Paquistán:
La vida de esclavas de las esposas de Corán
Hijas de terratenientes obligadas a no casarse para no perder el patrimonio. El Islam prohíbe esta práctia, pero las “prisioneras” serían alrededor de 10 mil
Mauro Pianta
Algunas no lo soportan y precipitan en los abismos de la locura. Otras se refugian en la apatía y dejan que la muerte las consuma lentamente. La mayor parte de ellas transcurre una existencia al borde del infierno, prisioneras de una tradición inhumana: camareras-niñeras-esclavas al servicio de la “familia”. Son las “esposas del Corán”, jóvenes paquistaníes cuyo destino ha sido hipotecado por los clanes familiares: no podrán casarse y se “unirán” en matrimonio con el libro sacro del Islam. Lo aprenden de memoria. Algunas de ellas lo llevan siempre atado con una cuerda a la altura del ombligo. Viven prácticamente segregadas y ningún hombre mayor de 14 años se puede acercar a ellas. Es, en los hechos, una condena: servir con la vida al clan sin haberlo elegido.
Lo llaman “Haq Bakshish”, que significa literalmente «renunciar al derecho de casarse». Es una tradición antigua y maldita, que en la provincia de Sindh y en algunas partes del Punjab es muy difundida. Según el periódico árabe internacional “Asharq Al Awsat”, en Sindh, en 2007, había alrededor de 10 mil jóvenes prisioneras del Corán. Una tradición cuyas motivaciones se encuentran en la economía y no en la religión. Lo explica muy bien un informe sobre los derechos humanos que redactó el Departamento de Estado de los Estados Unidos en 2011: «Esta práctica –se lee en la nota– es utilizada, sobre todo, entre las familias de grandes terratenientes. Cuando para una hija o para una hermana no se encuentra dentro del círculo familiar extendido (que comprende tíos, primos.., ndr.) un marido considerado adecuado, entonces en lugar de desmembrar las propiedades del clan dando una dote en terrenos a la joven que se casaría con algún “extraño”, la obligan a permanecer en la casa con el “escamotage” del Corán. Y con la hija pemanece en la casa, bajo la tutela del padre o del hermano, también su cuota de terrenos en herencia».
Claro, el “Haq Bakshish” es castigado por la ley paquistaní con la cárcel (de tres a siete años). Pero nadie se arriesga a denunciar. Sobre todo porque las familias involucradas pertenecen a la clase Seyyed, una especie de casta espiritual que pretende ser reconocida como parte de la descendencia directa de Mahoma. Familias musulmanas “pura sangre” que, a menudo, gobiernan las instituciones. Por este motivo, las “esposas del Corán” permanecen ocultas a las estadísticas oficiales. En muy raras ocasiones alguna sale a la luz. Sucedió, por ejemplo, en diciembre de 2011. Una pareja, Fahad Amin y Shahnila Naz, que se casaron en contra la voluntad de sus padres, pronunció una conferencia de prensa en Lahore en la que denunciaron las amenazas de muerte que habían recibido por haber violado el código del “Haq Bakshish”. «La mitad de las mujeres de mi familia –dijo la joven al “Daily Times”– está casada con el Corán: las tratan peor que a las siervas y las obligan a cuidar a los niños y a los animales. Una noche –prosiguió– toda mi familia vino a mi habitación, se sentaron en mi cama con el Corán en la mano: “Este es tu marido”, dijeron. Yo logré escapar, me reuní con Fahad y nos casamos en el tribunal. Pero nos amenazan, tengo mucho miedo...». ¿Cómo habrá acabado esta pareja de esposos rebeldes?
Y, ¿cómo es la ceremonia nupcial con el Corán? Zubaida Alí asistió al “matrimonio” de su prima Fareeba. «Fue muy extraño –declaró al “Daily Times”–, mi prima tenía 25 años, era muy guapa, estaba vestida con los vestidos tradicionales de las esposas del Sindh: vestido rojo, joyas, tatuajes en las manos y en los pies y un velo negro. Había música, confusión, muchos huéspedes. Lástima que faltara el marido...». Habib ur Rehman, profesor en la Universidad islámica de Islamabad, ha declarado en más de una ocasión: «estas ceremonias, desde el punto de vista del derecho islámico, son consideradas no válidas. Cada mujer tiene derecho de casarse con quien quiera y no con el Corán». Palabras santas, se diría. Pero las palabras en sí mismas no son suficientes para liberar a estas jóvenes mujeres. En Paquistán y en pleno 2013.
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