Del relato al memorial y a la doxología.
José Manuel Bernal
Ya lo he insinuado repetidas veces a lo largo de mis post. Me refiero a la estrecha relación que existe entre el relato o evocación de los acontecimientos liberadores y el memorial. Es una derivación lógica, ciertamente, aunque verificada, sobre todo, en el campo de la experiencia cultual. Quizás donde este hecho aparece de forma más sorprendente es en la eucaristía, en la plegaria de acción de gracias o anáfora. Pero el fenómeno es general y se verifica también en otros ámbitos de la liturgia.
El relato de los acontecimientos da lugar a la anamnesis o memorial. A esta afirmación de base hay que hacer dos observaciones. La primera se refiere al contenido del relato y del memorial. Hablamos, en plural, de acontecimientos. Pero, en realidad, se trata de un solo acontecimiento: el de la muerte y resurrección del Señor. Es el acontecimiento pascual. Quiere esto decir que muerte y resurrección no se circunscriben al mero ámbito histórico de los hechos, sino que en ellos se sintetiza la totalidad del misterio de Cristo. Por otra parte, es preciso tener en cuenta que el misterio pascual sólo es un acontecimiento terminado y completo en la experiencia personal de Cristo. Pero en él, además, el paso de la muerte a la vida, es decir, la transformación de su existencia, tiene carácter de germen, de embrión y de promesa. La pascua universal y cósmica, la renovación definitiva de la humanidad y la transformación radical de las cosas es una realidad inacabada, un proyecto de futuro y un reto para los creyentes. Por eso decimos a veces que la pascua, en su sentido más pleno y total, es un proceso de transformación universal y cósmica que tiene su punto de arranca y su fundamento en la pascua de Cristo, y culminará definitivamente en la parusía, al final de los tiempos. Todo este proceso de transformación pascual, contemplado en su dimensión más global y plena, es objeto del memorial. De esta forma el memorial hace que se actualicen en el presente, en el hoy de la celebración, el pasado y el futuro.
Todo esto nos obliga a distinguir entre lo que es narración y relato, referidos solo a eventos históricos pasados, y lo que es memoria o anámnesis, por la que coinciden en el presente el pasado salvador, centrado en la pascua de Jesús, y el futuro de la promesa, cargado de plenitud y de esperanza. Entendido de esta manera, el memorial o anámnesis no es un mero recuerdo psicológico, ni un simple relato, sino la evocación actualizadora y eficaz de acontecimientos liberadores que, arrancando del pasado, se proyectan y culminan en el futuro. Esto explicaría por qué, en algunos textos de anámnesis eucarística entre los contenidos de la misma se incluye la última venida del Señor al final de los tiempos.
Me gustaría añadir a las consideraciones anteriores otra que, a mi juicio, está en estrecha relación con lo que vengo diciendo y que, por otra parte, no aparece con la insistencia debida en los escritos de los teólogos. Se refiere también al contenido del memorial. No sólo hacemos memoria de la pascua de Cristo, la suya personal, consumada en la cruz, sino también de la pascua universal, que alimenta todas nuestras utopías y en la que culmina la pascua de Jesús. También celebramos las «pascuas» de tantos y tantos hombres que, siguiendo los pasos del Maestro, a lo largo de la historia, han vivido y siguen viviendo hoy también su pascua en íntima y profunda comunión con la de Cristo. No son muchas «pascuas». Es una sola pascua, grandiosa, apoyada en el recuerdo de Jesús, creadora de esperanzas y utopías, provocadora y revolucionaria, a impulsos de la vocación profética de los seguidores de Jesús. Esta es la pascua que la comunidad cristiana recoge en el memorial para hacerla presente y dinámica. Así lo hizo la Iglesia de las persecuciones cuando, sobre la tumba del mártir, celebró la eucaristía e hizo memoria no solo de la pascua de Jesús sino también de la del mártir. Por eso, sobre un mismo altar fue evocada una sola memoria y una sola pascuaa; porque la pascua conmemorada y celebrada, la de Jesús y la del mártir, eran una sola pascua.
Llegados a este punto, quiero añadir un apunte que subraya la dimensión eficaz y actualizadora del memorial. Sobre todo, tratándose de la eucaristía, el memorial no es un puro recuerdo psicológico. Es un memorial cargado de fuerza, capaz de hacer presente y actual el acontecimiento pascual que evoca y recuerda. Por eso, dada la proyección del memorial hacia el pasado y hacia el futuro, en el hoy de la celebración se hace presente la pascua de Jesús y se anticipa el cumplimiento desbordante y pleno de la pascua futura. Es todo el proceso pascual, como acontecimiento en desarrollo, el que se actualiza en el banquete eucarístico. Esta observación, no obstante, hay que entenderla en el contexto de la plegaria eucarística y en conexión con las palabras del relato y con la epíclesis. Es todo ese conjunto de elementos el que garantiza la presencia del Señor en el banquete eucarístico.
El relato de los acontecimientos salvadores, transformado en memorial, se desliza hacia actitudes espirituales muy significativas como la alabanza y la plegaria. La derivación lógica de un comportamiento a otro es evidente. Por una parte, el relato de las intervenciones maravillosas de Dios deja de ser un recuento frío de los hechos para convertirse en una especie de canto de gesta, en una evocación jubilosa y exultante. Los textos litúrgicos latinos la denominan praedicatio. En ella, en la praedicatio, se activa la función profética de la comunidad celebrante; y, junto a ella, aparecen la alabanza y la acción de gracias. Los textos latinos lo sintetizan en esta trilogía clásica: laudare, benedicere et praedicare. Así se dibuja el perfil doxológico del relato.
Junto a ésta hay que señalar otra derivación. En todas las plegarias eucarísticas el relato y el memorial conducen a la plegaria, a las intercesiones. Es una constante que se repite siempre. El recuerdo de las acciones liberadoras de Yahvé, evocado ante él solemnemente, es ya, en sí mismo, un grito desgarrador que la comunidad orante eleva a Dios para que él se acuerde de sus acciones; para que sea fiel a sí mismo, a su comportamiento; para que siga siendo hoy, en el hoy de la celebración, el Dios que libera y salva. De esta forma el relato da paso a la plegaria.
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