Pbro. Gabriel Martín Ghione
Pentecostés:
Transformarse
Celebramos el gran regalo del Padre a la Iglesia: el Don del
Espíritu. La Pascua llega a su plenitud, Jesús ha entregado su vida y la ha
comunicado a la Iglesia y al mundo.
Necesitamos que el espíritu nos anime a la conversión
pastoral, una conversión que como clave de lectura debe ser el llegar a las
periferias existenciales, sociales, culturales, económicas.
La conversión que nos plantemos debe ser desde el Espíritu
de Jesús y desde lo que Él quiere y motiva en la Iglesia. Él nos transforma:
·
A nivel relacional nos
impulsa-envía a la paz y reconciliación. El plan de pastoral nos sugiere que la
conversión pastoral pasa por el modo en que nos relacionamos. Todos tenemos
heridas y no siempre nos hemos reconciliado con los que la provocaron, muchas
veces nos sucede que evaluamos y “medimos” desde esas heridas, ellas no nos
permiten tener una mirada más objetiva de la realidad. La reconciliación nos
hace capaces de ganar libertad y madurar las heridas para que ellas sean fuente
de una sabiduría práctica. La paz propuesta en la sagrada Escritura es fruto de
la plenitud de la persona en todos los aspectos, armonía y unidad de vida.
·
También a nivel
relacional nos ayuda a comunicarnos, el hecho de que todos se entendieran en la
primer lectura, es que “había un lenguaje común”, si bien esta lectura busca
expresar más bien que el Evangelio era predicado en todas esas lenguas, puede
también ayudarnos a pensar que el Espíritu nos ayuda a entendernos. Más aún, el
Espíritu ayuda a “hablar el lenguaje de la gente” a expresar de un modo
entendible el mensaje de Jesús: hablar de una manera cercana.
·
Nos moviliza, nos ayuda
a salir al encuentro. Paralizados, miedosos ante una cultura que se vive como
un atentado hemos convertido a la Iglesia en un refugio de cristianos miedosos
de contaminarse. Él no quiere cristianos miedosos sino aquellos que se
comprometen, que salen, que hablan el lenguaje de los distintos pueblos y
culturas.
·
Nos ubica en el lugar
de hijos y hermanos. Dios es nuestro padre, no quiere que tengamos miedo,
quiere que confiemos en su amor y a la vez pretende que nos comportemos como
buenos hermanos, sin generar miedos, ni esclavitud-explotación.
La Iglesia vive para la misión, para comunicar la Buena
Noticia de Jesús, no para hablar de ella, no para pensar en ella. Un rasgo
profundo de su identidad es el envío que recibió. Si no vivimos desde ese envío
nos enfermamos, el encierro lleva a crear estructuras y barreras que nos hacen
sentir seguros pero que nos alejan de las necesidades del otro.
Skipe: ghione.gabriel.martin
"Servidores de ustedes por amor de Jesús" 2 Cor 4,5
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