Liber-ación: acción que crea la libertad
Leonardo Boff
La libertad es más que una
facultad del ser humano, la de poder elegir o libre albedrío. La libertad
pertenece a la esencia del ser humano. Un esclavo, incluso sin ser capaz de
elegir, no deja de ser en esencia un ser libre. Puede resistir, negar e incluso
rebelarse y aceptar que le maten. Esta libertad nadie se la puede quitar.
Entre
muchas definiciones, creo que ésta es para mí la más correcta: La libertad es
la capacidad de auto-determinación.
Todos
nacemos dentro de un conjunto de determinaciones: etnia, clase social, en un
mundo ya construido y siempre por construir. Es nuestra determinación.
Nadie está libre de alguna dependencia. Puede ser una opresión como el trabajo
esclavo o el bajo salario. Al luchar contra esto, ejerce un tipo de libertad:
libertad de, de esta situación. Es la lucha por su in-dependencia y autonomía.
Él se auto-determina: asume la determinación, pero para superarla y ser
libre de, libre de ella.
Pero
hay todavía otro sentido de libertad como auto-determinación: es esa
fuerza interior y propia (auto) que le permite ser libre para, para
construir su propia vida, para ayudar a transformar las condiciones de
trabajo y para crear otro tipo de empresa donde sea menos difícil ser
libre de y para. Aquí se muestra la singularidad del ser humano,
constructor de sí mismo, más allá de las determinaciones que le rodean. La
libertad es una liber-ación, es decir, una acción autónoma que crea la libertad
que estaba cautiva o ausente.
Estos
dos tipos de libertad adquieren una expresión personal, social y global.
A
nivel personal la libertad es el don más precioso que tenemos después de
la vida: ser capaz de expresarse, de ir y venir, de construir nuestra visión de
las cosas, de organizar la vida a nuestro gusto, el trabajo y la familia y
elegir a nuestros representantes políticos. La mayor opresión es estar privado
de esta libertad.
A
nivel social muestra bien sus dos caras: libertad como independencia y
como autonomía. Los países de América Latina y el Caribe fueron independientes de
los colonizadores, pero eso todavía no significó autonomía y liberación.
Quedaron dependientes de las elites nacionales que mantenían las relaciones de
dominación. Con la resistencia, protesta y organización de los oprimidos, se
gestó un proceso de liberación que, victorioso, dio autonomía a las clases
populares, una libertad para organizar otro tipo de política que
beneficiase a los que siempre fueron excluidos. Esto ocurrió en América Latina
a partir del fin de las dictaduras militares que representaban los intereses de
las élites nacionales articuladas con las internacionales. Está en curso un
proceso de liberación para, que aún no se ha completado, pero que hace
avanzar la democracia nacida desde abajo, republicana y de cuño popular.
Hoy
necesitamos también una doble liberación: de la globalización
económico-financiera, que explota la naturaleza y los países periféricos en
todo el mundo, y está dominada por un grupo de grandes compañías, más fuertes
que la mayoría de los estados. Y una liberación para la gobernanza
mundial de esta globalización que se enfrente a problemas globales como el
cambio climático, la escasez de agua y el hambre de millones y millones de
personas. O hay una gobernanza global colegiada o se corre el riesgo de una
bifurcación de la humanidad entre los que comen y los que no comen o padecen
grandes necesidades.
Por
último, ahora se requiere con urgencia un tipo especial de libertad de y
de libertad para. Vivimos en la era geológica del antropoceno. Esto
quiere decir que el gran riesgo para todos no es un meteoro rasante, sino la
actividad irresponsable y ecoasesina de los seres humanos (anthropos).
El sistema de producción capitalista que prevalece, está causando estragos en
la Tierra y ha creado las condiciones para destruir nuestra civilización. O
cambiamos o vamos al encuentro de un abismo. Necesitamos ser libres de
este sistema biocida y ecocida que amenaza todo para acumular y consumir más y
más.
También
necesitamos una libertad para: para ensayar alternativas que
garanticen la producción de lo necesario y digno para nosotros y para toda la
comunidad de vida. Esto está siendo buscado y probado por el bien vivir
de las culturas andinas, por la ecoagricultura, por la agricultura familiar
ecológica, por el índice de felicidad de la sociedad y por otras formas que
respetan los ciclos de la vida. Queremos una biocivilización.
Como
cristianos también debemos liberar la fe de visiones fundamentalistas,
de estructuras eclesiásticas autoritarias y machistas para conseguir una
libertad para que las mujeres sean sacerdotes, para que los laicos
puedan decidir junto con el clero los destinos de su comunidad, para los que
tienen otra opción sexual. Necesitamos una Iglesia que, junto con otros caminos
espirituales, ayude a educar a la humanidad para el respeto a los
límites de la Tierra y la veneración a la Madre Tierra, que nos da todo.
Esperemos que el Papa Francisco honre el legado de San Francisco de Asís que
vivió una gran libertad de las tradiciones y para nuevas formas
de relación con la naturaleza y con los pobres.
La
lucha por la libertad no termina nunca, porque nunca es dada sino conquistada
por un proceso de liber-ación sin fin.
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