domingo, 21 de julio de 2013

  Martín Gelabert Ballester, OP 
Palabras con carga ideológica 



En materia religiosa, algunos cambios en las palabras, que deberían ser inocentes, no lo son por la carga ideológica que algunos le añaden. A veces no hace falta ni siquiera cambiar de palabra, basta con cambiar el tono con que se pronuncia. Decir, por ejemplo, que hay que rezar mucho por el Papa Francisco, añadiendo además que él mismo ha pedido que recemos por él, puede ser algo bueno y necesario. Pero esta petición, según cómo se haga, puede presuponer un desacuerdo con su modo de hablar y actuar: sí, recemos mucho por el Papa, porque es necesario que rectifique cuanto antes sus gestos, palabras y actuaciones.



Las últimas ediciones de la Biblia latinoamericana han vuelto a la versión antigua del Padrenuestro, más acorde con los textos originales, reemplazando el texto litúrgico de “perdona nuestras ofensas”, por el “perdona nuestras deudas”. En los catecismos y liturgias anteriores y posteriores al Vaticano II, se pedía con toda normalidad el perdón de las “deudas”. Pero en América latina, algunos empezaron a preguntarse si era legítimo o no devolver la deuda de sus países a Estados Unidos. ¿Es legítimo que los gobernantes devuelvan una deuda cuando esta devolución acarrea la muerte de miles y miles de niños? A veces, lo legítimo es no devolver la deuda. Para evitar mayores problemas, las Iglesias latinoamericanas reemplazaron “deudas” por “ofensas”. Posteriormente la Iglesia española adoptó esta traducción, en aras de la unificación de los textos litúrgicos.



Un último ejemplo: En la última edición argentina del Misal romano (año 2009), con el “imprimatur” del Arzobispo Jorge Mario Bergoglio, utilizada también en Chile, se reemplaza el “por todos los hombres” de las palabras de la liturgia eucarística, durante la consagración del vino, por un “por muchos”. Ningún problema. Lo triste sería que algunos hicieran problema dónde no lo hay. El “muchos” bíblico es equivalente a “todos”. Si en la plaza de una pequeña ciudad se concentran todos sus habitantes, decimos que allí hay mucha gente. La carga ideológica estaría en querer ver en el “muchos” una restricción a la acción salvífica de Dios, algo así como si Dios no amase a todos y no quisiera la salvación de todos, sino solo de los buenos. Quienes actúan con ese componente ideológico no se dan cuenta que en realidad, la lógica de esta ideología restrictiva debería llevar a decir, de uno u otro modo, que son pocos los que se salvarán y, por tanto, que Cristo no murió ni por todos, ni por muchos, sino sólo por pocos.

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