sábado, 17 de agosto de 2013

Pbro. Gabriel Martín Ghione
Homilía XX Domingo durante el año: 
Una fe comprometida.

En el camino a Jerusalén, Jesús busca dejarnos en claro que la fe, el seguimiento, la vivencia de la “Buena Noticia” implica determinación, opciones y decisiones concretas.

En este Evangelio se nos habla de elementos que pueden ser muy mal interpretados ya sea porque de una manera fundamentalista los llevamos al extremo y justificamos nuestras faltas de dialogo y actitudes de confrontación o porque lo aguamos de tal manera que pierden toda su consistencia.

Se habla de fuego que desea que este ardiendo. La vivencia del Evangelio no nos aísla del mundo y de la sociedad, no nos encierra “en el cielo”, sino que nos invita a transformar la realidad con el fuego del amor, la entrega y el servicio. Un fuego que nos invita a arder y consumirnos en la realización del bien común, la justicia social, la inclusión. Un  fuego que nos invita a encender la mecha humeante de los que han perdido el sentido de la vida, de los que se arrastran por su falta de valoración, de los que se siente impotentes ante tantos atropellos. Un fuego que desea que arda porque el Evangelio no nos deja ni indiferente ni neutrales ante las diversas situaciones de la vida. El Evangelio nos invita a tomar partida por los débiles, pobres, olvidados y alejados. Si arde en nosotros el fuego del evangelio, el otro, el que me invita a ser prójimo y pensar en alguien más que yo no es un obstáculo, una cosa, un extraño sino un hermano.

Se habla de bautismo a cumplir plenamente. Las palabras encierran en si muchos significados. La palabra bautismo aparte de expresar el hecho en sí, nos remonta a su significado. El paso de la muerte a la vida, la decisión de la persona a dejarse transformar por la luz del Evangelio, el deseo de ser un discípulo-misionero de Jesucristo. El bautismo al que se refiere es el desenlace de su vida, es la entrega confiada, la vida coherente, el no claudicar ante las amenazas, el llevar hasta las últimas consecuencias el proyecto del Padre: la Buena Noticia de la salvación gratuita para todos. Jesús siente angustia de cumplir plenamente el bautismo. No de morir sino de permanecer fiel, no aguar ni licuar la Buena Noticia aunque en Jerusalén le pueda implicar la muerte.

Jesús no viene a traer la paz. Significa que para Jesús no todo da lo mismo, para Jesús hay que tomar decisiones, determinarse. Muchas veces asumimos la paz como el no tener problema con nadie, todo da lo mismo, nada de lo que pasa a mi alrededor me significa un conflicto porque he asumido una actitud de indiferencia, de “y a mí qué”. Tampoco significa con esto que Jesús viene a traer la guerra, que nosotros debemos imponer nuestra forma de pensar y de vivir. El evangelio siempre fue y será invitación y no imposición. Jesús no viene a traer esa paz idílica, que nos deja sumergidos en nuestro egocentrismo, indiferentes, irresponsable y descomprometidos. Jesús no quiere esa paz. Jesús quiere que tomemos partido, que entremos en conflicto. Más que ante las ideas (tradiciones, líneas de pensamiento) ante todo aquello de deshumaniza al hombre, que fomenta o justifica la explotación, ante aquellas estructuras injustas que hacen del hombre una cosa, un número, un gasto.

En síntesis, la fe a la que nos invita tiene, entre otras, estas características:
·         Opción personal: A Jesús no le van las tradiciones, él quiere decisiones.
·         Consciente: Jesús quiere que pensemos, analicemos y asumamos las consecuencias de nuestra fe. Una fe que no piensa y no madura, es una fe animal, no humana.
·         Enérgica: que asuma las consecuencias, que este a la altura de las circunstancias, en definitiva que no sea mediocre o light.
El papa Francisco en el encuentro con los jóvenes argentinos, nos pidió no licuar la fe, asumirla con todas sus consecuencias, jugarnos por todas sus implicancias. Este es un hermoso resumen del Evangelio de hoy.


Skipe: ghione.gabriel.martin


"Servidores de ustedes por amor de Jesús" 2 Cor 4,5

No hay comentarios:

Publicar un comentario