sábado, 18 de mayo de 2013


Pbro. Gabriel Martín Ghione
Pentecostés: 
Transformarse

Celebramos el gran regalo del Padre a la Iglesia: el Don del Espíritu. La Pascua llega a su plenitud, Jesús ha entregado su vida y la ha comunicado a la Iglesia y al mundo.

Necesitamos que el espíritu nos anime a la conversión pastoral, una conversión que como clave de lectura debe ser el llegar a las periferias existenciales, sociales, culturales, económicas.

La conversión que nos plantemos debe ser desde el Espíritu de Jesús y desde lo que Él quiere y motiva en la Iglesia. Él nos transforma:

·         A nivel relacional nos impulsa-envía a la paz y reconciliación. El plan de pastoral nos sugiere que la conversión pastoral pasa por el modo en que nos relacionamos. Todos tenemos heridas y no siempre nos hemos reconciliado con los que la provocaron, muchas veces nos sucede que evaluamos y “medimos” desde esas heridas, ellas no nos permiten tener una mirada más objetiva de la realidad. La reconciliación nos hace capaces de ganar libertad y madurar las heridas para que ellas sean fuente de una sabiduría práctica. La paz propuesta en la sagrada Escritura es fruto de la plenitud de la persona en todos los aspectos, armonía y unidad de vida.

·         También a nivel relacional nos ayuda a comunicarnos, el hecho de que todos se entendieran en la primer lectura, es que “había un lenguaje común”, si bien esta lectura busca expresar más bien que el Evangelio era predicado en todas esas lenguas, puede también ayudarnos a pensar que el Espíritu nos ayuda a entendernos. Más aún, el Espíritu ayuda a “hablar el lenguaje de la gente” a expresar de un modo entendible el mensaje de Jesús: hablar de una manera cercana.

·         Nos moviliza, nos ayuda a salir al encuentro. Paralizados, miedosos ante una cultura que se vive como un atentado hemos convertido a la Iglesia en un refugio de cristianos miedosos de contaminarse. Él no quiere cristianos miedosos sino aquellos que se comprometen, que salen, que hablan el lenguaje de los distintos pueblos y culturas.

·         Nos ubica en el lugar de hijos y hermanos. Dios es nuestro padre, no quiere que tengamos miedo, quiere que confiemos en su amor y a la vez pretende que nos comportemos como buenos hermanos, sin generar miedos, ni esclavitud-explotación.

La Iglesia vive para la misión, para comunicar la Buena Noticia de Jesús, no para hablar de ella, no para pensar en ella. Un rasgo profundo de su identidad es el envío que recibió. Si no vivimos desde ese envío nos enfermamos, el encierro lleva a crear estructuras y barreras que nos hacen sentir seguros pero que nos alejan de las necesidades del otro. 


Skipe: ghione.gabriel.martin

"Servidores de ustedes por amor de Jesús" 2 Cor 4,5

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