Monseñor Romero y la Navidad
Carlos Ayala Ramírez
Director de Radio Ysuca
Monseñor Romero afirmaba que seguía un esquema sencillo para preparar sus homilías: "Estudio la palabra de Dios que se va leer el domingo, miro a mi alrededor, a mi pueblo, y lo ilumino con esta palabra”. Miguel Cavada, estudioso exhaustivo de las homilías del arzobispo mártir, afirma que la estructura formal de estas es un modelo de predicación total: exégesis de la palabra de Dios y encarnación de esa palabra a la realidad; catequesis doctrinal y exhortación pastoral. Para Ignacio Ellacuría, el impacto que suscitó la predicación de monseñor Romero tenía una causa última y profunda: "Ponerse a anunciar y realizar el Evangelio en toda su plenitud y con plena encarnación”.
Podemos decir, entonces, que en el legado de homilías que nos dejó monseñor Romero encontramos que cada ciclo litúrgico resulta ser no solo la organización de los diversos tiempos y solemnidades durante el año, sino una vivencia de la salvación que trae Jesús en nuestra propia historia. Eso lo podernos constatar, por ejemplo, si escrutamos algunos fragmentos de sus homilías pronunciadas en uno de los tiempos litúrgicos más solemnes y esperanzadores de la Iglesia: la fiesta de la Navidad. Veamos algunos textos donde se hacen presentes la palabra de Dios, la comunidad de fe y la realidad histórica.
La Navidad como presencia de Dios en la historia. Para monseñor Romero, el fundamento de la Buena Noticia de la Navidad reside en que Dios mismo viene a nosotros, como ser humano, como luz que ilumina nuestra oscuridad. Transcribimos una cita muy clara al respecto: "Una predicación, lo mismo que una celebración navideña que solamente fuera un cuentecito romántico de hace veinte siglos y que no tuviera que encarnarse con el proyecto salvífico de Dios en las vicisitudes trágicas, dolorosas o esperanzadoras de nuestra historia, de nuestra realidad, no sería un cristianismo auténtico. ¡Dios sigue salvando en la historia! Por eso, al volver a este episodio del nacimiento de Cristo en Belén, no venimos a recordar el nacimiento de Cristo hace veinte siglos, sino a vivir el nacimiento, pero en el siglo XX… en nuestra Navidad aquí en El Salvador” (24 de diciembre de 1978).
Alegría de Navidad, alegría de esperanza cristiana. La liturgia nos anuncia la alegría de la Navidad con las palabras del profeta Zacarías: "¡Despierta, alégrate, hija de Sion! Mira, tu Rey viene a ti. Él es tu Salvador justo y trae salvación a todos los pueblos” (Zacarías 9, 9-10). O también con las palabras del profeta Isaías: "Romped a cantar en coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo” (Isaías 52, 9). O más cercano a nosotros, con las palabras del profeta Romero: "He oído muchas voces que me dicen: ‘Qué triste se siente la Navidad, como que no es Navidad’. Y es que hay angustia, hay incertidumbre, hay muchos que están sufriendo, hay muchos hogares donde faltan seres queridos, hay tristeza en la Navidad en El Salvador; pero el que es cristiano sabe que hay una alegría de fondo, una alegría de esperanza y de fe, una alegría de austeridad… A esa alegría serena invito a todos. Gracias a Dios que no solo existe una Navidad de tantas apariencias comerciales y de alegrías que son fugaces como la pólvora que se quema y no deja más que basura. Alegría de profundidad es lo que yo quisiera para todos los que estamos haciendo esta reflexión. Alegría en medio de la tristeza, del terror, de la angustia… Sin embargo, hay una gran esperanza: has venido, Señor… nuestra fe confía en Ti y sabemos que vienes a salvarnos y que cuanto más negra se pone la noche y más cerrados los horizontes, Tú serás más redentor”.
En Jesús, Dios está con nosotros y para nosotros. La palabra central del relato que el evangelista Mateo hace del nacimiento de Jesús es "Emmanuel”: Dios está con nosotros. Él camina con nosotros. Ya no estamos solos en ningún lugar, en ninguna enfermedad, en ningún calvario que, al igual que Jesús, tengamos que experimentar. Monseñor Romero lo formulaba en los siguientes términos: "Para nosotros ha nacido el Señor. No es un nacimiento que nosotros recordamos de otros tiempos como si José, María, los pastores, los magos… solamente dejaran para nosotros un recuerdo. No, la liturgia, la celebración de Iglesia, tiene el privilegio de hacer presente el misterio que celebramos: hoy nace Cristo para nosotros… Sintámoslo así al Señor: el redentor de mi familia, el compañero de mi vida, el confidente de mis angustias”.
Y en la última Navidad que celebró, en palabras memorables dijo: "Es hora de mirar hoy al Niño Jesús no en las imágenes bonitas de nuestros pesebres. Hay que buscarlo entre los niños desnutridos que se han acostado esta noche sin tener que comer, entre los pobrecitos vendedores de periódicos que dormirán arropados de diarios allá en los portales. Entre el pobrecito lustrador que tal vez se ha ganado lo necesario para llevar un regalito a su mamá o, quién sabe, el vendedor de periódicos que no logró venderlos y recibirá una tremenda reprimenda de su padrastro o madrastra. ¡Qué triste es la historia de nuestros niños! Todo eso lo asume Jesús esta noche” (24 de diciembre de 1979).
La fe-esperanza que se vive en el "hospitalito”. Terminamos con un testimonio. Recientemente, clausuramos la campaña "Solidaridad en Navidad” a beneficio del Hospital Divina Providencia, un centro de atención para personas pobres desahuciadas por cáncer. En ese hospital vivió y fue martirizado monseñor Romero. Su cercanía con los sufrientes fue una de sus principales características. Pues bien, el cierre de la campaña nos llevó a visitar a cada uno de los pacientes. Nuestro deseo era llevarles el mensaje de que Dios está con nosotros en toda circunstancia. Una de las enfermas más jóvenes nos dio una lección de fe con las siguientes palabras: "El cáncer está matando mi cuerpo, pero no logra matar mi fe. Saber que Dios está conmigo en el cáncer, me hace estar confiada y con cierta paz”.
Profundidad de fe y de esperanza es lo que encontramos en este testimonio. Dios aparece sosteniendo la fragilidad y haciendo vivir. Y es, justamente, lo que busca comunicarnos el mensaje de Navidad. Hagamos nuestra la promesa de Dios: "Yo estoy contigo” en todas las oscuridades y soledades, en todas las rupturas de tu vida, en tu desesperación y en tu fracaso.
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