domingo, 7 de julio de 2013

Lumen Fidei

  Martín Gelabert Ballester, OP 

La fe hace ver 



La luz de la fe, expresión que se encuentra en Tomás de Aquino, es el título que ha escogido el Papa Francisco para su primera encíclica. Esta encíclica está en estrecha continuidad con las otras dos grandes encíclicas de Benedicto XVI dedicadas a la vida teologal: Deus caritas est y Spe salvi. La fe, la esperanza y la caridad son las tres actitudes que unen al cristiano con Dios en este mundo. Ellas, dice el Catecismo de la Iglesia Católica (nº 1812) “se refieren directamente a Dios. Disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Tienen como origen, motivo y objeto a Dios Uno y Trino”. En la encíclica, este “origen, motivo y objeto” teologal, se expresa así referido a la fe: "La fe nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor, un amor que nos precede y en el que nos podemos apoyar para estar seguros y construir la vida. Transformados por este amor recibimos ojos nuevos, experimentamos que en él hay una gran promesa de plenitud y se nos abre la mirada al futuro".



La mano de Benedicto XVI aparece a lo largo del texto, no sólo por las referencias a los grandes autores de los que Joseph Ratzinger ha bebido (San Agustín por ejemplo) o de otros autores modernos del ámbito germánico que conoce bien (F. Nietzsche ya citado en Deus caritas est vuelve a aparecer ahora), sino por el modo como trata algunos temas con los que Ratzinger como teólogo y Benedicto XVI, como Papa, se ha mostrado sensible. Estoy pensando en las relaciones entre fe y verdad, y fe y razón. La fe sin verdad no salva, la fe no es un sentimiento hermoso. Recuperar la relación de la fe con la verdad, dice la encíclica, es hoy más necesario que nunca, precisamente por la crisis de verdad en que nos encontramos. En la cultura contemporánea parece que no hay más verdad que la científica o la tecnológica y se minusvaloran aquellas verdades que dan sentido a la existencia. Por otra parte, es importante mostrar que la fe y la razón se refuerzan mutuamente. La fe despierta el sentido crítico y abre la mirada del científico a la riqueza inagotable de la realidad.



Hago notar dos de los muchos temas relacionados con la fe que trata la encíclica: la fe contribuye a la construcción de la ciudad terrena, la fe ilumina y da sentido al sufrimiento humano; la fe es una luz para vivir en sociedad y la fe conforta en el sufrimiento. Pero, por encima de todo, lo que hay que subrayar son las decisivas consideraciones cristológicas: la fe nos une con Cristo, al interiorizar a Cristo en nosotros. Como dice san Pablo: por la fe habita Cristo en nuestros corazones, ¡es Cristo quién vive en mí!



Esta presentación de la Lumen fidei, escrita como crónica de urgencia, quiere ser una invitación a su lectura reposada. En una sociedad en la que muchos consideran que el acto de fe es algo oscuro, inseguro e infantil, la encíclica subraya la certeza y la luminosidad que emanan de la fe cristiana, así como el hecho de que prescindir de la fe no es ganar en autenticidad y grandeza, sino perder parte de la integridad humana.

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