Lafferriere:
"Este modelo es neocolonial y depredador"
OBSERVATORIO ANTIIMPERIALISTA
MANUEL UGARTE
Durante un encuentro para recordar el Día de la Independencia, el economista argentino Luis Lafferriere calificó al modelo actual de neocolonial, extractivista y depredador de las riquezas naturales. Aseguró que las políticas del gobierno pusieron proa hacia un colapso energético, y que se alinean con un proyecto criminal, pergeñado desde el imperialismo, que no descarta eliminar a la mitad de la población mundial.
Profesor universitario y economista, Luis Lafferriere es un motor permanente de los encuentros sobre economía y sociedad desde una perspectiva crítica del capitalismo.
Convocado para hablar sobre la independencia, se preguntó ante un grupo de jóvenes reunidos en la sede de Agmer Paraná, en la capital de Entre Ríos, por el significado de la independencia, y el para qué de esa independencia.
Ubicó el tema dentro del contexto más general del sistema capitalista mundial, que es el modo de organización que domina en todo el planeta, salvo casos muy excepcionales. Y apuntó que como forma de organización, el capitalismo genera dinámicas que terminan causando graves daños sociales y ambientales. En el caso de nuestro país, además de capitalista, dijo, “se insertó como Nación de manera dependiente y subordinada a los polos de poder mundial”.
Luego de analizar las distintas variables que demuestran la dependencia a la que está sometido el territorio argentino, el cambio de “un amo por otro” en la historia regional, afirmó que en los últimos lustros el sistema ha crecido a altas tasas, pero apoyado en sectores que afectan negativamente el ambiente, “dominados por un modelo neocolonial extractivista depredador, es decir, sostenido en el saqueo de las riquezas, lo cual conduce a una sociedad sin futuro”.
“Aquí las que deciden son las corporaciones extranjeras dedicadas a los agronegocios, la armaduría automotriz, la extracción de minerales a gran escala e hidrocarburos. Esos son los sectores clave, dependientes de corporaciones transnacionales y depredadoras del ambiente, que en sintonía con la economía mundial nos conducen al precipicio, donde el calentamiento global, el colapso energético, la creciente escasez de recursos vitales, entre otros, son algunos de los elementos más preocupantes en el presente y el futuro próximo”.
Dónde meterlos ni con qué alimentarlos
“En pocos años se pierden riquezas que a la naturaleza le llevó millones de años conformar; vuelan montañas para la megaminería, usan cantidades astronómicas de agua y la contaminan, para proyectos que duran dos o tres décadas. Ese es nuestro horizonte, no vamos a tener suelos, minerales, hidrocarburos”, alertó.
Puso como ejemplo lo que ocurre con la industria de autos en la Argentina.
“La armaduría automotriz se basa en seguir consumiendo combustibles fósiles. Ya llegamos al cenit de la producción de petróleo, vamos hacia un colapso en la producción, y nos muestran como proyecto estratégico la armaduría (el 80 % de los componentes es importado); plantean duplicar la cantidad de autos para el año 2020, y ya hoy no tenemos dónde meterlos ni con qué alimentarlos”.
Para Lafferriere, el gobierno argentino actual, lejos de buscar la proclamada independencia y la sustentabilidad “está encolumnado como periferia subordinada en el capitalismo mundial que llegó a una etapa depredadora, y eso se ve en la megaminería, la fractura hidráulica para extraer gas no convencional, la agricultura con transgénicos y agrotóxicos, y el consumismo basado en el gasto de combustibles fósiles”.
Según el estudioso argentino, “la ganancia, la competitividad y el crecimiento como bases del capitalismo están dando en la actualidad sus peores resultados: la destrucción de la vida”.
Lafferriere, oriundo de Entre Ríos, aseguró que el capitalismo, al que adscriben los gobernantes argentinos, se sostiene en el saqueo de las riquezas y en una democracia formal, condicionada, al servicio del modelo. “Ahora en política se trata de ver quién gestiona mejor este modelo”, cuestionó.
En este camino, “el capitalismo cambia de formas, pero siguen vigentes las grandes tendencias estructurales, donde los centros captan los excedentes y nuestros países son saqueados. La última etapa es la extracción de los recursos naturales, en magnitudes que superan los límites planetarios”.
Sobramos 4 mil millones de personas
Para el economista, en la actualidad estamos “peor que en los tiempos de la argentina agroexportadora, porque son los tiempos del saqueo a escala gigantesca, pero a costa de la destrucción de la biodiversidad y de la capacidad de producir alimentos varios y de calidad. Solo se insiste en la monoproducción de bienes transgénicos, que deja enormes ganancias a las corporaciones extranjeras que dominan los mercados a escala mundial”.
“Este sistema repite – dijo-, con otras formas, la dependencia de políticas que llegan desde los países imperialistas, es decir, una constante en la Argentina. En esta dinámica demencial, suman problemas sobre problemas, con el consumo de energía y la destrucción del ambiente, mientras sostienen 4 mil millones de personas pobres en el mundo, de los cuales 1.500 pasan hambre todos los días, según el último informe de la FAO (Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura). Aquí se sigue la corriente de un sistema donde el 15 por ciento de la población del mundo consume el 80 por ciento de los recursos y es responsable de igual porcentaje de la contaminación producida”.
“Para los dueños del mundo el problema de los recursos escasos no es desconocido, pero la causa no radicaría en el modelo irracional de sobreproducción y consumo desenfrenado: para ellos sobramos 4 mil millones personas”, alertó. ¿Y cómo se desprenderán de esos 4.000 millones? La respuesta de Lafferriere fue categórica: “impulsan un proyecto neomalthusiano: guerra, peste y hambruna, es decir, un proyecto criminal”.
“Se trata de un plan siniestro de los grupos que basan su poder en las finanzas, el comercio internacional y la fuerza bélica para la depredación de las riquezas. Cada día mueren de hambre entre 30 y 50 mil personas en el mundo, una ciudad por día. En esta lógica no tenemos futuro, esta es la dependencia y se expresa de distintas maneras, con la destrucción de humedales y glaciares, la matanza de abejas (síntoma de grave crisis y anuncio de desertificación), el calentamiento global, el agotamiento de la energía o, en el plano social, el hacinamiento en las ciudades. Ya falta agua para 3.000 millones de personas”.
Dijo que gran parte de la dirigencia política de todo el mundo, incluido nuestro país, plantea resolver los problemas del hambre y la pobreza con más crecimiento y más producción, pero eso es parte del círculo vicioso que nos conduce a un callejón sin salida. “En la Argentina, los sectores de mayor crecimiento son expulsores de mano de obra (además de depredadores del ambiente), pero esas consecuencias nefastas han sido tapadas o maquilladas por un tiempo a través de empleo estatal, subsidios y consumo desenfrenado de bienes que no son esenciales, pero nada de eso es sustentable y el fin de ciclo puede conducirnos a situaciones alarmantes desde el punto de vista social”.
“A 200 años de la Declaración de la Independencia es posible e indispensable cambiar el rumbo. Vamos a un colapso energético. Rompimos las barreras del espacio, la distancia, el tiempo, y esta forma de vida no es sustentable. Por eso, no hay independencia sin un cambio civilizatorio, que nos lleve a una sociedad donde convivamos en armonía entre nosotros y con la naturaleza”, manifestó Lafferriere.
Explicó que para llegar al estado actual de las cosas, los grupos de poder actuaron por etapas, mediante la instalación de dictaduras y democracias formales, hasta entregar la economía a grandes corporaciones que hoy son las que dominan con su producción a escala, con mínima ocupación, como puede constatarse en la producción de la Argentina, y en Entre Ríos en particular, donde desembarcaron los agronegocios. “En vez de tener producción diversificada, pequeña escala campesina, diversos productores, buscan un solo producto con pocas empresas que producen a gran escala, y destruyen la diversidad productiva”, afirmó.
Dos aberraciones del capitalismo
Sostuvo que durante la historia reciente de la Argentina hubo propuestas liberales, estructuralistas o desde la teoría de la dependencia, y subrayó que la actual etapa es la más inquietante porque el sistema expresa su decadencia en la depredación de las riquezas y arrojando a millones de seres humanos a la marginalidad y el hambre.
Pese a todo, aseguró que distintas personas y organizaciones sociales cultivan formas y modos de superar la tendencia actual, muchas fundadas en antiguas sabidurías de este suelo que desde los sectores de poder han menospreciado durante siglos.
Lafferriere insistió en la necesidad de estudiar el devenir del capitalismo para comprender la paradoja argentina, y en ese sentido recordó que los economistas críticos afirman que este sistema “se cimenta en dos aberraciones: la primera, que el capitalismo exige que seamos competitivos, lo que conduce a la búsqueda de la máxima ganancia como prioridad, de modo que el que no gana, no es competitivo y muere. La segunda: que necesitamos un constante crecimiento, el mayor posible, aunque eso deprede el ambiente”.
Es decir, “la ganancia y el crecimiento, dos aberraciones que marcan la esencia de esta forma de vida en nuestra sociedad, y sin embargo, las hemos naturalizado, e incluso admitimos como normal que la actividad económica busca el lucro, la ganancia, y la política busca el crecimiento. Máxima ganancia y máximo crecimiento son las metas de la economía convencional que se estudia con exclusividad en casi todo el sistema educativo. Después vendrá para esos economistas el debate sobre si queremos un estado más o menos presente, con mayores o menores regulaciones”.
En eso se basó el economista para afirmar que en el país, tanto el oficialismo como algunos sectores de la llamada oposición proponen, para salir de la debacle, más de lo mismo. “Pero la sociedad deberá comprender que haciendo más de lo mismo sólo se lograrán los mismos o peores resultados que los ya conocidos”.
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