sábado, 22 de diciembre de 2012





Un verdadero Pentecostés



El deseo y oraciones de Juan XXIII  que pedía que el Vaticano II fuera un Pentecostés para la Iglesia, fue ampliamente escuchado por el Señor. El Vaticano II fue una auténtica irrupción del Espíritu sobre la Iglesia, un acontecimiento salvífico, un  verdadero kairós. Hay un “antes” y un “después” del Vaticano II.
 
Este tema ha sido tan ampliamente estudiado [1] que bastará recordar las líneas fundamentales del cambio producido en el Concilio:
 
- de la Iglesia de Cristiandad, típica del Segundo milenio, centrada en el poder y la jerarquía, se pasa a la Iglesia del Tercer milenio que recupera la eclesiología de comunión típica del Primer milenio y se abre al desafío de  los nuevos signos de los tiempos (GS 4; 11; 44)
 
- de una eclesiología centrada en sí misma, se abre a una Iglesia orientada al Reino, del cual Iglesia es, en la tierra, semilla y comienzo (LG 5)
 
- de una Iglesia sociedad perfecta, tan visible e histórica como la república de Venecia o el Reino de los francos (Roberto Belarmino), se pasa a una Iglesia misterio, radicada en la Trinidad, una muchedumbre congregada por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (LG  4)
 
- de una eclesiología exclusivamente cristocéntrica (incluso “cristomonista” según la formulación de teólogos del Oriente), se pasa a una Iglesia que vive tanto bajo el principio cristológico como bajo el principio pneumático del Espíritu, quien la rejuvenece, la renueva y la conduce a la unión consumada con Cristo (LG 4)
 
- de una Iglesia centralista, a una Iglesia corresponsable y sinodal que respeta las Iglesias locales, en las cuales y por las cuales existe la Iglesia universal (LG 23)
 
-de una Iglesia identificada con la jerarquía, a una Iglesia toda ella Pueblo de Dios con diversos carismas y ministerios (LG II)
 
- de un Iglesia triunfalista que parece haber llegado a la gloria, a una Iglesia que camina en la historia hacia la escatología y se llena del polvo del camino (LG VII)
 
- de una Iglesia señora y dominadora, madre y maestra universal, a una Iglesia servidora de todos y en especial de los pobres, en los que reconoce la imagen de su Fundador pobre y paciente (LG 8)
 
- de una Iglesia comprometida con el poder, a una Iglesia enviada a evangelizar a los pobres, con los que se siente solidaria (GS 1; LG 8)
 
- de una Iglesia arca de salvación, a una Iglesia sacramento de salvación (LG 1; 9; 48) , en diálogo con las otras Iglesias y con las otras religiones de la humanidad (AN), en pleno reconocimiento de la libertad religiosa (DH).
 
En este sentido se ha dicho que el Vaticano II y concretamente la constitución Lumen gentium, ha sido un Concilio de transición, entendida esta transición como el paso de una eclesiología tradicional a otra renovada[2]. Para algunos es el paso del anatema al diálogo (R.Garaudy), un verdadero aggiornamento de la Iglesia, para otros, seguramente excesivamente optimistas, elrequiem del Constantinismo …


[1] Me permito remitir a mi libro, Para comprender la eclesiología desde América Latina, Estella. Navarra 2008, Nueva edición actualizada
[2] A.J. de Almeida, Lumen Gentium. A transiçâo necessária, Sâo Paulo 2005
 


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