Martín Gelabert Ballester, OP
La posible herejía de quedarse en Trento
El título, evidentemente, es provocativo. Pretende invitar a la lectura. Dicho sea para curarme en salud. Pero el título también apunta a algo importante en teología católica: la Tradición avanza y crece. Quedarse en el pasado, por muy venerable que sea este pasado, puede conducir, en casos extremos, a la herejía. Voy a poner un ejemplo sensible para algunas mentalidades: la cuestión de María, concebida sin pecado original.
Si alguien, a propósito de este tema apelase al Concilio de Trento como guía segura de la verdad católica, se encontraría con una sorpresa: el Concilio deja libertad de pensamiento, de modo que (según Trento) un católico puede pensar que María fue concebida con pecado original y no por ello estar fuera de la comunión católica. Fue Pío IX, en la bula Ineffabilis Deus, el que proclamó el dogma de la inmaculada concepción de la Virgen María.
La constitución Dei Verbum del Vaticano II, cuando se refiere a la tradición y al Magisterio habla de “Magisterio vivo”. Vivo, calificativo importante. No es aceptable, en teología católica, apelar al Magisterio del pasado para descalificar el Magisterio del presente. Porque, si bien no hay contradicción real entre ambos magisterios, sí que puede haber matices importantes, que aparentemente inclinan determinadas cuestiones hacia modos de comprensión diferentes a los del pasado. Un matiz a propósito del dogma que nos sirve de ejemplo: el dogma habla de “inmaculada concepción de María”. El magisterio anterior hablaba de “concepción de María inmaculada”. Importancia del matiz: Inmaculada concepción = “sin pecado concebida”; concepción inmaculada = concepción de la toda santa.
La teología ayuda al Magisterio a encontrar mejores formulaciones y a comprender mejor la Revelación. Fue, en gran parte, gracias a la teología, cómo pudo pasarse del “piense usted lo que quiera sobre el pecado original de la Virgen” al dogma de la inmaculada concepción. También hoy la teología empuja hacia adelante para una mejor comprensión de la fe. Con tanteos e imprecisiones. Pero con la santa y buena intención de lograr una aplicación y comprensión más acertada y acorde con las necesidades actuales de nuestra fe.
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