jueves, 25 de julio de 2013

A qué viene el Papa Francisco
Frei Betto




A partir del martes por la tarde, en que el papa Francisco desembarque en la base aérea de Galeano, los brasileños podrán admitir: tenemos papa.

La visita de un papa es un honor para cualquier país, aunque sea por cualquiera de estos dos motivos: incremento del turismo y visibilidad en los medios mundiales.

El foco de esta semana no debiera, en principio, estar centrado en el nuevo pontífice, sino en la Jornada Mundial de la Juventud. Sabemos, sin embargo, que un papa es un icono, la única monarquía absoluta que queda en Occidente, y está revestida de una sacralidad que no tiene ningún otro líder religioso o político de la actualidad.

La venida del papa Chico -como muchos jóvenes se refieren a él- abre un abanico de múltiples expectativas. En este su primer viaje como pontífice fuera de Europa dirá una decena de discursos. Su visión del mundo y el rumbo que pretende imprimir a la Iglesia Católica se pondrán en primer plano. Los católicos sabrán si Francisco será un papa avanzado como Juan 23, moderado como Pablo 6° o conservador como Juan Pablo 2° y Benedicto 16.

Francisco llega para encontrarse con los jóvenes. Viene a traerles una buena noticia, lo que los griegos antiguos llamaban Evangelio. Éste es el objetivo número uno del viaje. De hecho será el encuentro de dos jornadas: la de los jóvenes católicos de diversos países y la de la juventud brasileña que ocupó las calles el mes pasado y expresó sus anhelos de más ciudadanía y democracia.

¿Tendrán nuestras autoridades el valor de acompañar al papa en sus contactos con los jóvenes o preferirán esconderse en sus palacios, como sucedió al final de la Copa de las Confederaciones? Y si hubiera manifestaciones, ¿actuará con violencia la policía?

Frente a una manifestación, no habría que extrañarse si el papa Francisco, hombre nada dado a protocolos, rompiera el cerco policial para saludar a los jóvenes. Al fin y al cabo ellos son la razón de su viaje. Y en ellos reside el futuro de la Iglesia Católica, zarandeada hoy por escándalos sexuales y financieros; por la insistencia en una moral sexual anacrónica, como la prohibición del uso de preservativos; y por la evasión de sacerdotes y de fieles en busca de una espiritualidad más amorosa y de una religión menos clerical y autocrática.

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