sábado, 1 de diciembre de 2012


Pbro. Gabriel Martín Ghione
I Domingo de Adviento 
Vigilar la esperanza

Comenzamos a transitar el tiempo del adviento, tiempo de esperanza por excelencia. Un tiempo que renueva nuestras fuerzas y entusiasmo a partir de una renovada utopía: Dios cumple el proyecto de su Reino.

Estamos caminando el último mes del año y se siente con fuerza en nosotros el cansancio del año. Le sumamos el conjunto de vivencias y experiencias que acarreamos y que no pudimos procesar adecuadamente por la vorágine en la que vivimos. Condimentamos con la tensión de tener que terminar aquellas cosas que no podemos dejar inconclusas y que nos exigen una cuota más de trabajo. Un plato explosivo que los servimos con el mal humor, las tensiones entre nosotros, la irritabilidad.

¡Alto!; ¡Detenete! Algo nuevo está sucediendo, algo se está gestando.

Si bien parecía que el Evangelio nos llenaba de incertidumbre y miedo por las circunstancias que narra, su verdadero mensaje quiere despertar en nosotros la esperanza. La angustia y frustración que podés estar viviendo, los dolores en tu corazón, la pesadez que no te deja caminar, el Señor quiere transformarlas, quiere animarte. Dios sale a tu encuentro para decirte que debes animarte, se acerca la liberación. ¡Es hora de levantar la cabeza! Hay que animarse a confiar, a esperar.

El Evangelio nos muestra que hay dos actitudes ante las adversidades: la del no creyente que tiene miedo y turbación. O la del creyente que en medio de las dificultades confía en Dios y levanta la cabeza porque se acerca la liberación. Porque confía en un Dios que trabaja y transforma la historia, que cumple su promesa y en cada etapa suscita, en el corazón y la vida de los creyentes, un germen nuevo y justo. El deseo de transformar la realidad injusta y las situaciones de opresión en una nueva realidad donde se práctica la justicia y el derecho, en donde Dios es que obra la justicia. Esta transformación es posible cuando nos dejamos ganar el corazón por este Dios que nos invita a crecer cada día más en el amor mutuo, en un amor que trasciende barreras para abrirse a un todos que no hace distinción de personas.

Esta esperanza se cultiva desde la vigilancia. Una actitud en la vida que nos permite ver lo profundo por encima de lo superficial, que nos hace poner el acento en lo importante más que en lo urgente. Una vigilancia que no permite que las preocupaciones de la vida se adueñen de nuestro corazón y no permite que caigamos en la vorágine del sinsentido, del consumismo desenfrenado, del trabajo esclavizante.

Te invito a que seas capaz de mirar más allá de lo aparente, a descubrir que sin darte cuenta se va gestando algo nuevo. Percatate de este Dios que no te aliena de los problema sino que te invita a enfrentarlos desde la alegría y serenidad de que trabaja con vos, de que lucha con vos, de que se juega la vida con vos. Nuestro Dios, es el Dios que te invita a la utopía que transforma. No a una utopía carente de sentido que es más fantasía y magia que otra cosa. Te invita a la utopía de un Reino posible porque Él lo hace presente entre nosotros, lo va gestando en corazones dispuestos.
El primer día del año litúrgico miramos el fin; no un fin fatalista ni trágico, un fin que es el Encuentro con el Dios que ha salido a nuestro encuentro en cada hermano y en cada circunstancia de nuestra historia.

Animate a vivir desde otra perspectiva, anímate a cambiar. Anímate a valorar desde la mirada de Jesús de Nazareth porque “cuando se cambian los valores en nuestra vida, transformamos nuestra forma de ser y hablar”[1][1]
Por último, a modo de resumen, esta vigilancia en la esperanza tiene tres claves en el Evangelio: Tener animo en la liberación que se acerca; no dejarse aturdir (excesos, preocupaciones); estar prevenidos mediante una oración que “abre la mente y los ojos”. Buen comienzo del Adviento




Pbro. Gabriel Martín Ghione
Skipe: ghione.gabriel.martin

"Servidores de ustedes por amor de Jesús" 2 Cor 4,5


[1][1] Tomado de la página dominicos.org

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