Diácono Lucas Trucco
HOMILÍA
Domingo VI de Pascua –ciclo C-
Un poema de Mario
Benedetti comienza diciendo:
No me gaste las palabras
no cambie el significado
mire que lo que yo quiero
lo tengo bastante claro
si usted habla de progreso
nada más que por hablar
mire que todos sabemos
que adelante no es atrás
Más que claro tenía
Jesús lo que quería. Nunca vendería sus ideales al mejor postor porque no había
forma de comprar el amor. Lo mismo sucedió con los discípulos. Cuando
descubrieron el amor que los impulsaba se animaron a salir y trataron de ser
testigos fieles de las palabras y gestos de su Señor. Y digo trataron porque el
amor no es una meta que se alcanza, sino que se construye cada día. Porque no
siempre es fácil el camino. Y las piedras nunca son las mismas. Pero si es el
mismo el amor del Espíritu que nos guía, nos impulsa, nos motiva para nunca
bajar los brazos.
Continúa el poema:
no me ensucie las palabras
no les quite su sabor
y límpiese bien la boca
si dice revolución.
Revolución es revolver.
En otras palabras arriba los de abajo y viceversa; para decirlo en palabras
sencillas. Pero no como lo plantea este mundo, sino la revolución del Amor: Que
baje el mal, pero suba la dignidad de los hombres y mujeres. Que muera el odio
pero viva la esperanza de nuestros niños y jóvenes.
Y todo esta en
la Palabra que el Espíritu hace florecer en nuestro corazón. Ese que nos hace
ver que las Utopías son posibles y que Jesús no fue un loco soñador. Es un
realista paciente que no quiso cambiar el mundo, sino, solo hacer feliz los
corazones de sus hermanos y hermanas. Y así la mirada cambia. Porque no es ir
contra los malo, paganos, impuros, sino caminar juntos. No es buscar su
destrucción y callarlos, sino ayudarlos para juntos ser felices.
El signo de que
Dios esta en el mundo es el amor. No debemos dudar, ni aferrarnos a la
desesperanza.
“Porque la belleza salvara el mundo” (Fiodor Dostoiesky)
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