sábado, 22 de diciembre de 2012


Pbro. Gabriel Martín Ghione
Homilía IV Domingo de Adviento: 
En la pequeñez y sencillez, 
Dios detiene su mirada 


Estamos a las puertas de la navidad y la Liturgia reserva hermosos textos para ayudarnos a entrar en el misterio de la elección y preferencias divinas.

La primera lectura del libro de Miqueas nos anuncia y recuerda la historia de David. El profeta más que de geografía, nos habla de una historia humana. Nos recuerda que cuando Samuel fue a buscar el futuro rey de Israel, busco entre los hijos de Jesé el sucesor de Saúl. Samuel y Jesé habían posados sus ojos sobre los hijos más habilidosos y fuertes, mientras que Dios miro el corazón del más pequeño y débil. Miqueas le recuerda al pueblo que no debe colocar su mirada sobre las apariencias, sobre el poder o las destrezas y habilidades, sino sobre el corazón, porque desde lo más pequeño, desde lo que no fue tenido en cuenta y fue hasta descartado[1][1], Dios eligió al futuro rey de Israel. La pequeñez, la humildad y sencillez es el humus en el que Dios transforma la historia y la hace camino de salvación.

El hermoso texto del Evangelio nos trae el episodio que tradicionalmente llamamos visitación. La estructura literaria del mismo se inspira en el relato en el cual David sube el arca a las montaña de Judá (1 Sam 6,1-15)[2][2]. Nos presenta a María como la nueva arca de la Alianza, en ella ya no se contiene cosas (tablas de la ley, bastón de Moisés y Maná) sino una Persona. Jesús es presentado como la manifestación de la presencia de Dios a su pueblo. Así como Dios guió a Israel en el desierto, lo alimentó, lo educó, Jesús es presentado como la imagen visible, es el rostro humano de Dios: que va a guiar, educar y alimentar al pueblo. Nuevamente Dios se hace presente y elige una muchacha humilde, de un pueblo olvidado para hacer presente su acción salvadora.

María es la nueva arca de la Alianza, la portadora de la manifestación de Dios porque ha creído, porque se ha dejado llevar por este Dios que elige a los humildes y sencillos, que elige la pobreza y la limitación para transformar, para hacer presente su fuerza. Creer, más que saber, significa confiar, abandonarse y entregarse a la fidelidad del Dios de las promesas. Creer implica caminar, partir sin demora, entrar en una relación dinámica y abandonar lo estático y cómodo, las falsas seguridades que nos dan el confort y el consumismo.

María nos enseña que nosotros también podemos ser portadores del Dios de las promesas, cuando felizmente creemos y nos ponemos en camino al servicio de los hermanos, cuando la fe no nos encierra en esquema y en una espiritualidad individualista y desencarnada sino cuando nos lleva a jugarnos, a entregarnos, a comprometernos por los otros, desde la humildad y sencillez de nuestra vida. No son los grandes acontecimientos los que construyen la historia sino la fidelidad que se vive en lo cotidiano de queda día. Fidelidad que implica centrarnos en lo verdaderamente importante, detenernos ante el misterio de cada ser humano, respetar nuestra conciencia y buscar el bien de todos.

Ante la inminencia de la navidad, la invitación es que poses tus ojos en lo sencillo, en lo cotidiano y en lo humilde de la vida.         




Skipe: ghione.gabriel.martin

"Servidores de ustedes por amor de Jesús" 2 Cor 4,5


[1][1] (¿no te quedan más hijos? Porque ya habían pasado sus siete hijos Cf. Samuel 16, 1-13)
[2][2] María en los Evangelios. Escuela Bíblica Parresia

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