Pbro. Gabriel Martín Ghione
I Domingo de Adviento
Vigilar la esperanza.
Comenzamos a transitar el tiempo del adviento, tiempo de
esperanza por excelencia. Un tiempo que renueva nuestras fuerzas y entusiasmo a
partir de una renovada utopía: Dios cumple el proyecto de su Reino.
Estamos caminando el último mes del año y se siente con fuerza
en nosotros el cansancio del año. Le sumamos el conjunto de vivencias y
experiencias que acarreamos y que no pudimos procesar adecuadamente por la
vorágine en la que vivimos. Condimentamos con la tensión de tener que terminar
aquellas cosas que no podemos dejar inconclusas y que nos exigen una cuota más
de trabajo. Un plato explosivo que los servimos con el mal humor, las tensiones
entre nosotros, la irritabilidad.
¡Alto!; ¡Detenete! Algo nuevo está sucediendo, algo se está
gestando.
Si bien parecía que el Evangelio nos llenaba de
incertidumbre y miedo por las circunstancias que narra, su verdadero mensaje
quiere despertar en nosotros la esperanza. La angustia y frustración que podés
estar viviendo, los dolores en tu corazón, la pesadez que no te deja caminar,
el Señor quiere transformarlas, quiere animarte. Dios sale a tu encuentro para
decirte que debes animarte, se acerca la liberación. ¡Es hora de levantar la
cabeza! Hay que animarse a confiar, a esperar.
El Evangelio nos muestra que hay dos actitudes ante las
adversidades: la del no creyente que tiene miedo y turbación. O la del creyente
que en medio de las dificultades confía en Dios y levanta la cabeza porque se
acerca la liberación. Porque confía en un Dios que trabaja y transforma la
historia, que cumple su promesa y en cada etapa suscita, en el corazón y la
vida de los creyentes, un germen nuevo y justo. El deseo de transformar la
realidad injusta y las situaciones de opresión en una nueva realidad donde se
práctica la justicia y el derecho, en donde Dios es que obra la justicia. Esta
transformación es posible cuando nos dejamos ganar el corazón por este Dios que
nos invita a crecer cada día más en el amor mutuo, en un amor que trasciende
barreras para abrirse a un todos que no hace distinción de personas.
Esta esperanza se cultiva desde la vigilancia. Una actitud
en la vida que nos permite ver lo profundo por encima de lo superficial, que
nos hace poner el acento en lo importante más que en lo urgente. Una vigilancia
que no permite que las preocupaciones de la vida se adueñen de nuestro corazón
y no permite que caigamos en la vorágine del sinsentido, del consumismo
desenfrenado, del trabajo esclavizante.
Te invito a que seas capaz de mirar más allá de lo aparente,
a descubrir que sin darte cuenta se va gestando algo nuevo. Percatate de este
Dios que no te aliena de los problema sino que te invita a enfrentarlos desde
la alegría y serenidad de que trabaja con vos, de que lucha con vos, de que se
juega la vida con vos. Nuestro Dios, es el Dios que te invita a la utopía que
transforma. No a una utopía carente de sentido que es más fantasía y magia que
otra cosa. Te invita a la utopía de un Reino posible porque Él lo hace presente
entre nosotros, lo va gestando en corazones dispuestos.
El primer día del año litúrgico miramos el fin; no un fin
fatalista ni trágico, un fin que es el Encuentro con el Dios que ha salido a
nuestro encuentro en cada hermano y en cada circunstancia de nuestra historia.
Animate a vivir desde otra perspectiva, anímate a cambiar.
Anímate a valorar desde la mirada de Jesús de Nazareth porque “cuando se
cambian los valores en nuestra vida, transformamos nuestra forma de ser y
hablar”[1][1]
Por último, a modo de resumen, esta vigilancia en la
esperanza tiene tres claves en el Evangelio: Tener animo en la liberación que
se acerca; no dejarse aturdir (excesos, preocupaciones); estar prevenidos
mediante una oración que “abre la mente y los ojos”. Buen comienzo del Adviento
Pbro. Gabriel Martín Ghione
Skipe: ghione.gabriel.martin
"Servidores de ustedes por amor de Jesús" 2 Cor 4,5
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