jueves, 18 de julio de 2013

  Martín Gelabert Ballester, OP 
Salvación en el cielo y en la tierra 



La fe cristiana no es la afirmación de realidades invisibles colocadas en el más allá, sino una fe salvífica. La fe es la condición de la salvación del ser humano y su mundo: “con la boca se confiesa para conseguir la salvación” (Rm 10,10). Ahora bien, ¿qué es la salvación? ¿Será acaso una situación supramundana, alejada de la realidad e incluso opuesta a ella? Cuando la Escritura habla de salvación utiliza una serie de conceptos que tienen que ver con la vida, la salud, el bienestar, la alegría. Parte de experiencias y situaciones negativas en las que se revela el lado más terrible de la existencia: enfermedad, peligro de muerte, esclavitud, guerra. Forzado por esta necesidad, el hombre se dirige a Dios, buscando en él una salida a sus acuciantes problemas, para conseguir, a partir de ahí, una existencia plena, gozosa y auténtica.



No es posible, por tanto, separar las realidades humanas y mundanas de las realidades salvíficas, del mismo modo que no es posible separar al Dios creador del Dios salvador. Si decimos que la salvación no tiene relación con nuestra realidad mundana, estamos negando la universalidad de la redención. Si no tenemos indicios de salvación en el aquí y ahora de la historia, difícilmente podremos tenerlos para un más allá hipotético. Estos indicios de una salvación para todos en el ahora aparecen en el anuncio del Reino de Dios para los pobres. Ahí, en la lucha por un mundo más justo y solidario, tenemos un primer indicio de la salvación que Dios quiere para todos y de la acción de su Espíritu que mueve a trabajar por un mundo mejor, sin víctimas y con las menos lágrimas posibles.



Tengo la impresión de que, quizás como reacción frente a una reducción del cristianismo a mera solidaridad humana, nos encontramos hoy con nuevos intentos de “espiritualizar” la fe cristiana; dicho de otro modo: de colocarla en un plano supra mundano, más allá de los conflictos humanos. De rebote estas posturas, al apelar a que la salvación viene “de arriba”, buscan defender la necesidad de más autoridad, por no decir autoritarismo, en la Iglesia. Pero si la Iglesia es incapaz de comunicarse con la sociedad se convierte en una secta, que vive junto al mundo, pero al margen del mundo. Su mensaje de salvación aparece entonces como un consuelo ineficaz, al no ser capaz de iluminar las realidades en las que viven, luchan, sufren y gozan los hombres. Presentar un Dios sin referencia al mundo, equivale a entender un mundo sin referencia a Dios. Por eso es importante que los cristianos seamos capaces de señalar la incidencia mundana de la fe. No se trata de que el mundo sea criterio de comprensión de la fe; se trata de tener claro que el mundo es la referencia ineludible de toda comprensión cristiana de la salvación.

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