domingo, 18 de agosto de 2013

  Martín Gelabert Ballester, OP 
Libertad responsable 



Libertad, ¡oh mágica palabra! Se diría que todas y todos queremos ser libres e independientes. Da grima encontrarse con los amantes de la ley, el orden y el control, o sea, con los que gustan mandar, que son muchos, siempre prestos y dispuestos a recordar que “libertad sí, pero no libertinaje”. Si con eso quieren decir que no hay libertad auténtica a costa de la libertad de los demás (ese es el buen sentido del término libertinaje) podríamos estar de acuerdo. Pero sospecho que, en ocasiones, la referencia al libertinaje, es la otra cara de las ganas que algunos tienen de someter a los demás, con lo que ellos mismos incurren en lo que critican.



Una buena libertad debe estar adjetivada. Pero los adjetivos calificativos no deben negar el sustantivo. La libertad calificada no es una falsa libertad, una libertad mentirosa, maquillada, vigilada, algo así como ser libre mientras no me salgo de los cauces establecidos por otro. El bien es el mejor calificativo de la libertad. Otro buen calificativo es la responsabilidad. No conviene olvidar que siempre estamos condicionados y condicionamos a otros, siempre dependo de otros y otros dependen de mí. Por eso, debemos responder mutuamente los unos ante los otros. La independencia absoluta es imposible y, además, inmoral. La cuestión que debemos plantearnos es: ¿de quién queremos depender? Y ¿a quién queremos servir? Porque hay dependencias que oprimen y dependencias liberadoras.



Oprime la dependencia sufrida por el esclavo. Libera la dependencia que brota del amor, la del buen padre/madre o la del amigo. Allí donde no hay amor, reina la ley del más fuerte. La libertad cristiana es una libertad para el amor; por eso es siempre responsable. Es la libertad de los hijos de Dios, que nos dispone para una entrega de nosotros mismos en el amor. En esta línea, podemos afirmar que las comunidades cristianas son espacios donde hombres y mujeres se encuentran como amigos, comparten la existencia, se comunican en libertad y viven en libertad. Vivir en libertad no quiere decir que cada uno hace su voluntad; no quiere decir individualismo ni anarquía. Al contrario, cada uno hace voluntariamente lo que es bueno para la comunidad. Todos sirven a todos y asumen voluntariamente las tareas necesarias para el bien de todos

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