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Tiempo ordinario (C) Lucas 12, 13-21
CONTRA LA
INSENSATEZ
JOSÉ ANTONIO PAGOLA,
Cada vez
sabemos más de la situación social y económica que Jesús conoció en la Galilea
de los años treinta. Mientras en las ciudades de Séforis y Tiberíades crecía la
riqueza, en las aldeas aumentaba el hambre y la miseria. Los campesinos se
quedaban sin tierras y los terratenientes construían silos y graneros cada vez
más grandes.
En
un pequeño relato, conservado por Lucas, Jesús revela qué piensa de aquella
situación tan contraria al proyecto querido por Dios, de un mundo más humano
para todos. No narra esta parábola para denunciar los abusos y atropellos que
cometen los terratenientes, sino para desenmascarar la insensatez en que viven
instalados.
Un
rico terrateniente se ve sorprendido por una gran cosecha. No sabe cómo
gestionar tanta abundancia. “¿Qué haré?”. Su monólogo nos descubre la
lógica insensata de los poderosos que solo viven para acaparar riqueza y
bienestar, excluyendo de su horizonte a los necesitados.
El
rico de la parábola planifica su vida y toma decisiones. Destruirá los viejos
graneros y construirá otros más grandes. Almacenará allí toda su cosecha. Puede
acumular bienes para muchos años. En adelante, solo vivirá para disfrutar:”túmbate,
come, bebe y date buena vida”. De forma inesperada, Dios interrumpe sus
proyectos: “Imbécil, esta misma noche, te van a exigir tu vida. Lo que has
acumulado, ¿de quién será?”.
Este
hombre reduce su existencia a disfrutar de la abundancia de sus bienes. En el
centro de su vida está solo él y su bienestar. Dios está ausente. Los
jornaleros que trabajan sus tierras no existen. Las familias de las aldeas que
luchan contra el hambre no cuentan. El juicio de Dios es rotundo: esta vida
solo es necedad e insensatez.
En
estos momentos, prácticamente en todo el mundo está aumentando de manera
alarmante la desigualdad. Este es el hecho más sombrío e inhumano: ”los ricos,
sobre todo los más ricos, se van haciendo mucho más ricos, mientras los pobres,
sobre todo los más pobres, se van haciendo mucho más pobres” (Zygmunt Bauman).
Este
hecho no es algo normal. Es, sencillamente, la última consecuencia de la
insensatez más grave que estamos cometiendo los humanos: sustituir la
cooperación amistosa, la solidaridad y la búsqueda del bien común de la
Humanidad por la competición, la rivalidad y el acaparamiento de bienes en
manos de los más poderosos del Planeta.
Desde
la Iglesia de Jesús, presente en toda la Tierra, se debería escuchar el clamor
de sus seguidores contra tanta insensatez, y la reacción contra el modelo que
guía hoy la historia humana.
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