Martín Gelabert Ballester, OP
La mujer, como Dios,
auxilio del varón
Resulta interesante la comparación que establece el número 1605 del Catecismo de la Iglesia Católica entre la mujer como “auxilio” del varón (según dice Gen 2,18) y Dios, que según el Salmo 121,2 es nuestro “auxilio”. El Catecismo añade que Dios mismo entrega la mujer al varón como “auxilio”, para que “así represente a Dios”. Digo que resulta interesante porque este es un caso más de cómo tanto el varón como la mujer pueden representar a Dios ante los demás en igualdad de condiciones. E incluso en algunos casos la mujer representa mejor a Dios que el varón.
Este ejemplo, junto con otros datos de la Escritura e incluso de la tradición de la Iglesia, podrían ser un buen estímulo para precisar y entender mejor determinadas posturas en las que están en juego las posibilidades canónicas y sacramentales de ambos sexos. Decir, por ejemplo, que el varón representa mejor que la mujer a Cristo esposo y que, por tanto, en la Eucaristía la función del esposo de la Iglesia, que es Cristo, queda mejor representada por un varón, resulta una explicación acorde con la disciplina de la Iglesia. Pero, para ser coherentes con este tipo de explicaciones habría que decir que otros sacramentos tienen en la maternidad un referente, al menos tan válido como la esponsalidad, como sería el caso del bautismo. Allí el neófito es acogido por la Iglesia como madre que ofrece la fe y abre para los creyentes la fuente del nuevo nacimiento. En este caso el simbolismo maternal quedaría mejor representado por una mujer.
En el sacramento del matrimonio estaríamos ante el caso más claro de cómo tanto la mujer como el varón son el uno para el otro el signo de la presencia, la entrega y la donación de Cristo. La mujer es el sacramento, el lugar dónde Cristo se entrega al varón, y el varón es el sacramento de Cristo para la mujer. Además, si este sacramento es signo de la unión indisoluble de Cristo con su Iglesia, no está de más recordar que no hay unión sin valoración recíproca. De ahí la necesidad de una justa valoración de la mujer en la Iglesia pues, como dice el Papa, si pierde a las mujeres, la Iglesia se expone a la esterilidad.
Muchas de las preguntas que se suscitan, o de los problemas que algunos perciben en la doctrina y disciplina sacramental de la Iglesia, tienen que ver tanto con la tradición como con la teología. En cualquier caso, hay que seguir profundizando en la reflexión teológica, no para emplearla como arma arrojadiza contra la tradición, pero sí para precisar mejor los problemas (el que la Iglesia tenga respuestas ante determinadas demandas no significa que el problema haya quedado eliminado). Por lo demás, ninguna respuesta disciplinar puede cuestionar lo más mínimo ni la dignidad humana, ni la capacidad de todos y cada uno de los seres humanos de ser signos de Dios para los demás, aunque el simbolismo se manifieste de forma más clara en unos que en otros según cuáles sean las circunstancias y el aspecto que se pretende simboliza.
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