensas así como nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido”. El pan no es solo el “pan”, simboliza todo lo que es necesario para la vida diaria (alimento, vivienda, sanidad, educación, afecto…). También el Pan de la Vida que son las palabras y hechos de Jesús y de otros lideres religiosos y humanistas que alimentan nuestro espíritu en la línea de la verdad. Panes que alimentan nuestra esperanza en un momento en que muchas utopías caducan. Cuando rezamos el Padre Nuestro, ¿somos conscientes de que nuestra petición debe de ir unida a nuestra búsqueda y lucha de pan sobre todo para los que carecen de ello?
La segunda de las peticiones nos recuerda la importancia de las relaciones humanas. La necesidad de las mismas y la necesidad de reconciliación para restablecerlas. Manifestamos con claridad nuestra intención de promover relaciones nuevas, relaciones fraternales entre las personas, a partir de nuestro gesto concreto. Nos presentamos ante Dios para decirle que estamos dispuestos a perdonar, que nos animamos a ser transmisores de su perdón, porque reconocemos el perdón que Dios nos concede y la nueva oportunidad que nos brinda. ¿Tenemos este talante de reconciliación cuando Dios esta continuamente reconciliado con nosotros?

4. Una petición final: “No nos dejes caer en la tentación”. Aquí reconocemos nuestras limitaciones. Reconocemos que es duro y difícil ser consecuente con lo que hemos pedido y con lo que nos hemos comprometido con nuestra petición. Jesús también conoció la tentación de decir no a la voluntad de fraternidad del Padre del cielo No pedimos no tener tentaciones. Son parte de la vida. Pedimos fuerza, coraje y perseverancia, para no dejarnos arrastrar por ellas y olvidar la causa del Padre: el Reino. Pedimos fuerzas, pedimos el Espíritu, pero también tenemos que poner los medios. ¿Lo hacemos asi?

“En los tiempos que vivimos, en medio de una historia colectiva atravesada por la injusticia del antiReino, que se hace visible en la exclusión creciente de la mayor parte de nuestro pueblo y de otros muchos pueblos al acceso a una vida digna; en estos días, rezar el Padrenuestro se torna una imperiosa militancia, un desafío cotidiano, un oasis donde abrevar para la lucha por la Vida. Rezar el Padrenuestro puede hasta ser una acto subversivo, una memoria utópica. Porque subvierte y arrasa con los cimientos de una sociedad egoísta e injusta.
Eso sí, rezarlo como Jesús: con la vida compartida, con la entrega hasta la cruz, con la pasión por el Reino, con la opción por los más débiles, con los gestos liberadores de vida nueva, y también, y por todo eso, con los labios, como hijos y hermanos, repitiendo sus palabras: "Padre nuestro..." (Marcelo A. Murua)


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