El humor de Jesús (cont.)
Juan Stam
La primera herejía cristológica del Nuevo Testamento se llamaba el "docetismo", que afirmaba que Cristo no era realmente humano sino que sólo aparentaba serlo (del griego, dokeô como "parecer, aparentar"). Y es que no basta afirmar la deidad de Jesucristo, sin su humanidad. Y tan grave era esa herejía, que Juan la llama el espíritu de Anticristo (1 Juan 2:18,22; 4:3; 2 Juan 7). Tampoco hay contradicción entre la deidad de Jesús y su plena, auténtica humanidad. Y por supuesto, ¡Jesús no sería plenamente humano si no tuviera sentido de humor!
Mucho del humor de Jesús tenía que ver con el cuerpo humano y sus diferentes funciones. Como mencionamos en nuestro artículo anterior, Jesús dijo que los hipócritas miran la pajilla en el ojo del otro sin darse cuenta de la gran viga en su propio ojo (Mat 7:3), recomendó arrancar el ojo o amputar la mano que ofenden (Mat 5:29), y habló de tragar un camello con todo y joroba (Mat 23:24-25). En otro pasaje, Jesús se ríe de una persona que limpie asíduamente lo exterior de una taza pero que con toda tranquilidad la deja pútrida por dentro, de donde va a beber (Mat 23:25-26).
Otra alusión biológica de Jesús sorprende un poco por su franqueza y su naturalidad: "Todo lo de fuera que entra en el hombre, no lo puede contaminar, porque no entra en el corazón sino en el vientre, y sale a la letrina" (Mr 7:14-15,18-19). Aunque el sentido común hoy nos diría que mucha enfermedad sí entra por la boca y contamina el cuerpo, Jesús aplicaba su comparación con el proceso digestivo con otro sentido, que se explica sin más comentario.
En Lucas 12:39 Jesús dice, "si un dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, estaría pendiente para no dejarlo forzar la entrada". Con esas palabras Cristo quiere instarnos a vigilar a toda hora y estar siempre preparados para su venida "como ladrón". Para captar el humor de la comparación, podríamos decir que ningún ladrón va a llamar a la casa a avisarles que va a llegar a las diez de la noche y que por favor tengan la puerta sin llave.
Los evangelios narran muchas frases y situaciones que, si nos paramos a imaginarlas o si las tomáramos literalmente, nos caerían con mucha gracia, por ejemplo el señor que no quería levantarse de la cama para contestar la puerta (Luc 11:5-9) y la viuda terca que insistía e insistía hasta que el juez se cansó y le hizo justicia (Luc 18:1-5). Tiene humor simpático el comentario de Jesús sobre Juan el Bautista (Luc 7:24-26), que podríamos parafrasear así: "¿Qué esperaban ustedes encontrar en el desierto, un predicador con saco y corbata?". No falta un humor acerbo en el comentario de Marcos 5:26 sobre la mujer "que había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor". ¡Ay de esos matasanos mercenarios!
A Jesús le gustaba hablar con simbolismos exagerados que tomaban a la gente por sorpresa. Nosotros estamos muy acostumbrados a la figura de "nacer de nuevo", pero Nicodemo se quedó en la luna cuando el Señor le dijo que él tenía que nacer de nuevo. "¿Pero cómo puede ser eso?", pregunta Nicodemo. "¿Tengo que entrar de nuevo en el vientre de mi madre?" Podríamos ampliar el simbolismo: ¿Y cómo entro mejor, de cabeza o con los pies adelante?". Parece que Nicodemo captó la paradoja de las palabras del Maestro, pero no el humor. Pero el evangelista sí lo entendió y lo trasmitió en su relato.
La figura de Zaqueo tiene claros ribetes cómicos (Lc 19:1-10). Como cobrador de impuestos Zaqueo era funcionario del imperio romano y casi seguro rico y socialmente importante, con cierto prestigio. Pero era pequeñito y tuvo que treparse a un árbol para ver a Jesús. ¡Eso sin duda llamó mucho la atención! ¡Qué miedo, que puede quebrarse la rama y el señor funcionario se viene para el suelo! Seguramente Lucas y sus lectores se reían de esa situación cómica, y con eso se reían no sólo del diminuto Zaqueo sino también del mismo imperio romano.
El Cristo Resucitado mantuvo ese gran sentido de humor. En el camino a Emaús, cuando los dos discípulos le preguntan si él era el único forastero que no sabía lo que había pasado esa semana, Jesús contesta, con cara de inocente, "¿Qué cosas?" (Luc 24:19). Claro, ¡quien sabía mejor que él lo que pasó ese Viernes Santo! Después ellos le informan a él sobre "Jesús nazareno, varón profeta, poderoso en obra y palabra", todavía sin darse cuenta que es con él mismo que ellos lo están diciendo. Y al fin afirman que algunos discípulos fueron al sepulcro, "pero a él no lo vieron" (24:24). Eso, ¡cuando ellos mismos lo están viendo con sus propios ojos!
¡Gracias, Creador nuestro, por el humor, y por el sentido de humor de nuestro Salvador!
Juan Stam B.
[1] Ironía: Figura retórica que consiste en dar a entender lo contrario de lo que se dice; Hipérbole; Figura que consiste en aumentar o disminuir excesivamente aquello de que se habla.
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