martes, 6 de agosto de 2013

Un nuevo frente
Isabel Gomez Acebo




Las declaraciones del papa a los periodistas en el avión de vuelta fueron un modelo de naturalidad. Contestó a todo lo que le preguntaron dando su opinión y entre las preguntas que le hicieron apareció el tema de la mujer en la Iglesia. Soy feminista pero he pensado, a lo largo de estos pocos meses de su papado, que el pontífice tenía demasiados frentes abiertos como para entrar en el tema femenino, que siempre arrastra problemática pues, al fin y al cabo, trata de cuestiones de poder. Concedo sin ningún resquemor que los escándalos y el ejemplo poco edificante de la curia, merecen la prioridad de sus acciones.

 Dicho esto, creo que sus palabras no fueron acertadas aunque reflejan un porcentaje muy representativo de los católicos. En primer lugar, porque a lo largo de la historia eclesial muchas declaraciones “definitivas” de los papas, dejaron de serlo por otros que les sucedieron en el cargo. Sólo cuando son asumidas por toda la Iglesia y declaradas como dogma de fe son inamovibles y aún así están sujetas a interpretaciones varias ¿son declaraciones teológicas, son históricas, son simbólicas?

No me pareció acertado comparar el papel de la Virgen con el de los apóstoles pues me hubiera gustado mucho más que hablara de María de Nazaret. La palabra Virgen es el compendio de una serie de virtudes que se valoraban para las mujeres y que poco o nada tienen que ver con la joven campesina galilea. El mito en el caso de la Virgen es el del eterno femenino, el de la mujer ideal soñada, en muchos casos, por varones célibes.

 Las mujeres modernas valoramos nuestra sexualidad, como un regalo de Dios, que nos acerca a los varones que amamos y de los que recibimos amor. En algunos casos estos actos culminan en un embarazo y en el nacimiento de un hijo. Pienso que María cuando se desposó con José también tenía estas ilusiones.

 Se habla del silencio de la Virgen cuando pronunció más palabras en el NT que la mayoría de los apóstoles pero siguiendo a Sófocles la cultura mediterránea consideraba que “el silencio es la mayor virtud de las mujeres”. Algo que repite San Pablo, no porque estuviera inspirado, sino porque bebía en la cultura de su época. La razón es bien sencilla: los poderosos siempre quieren quitar la palabra a los débiles ya que es la única arma con la que cuentan.

 ¿Fue María silente? Sabemos muy poco de su vida pero puestos a inventar, hagámoslo sobre los datos que nos suministran los evangelistas. En el cuadro de la encarnación, antes de dar su aprobación, pregunta al ángel sobre la manera en la que se iba a producir esa gestación anunciada. Aunque el mensajero era divino quería que su razón humana se sumara a aquel acto que no aceptaba sin más.

 Y esta mujer da otro paso, cuando en las bodas de Caná no hace caso a la presunta indiferencia de Jesús y dice a los camareros que sigan sus instrucciones. Es decir que con su actuación aceleró la hora.

 María de Nazaret no hizo milagros durante su vida terrena. Dios no le ahorró una vida dura y la grandeza de un ser humano no estriba en los dones que recibe sino en su respuesta. El mayor milagro de María es que dijo sí y mantuvo su palabra a lo largo de su vida, incluso cuando parecía que todo se había derrumbado.

 En nuestro siglo la Virgen de los privilegios sigue viva pero va ganando terreno la mujer nazarena que se dejó moldear por Dios en un diálogo ininterrumpido a lo largo del cual fue guardando en su corazón (es decir tratando de entender) lo que le sucedía.

 No sé si es un simple problema de semántica pero me gustaría saber cuál es la imagen mariana a la que hace referencia el papa porque son visiones muy distintas. Ya sabemos lo que proyecta la Virgen, junto a esta imagen hay otra la de María de Nazaret que empuja a las mujeres a seguir su ejemplo: ofrecer su pensamiento, razonar los cuestionamientos de la vida y pedir a las autoridades, civiles y religiosas, que aceleren la hora para que el sexo femenino goce de las mismas oportunidades que el masculino. Algo muy simple que nos ha sido negado durante siglos. Indudablemente no proyectan el mismo modelo.

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