Pbro. Diego Fenoglio
Sexto
Domingo de Pascua – Ciclo C 2013
“El amor debe transformar el mundo”
El libro de los Hechos nos presenta nuevamente la
controversia de los apóstoles con algunas personas del pueblo que decían que
los no circuncidados no podían entrar en el reino de Dios. Los apóstoles
descartaban el planteamiento judío de la circuncisión.
El ritual de la circuncisión estaba cargado -y aún lo
está- de significado cultural y religioso para el pueblo judío. Estaba ligado
también al peso histórico-cultural de exclusión de las mujeres, las cuales no
participaban de rito alguno para iniciarse en la vida del pueblo: a ellas no se
les concebía como ciudadanas.
Para los cristianos la circuncisión ya no es ni será
importante. Este rito y tradición ha perdido toda vigencia. Ya no es necesario
hacer ritos externos alejados de la justicia y del amor misericordioso de Dios.
En el cristianismo hombres y mujeres somos iguales, y en el Bautismo adquirimos
todos la dignidad de hijos de Dios y miembros del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.
Creemos necesario realizar una constante «circuncisión del corazón» (cf. Dt
10,16) para que tanto hombres como mujeres logremos purificarnos del egoísmo,
del odio, de la mentira y de todo aquello que nos aleja del amor de Dios.
En el proyecto de vida cristiana la paz no se reduce a
una mera ausencia de armas y de violencia; la paz involucra a todas las
dimensiones de la vida humana y se convierte en un compromiso permanente para
los seguidores de Jesús.
No hay que
obligar a los paganos a someterse a la circuncisión, sino a abrirse a la gracia
de Dios. Esta es la gran lucha por la libertad cristiana que comienza ya en los
primeros años de la Iglesia. De esta manera, Pablo está rompiendo seguridades,
fronteras, ilusiones elitistas de un pueblo que considera que la salvación les
pertenece a ellos y a los que ellos den acceso a la "situación de
ley".
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