"Asunción es tranformación,
Asunta es abosorbida por la vida"
Juan Masiá, sj
Felicidades, prima Asunción, sobrina Asun y amigas Asuntas, todas las que celebráis onomástico el 15 de Agosto. Ya sabéis que Asunción significa Absorción y Asunta significa Absorbida por la Vida. Por lo tanto, querida Asunción, querida Asun, querida Asunta, enhorabuena por el nombre tan bonito que tenéis. Sois Asuntas quiere decir que os llamáis Asumidas, Absorbidas, Renacidas, Recreadas, Transformadas, Transfiguradas, destinadas a pasar el umbral del tránsito de crisálidas a mariposas de vida eterna.
Me preguntaron las alumnas en clase de teología si hay que creer que a la madre de Jesús no la enterraron y tuve que volver a aclararles lo que significa Asunción, para evitar un suspenso en el examen de hermenéutica y evolución de los dogmas.
La Asunción no es un privilegio excepcional exclusivo de María, sino el símbolo de nuestro propio destino al morir para entrar en la vida definitiva.
Asunción no es transportar míticamente un cadáver por los aires para reanimarlo en lo alto de los cielos, sino pasar por la muerte y dejarse absorber por el Espíritu en el seno de la Vida de la vida.
Asunción significa que morir es nacer; nacer muriendo y morir naciendo. Si pudiéramos contemplar el nacimiento de una criatura desde el interior del seno materno, el vídeo proyectaría la imagen de alguien que desaparece por un túnel de muerte. Pero, vista desde la vida verdadera, esa presunta muerte se vería como un nacimiento, un renacer y una nueva creación.
María, como Inmaculada y Asunta, es un icono de esperanza. Por cierto, que Inmaculada y Asunción, como metáforas de fe, son algo así como en matemáticas el cero y el infinito. Cero e infinito no son como los demás números, son imágenes-límite y metáforas fronterizas. Inmaculada y Asunción son metáforas de esperanza, expresiones simbólicas de plenitud en los límites de nacimiento y muerte, y de trascendencia de los límites en el horizonte de la vida eterna...
Hubo entre el alumnado quienes no acababan de conformarse con estas interpretaciones y seguían preguntando: "Entonces, en qué quedamos? ¿qué conmemoramos el 15 de agosto, una muerte, un nacimiento, una resurrección o una asunción?"
Y tuve que insistir reiterativo: Conmemoramos la muerte como absorción por la Vida, la muerte de María como Asunción, imagen esperanzadora de nuestra propia muerte como entrada en la Vida.
María murió y la enterraron, como Jesús murió y lo enterraron. La fe en la resurrección no necesita una tumba vacía. La Asunción no necesita "ángeles aviadores" que transporten un cadáver incorrupto a un paraíso en lo alto de las nubes.
Asunción no es eludir la muerte (como creyeron algunas tradiciones extraviadas sobre la llamada 'dormición'), sino ser recreada y transformada tras morir del todo, para renacer a la vida que no muere.
Lo dijo el Papa Pío XII al proclamar esta enseñanza solemnemente en 1950: "Lo esencial del mensaje es reavivar la esperanza en la propia resurrección", que no consiste en revolotear por las nubes un alma separada, ni en reanimar un cadáver o dejar una tumba vacía o volver a esta vida, sino en ser asumida la persona en el misterio original de la Vida de la vida.
Lo dijo san Pablo escribiendo a la comunidad de Corinto: que la victoria sobre la muerte consiste en que cuando morimos la muerte es absorbida por la vida divina (cf. 1 Co 15, 54).
Y lo dijo muy bien Martín Descalzo en su poema:
‹ Y entonces vio la luz. La luz que entraba ›
‹ por todas las ventanas de su vida. ›
‹ Vio que el dolor precipitó la huida ›
‹ y entendió que la muerte ya no estaba. ›
‹ Morir sólo es morir. Morir se acaba. ›
‹ Morir es una hoguera fugitiva. ›
‹ Es cruzar una puerta a la deriva ›
‹ y encontrar lo que tanto se buscaba. ›
‹ Acabar de llorar y hacer preguntas; ›
‹ ver al Amor sin enigmas ni espejos; ›
‹ descansar de vivir en la ternura; ›
‹ tener la paz, la luz, la casa juntas ›
‹ y hallar, dejando los dolores lejos, ›
‹ la Noche-luz tras tanta noche oscura.
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