Martín Gelabert Ballester, OP
Todo es política, con algún pero
En un post anterior hemos hablado de la importancia de mostrar la incidencia mundana de la fe. Dicho de otro modo: la fe cristiana tiene una relevancia social y es necesario traducirla en una toma de posición política. No se trata de invitar a los cristianos a afiliarse a ningún partido. Mucho menos se trata de que la Iglesia se constituya en aval de ninguna política concreta o de utilizar sus principios morales como argumento deslegitimador de la política. Pero sí se trata de notar que la fe cristiana contribuye al perfeccionamiento de la realidad social y a la defensa de la dignidad humana.
Lo que suscita problema es el hecho de que antes de cualquier posición y cualquier acción concreta, el cristiano y la Iglesia se encuentra ya en un campo de referencias sociales y políticas. Esto significa que cualquier toma de postura de la Iglesia como institución puede considerarse y, de hecho, se considera una toma de posición política. Por tanto, se hace necesaria una reflexión sobre las implicaciones políticas de todos sus enunciados. Si política es tomar decisiones que buscan ordenar rectamente lo social, entonces la política es necesaria, y toda postura sobre las realidades sociales y humanas puede considerarse política. Pero a la Iglesia no le toca dirimir entre dos soluciones distintas e incluso contrarias, mientras estas soluciones sean respetuosas con la dignidad humana (a propósito de la mayor o menor descentralización del Estado, por poner un ejemplo que se entiende fácilmente).
Ahora bien, lo política y lo social se encuentran con lo humano, no lo constituyen. La política tiene un dato previo: el ser humano que ya está ahí antes de que ella intervengan. La persona posee un valor más allá de la dimensión de lo social y su dignidad debe defenderse frente a toda invasión totalitaria de la política. La política no es el horizonte más amplio de la realidad. Existen alienaciones que la política no puede resolver, pues vienen dadas con la finitud del hombre y no pueden ser eliminadas por los hombres. La política puede prevenir las consecuencias de un temporal, pero los temporales causan efectos catastróficos incluso allí donde la técnica ha puesto lo mejor de sí misma. No sólo causan daños evitables en Haití, sino también en un lugar como Japón, donde parecía que todo estaba previsto y programado. ¿Quién soluciona el dolor de aquellos que han perdido a sus seres queridos, o la inseguridad psicológica que produce el verse afectado por una desgracia? ¿Quién responde a la necesidad de sentido que hay en todo ser humano? La fe cristiana no sólo tiene incidencia social, tiene también palabras de esperanza, gracia y salvación.
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