martes, 16 de julio de 2013

Importancia de la unidad Latinoamericana
Carlos Angulo-Rivas


A fin de contrarrestar las agresiones político-económicas de los países industrializados, la unidad de América Latina y el Caribe se ha convertido en una fuerza categórica y concluyente. Difícilmente Washington podrá gobernar como antes una agenda propia en el continente, menos cuando a través del inmenso poder de los medios de comunicación transnacionales, y de las presiones diplomáticas, económicas, políticas y militares, la Casa Blanca trata de burlar la ley internacional con el pretexto de la seguridad nacional. El escándalo creado por las revelaciones del ex contratista de la Agencia de Seguridad Nacional, Edward Snowden, ex miembro de la CIA, ha hecho perder los papeles a la administración del presidente Barack Obama, y no sólo por los errores cometidos o por incapacidad de conducción sino por no respetar los principios básicos de la convivencia internacional entre las naciones.

Primero, porque los estadounidenses niegan el derecho a asilo político, segundo porque amenazan abiertamente a los países soberanos que quieran otorgarlo y tercero porque quiebran la inmunidad de la que gozan los representantes diplomáticos y en el caso especial del presidente de Bolivia, Evo Morales, la de los jefes de Estado.

Estados Unidos viene reaccionado en la esfera internacional de una manera unilateral, compulsiva y dictatorial, es decir, al margen de la ley cuando desde el punto de vista de sus gobernantes se percibe una amenaza a sus intereses. Sin embargo, estos métodos de intimidaciones y advertencias que funcionaban históricamente en el pasado, hoy resultan arcaicos y contraproducentes, pues enfrentan a un mundo cada vez más independiente y soberano. Los organismos internacionales, sobre todo en América Latina y el Caribe, han marcado distancias con el tratamiento hegemónico de la superpotencia y no por simple rebeldía sino por hacerse respetar como repúblicas con dignidad y soberanía. La unánime condena al maltrato recibido por Evo Morales al tratar de cruzar el espacio aéreo europeo, ha roto el esquema norteamericano de avasallar al llamado "patio trasero.” El espionaje mundial descubierto es ilegal, ya que no respeta las normas internacionales de proteger el derecho a la intimidad en las comunicaciones ni los secretos de estado de los países del mundo, convertidos en víctimas de un programa de vigilancia extranjera que vulnerada la independencia y soberanía. Sin embargo, Estados Unidos insiste en darse la razón enfrentando a la opinión pública mundial.

Por ejemplo, los intentos de dividir la acción unitaria de condena a la política de injerencia norteamericana han estado presentes en la reunión de presidentes de UNASUR en la ciudad de Cochabamba, donde los presidentes de Chile y Colombia trataron de rebajar el nivel de la convocatoria y el presidente pro témpore de ese organismo, Ollanta Humala no asistió a pesar de condenar el agravio sufrido por su colega boliviano. Obsérvese que estos tres presidentes, pro norteamericanos, son precisamente los propulsores de la Alianza del Pacífico, endeble organización de última hora con la que cuenta Estados Unidos para tratar de quebrar la unidad lograda en Mercosur, Unasur, Alba y CELAC. Similar situación se presentó en la reunión de representantes de la OEA, Organización de Estados Americanos, donde luego ocho horas de debate, este martes pasado, se aprobó la condena al atentado sufrido por el presidente boliviano, Evo Morales, quien fuera detenido en su vuelo presidencial, de regreso de Moscú, por la prohibición de los gobiernos de Italia, Portugal, España y Francia.

En la resolución dada a conocer durante la sesión especial de la OEA, se acordó condenar la intervención violatoria de las normas y principios básicos de las leyes internacionales; y además, se convino en hacer un llamado a Francia, Portugal, Italia y España para que brinden las explicaciones y disculpas correspondientes.

La decisión tomada después de un intenso debate, cuyo único punto de discusión fue el secuestro del avión del presidente de Bolivia, Evo Morales, en los espacios aéreos de Francia, Portugal, Italia y España, el pasado 2 de julio, fue oscurecida por los delegados de Estados Unidos y Canadá. Ambos embajadores de adiestramiento colonialista se opusieron a la resolución de la OEA por considerar que los aspectos del conflicto no estaban claros y que Bolivia debía solucionar el impedimento de vuelo presidencial de forma bilateral con los países involucrados. Maniobra endeble rechazada por cuanto el problema suscitado no es de índole particular o exclusivo sino internacional, multilateral, por cuanto se refiere al debido respeto entre las naciones para logra una gobernabilidad mundial civilizada.

Ante la oposición de Estados Unidos y Canadá, el embajador boliviano Diego Pari Rodríguez, reiteró que el "delito” de Evo Morales para hacerse objeto de la agresión fue ser indígena y antiimperialista, y reiteró que su país no aceptará ningún tipo de presiones. Asimismo, el representante de Argentina, Martín Gómez Bustillo, expresó en nombre de su gobierno congratulaciones por la aprobación de la resolución, asegurando que no se trata de una resolución más, debido a que la OEA, no podía pasar por alto la afrenta hacia la hermana república de Bolivia. "Es una afrenta a toda la nación. No tenemos porque aceptar un maltrato de ninguno de los países que cuestionamos, quienes deben pedir disculpas a Bolivia, a su presidente, su pueblo y a todos, porque todos somos Bolivia” concluyó.

Lo ocurrido en la OEA demuestra una vez más la sobrante presencia de Estados Unidos y Canadá en un organismo que debería velar por los intereses regionales y no por los de las superpotencias económicas. La creación de CELAC en reemplazo de la OEA se reafirma como una necesidad impostergable. El despertar de nuestros pueblos dará cuenta de la OEA, organización conocida internacionalmente como el "ministerio de las colonias” que, sin embargo, hoy se ve atenazada por los gobiernos progresistas de la América Latina y el Caribe. Para Estados Unidos y Canadá, los principios fundamentales de la gobernabilidad mundial pasan a un segundo plano cuando se colocan por encima los intereses económicos y políticos de gobernantes comprometidos con la globalización neoliberal de la profunda crisis moral de la pobreza, el hambre y la desocupación. El movimiento de la indignación en la opinión pública mundial prevalece y la unidad de nuestros pueblos es la única garantía de defender los derechos esenciales de la humanidad.

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