domingo, 18 de agosto de 2013

Humor en la Biblia (3)

El humor en el Antiguo Testamento[1]
Juan Stam

  

La Biblia comienza con un toque de humor muy simpático. En el segundo relato de la creación, a diferencia del primero, Dios creó primero a Adán (sin Eva) y plantó una hortaliza para su sustento. Adán tenía finca y debía estar contento, pero faltaba algo importante. La respuesta de Dios nos sorprende:


 Luego Dios dijo, No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda idónea. Entonces Dios formó de la tierra toda ave del cielo y todo animal del campo, y se los llevó al hombre para ver qué nombres les pondría (Gén 2:18-19).



¡Aves y animales para satisfacer el deseo más profundo del corazón humano![2] Ahora la hortaliza se convierte en un inmenso jardín zoológico y Adán en una especie de científico que anda de animal en animal, observando cada uno y escogiendo nombres apropiados. Adán anda con su mascota a su lado y monta su caballo para ir al otro extremo de su finca.  El tranquilo silencio de antes se interrumpe con el bramido del ganado, el ladrar de los perros, el aullar de los lobos y el trinar de las aves. Es toda una sinfónica zoológica, pero...



Sin embargo no se encontró entre ellos la ayuda adecuada para el hombre" 

    (Gén 2:20).



Ahora Dios crea a la mujer, no de la tierra sino del mismo Adán, y se la lleva a Adán. "Wow", exclamó el hombre, "ésta es mi media naranja, la compañera idónea de mi vida que me hacía falta".



 ¿Qué quiere decir este curioso y bastante chistoso relato? Las aves y los animales no pueden llenar el vacío en la vida del ser humano. La vida humana es más que solo ser agricultor o ganadero; el significado de la vida humana es compañerismo, conversación, comunidad. Eso es lo que nos enseña este primer chiste bíblico.





El humor bíblico vuelve a aparecer en el relato del nacimiento de Isaac. Cuando Dios anuncia a Abraham que su muy anciana esposa quedará encinta y que será "madre de naciones", ante una idea tan absurda -- ¡su vieja esposa andando con panza de embarazada! -- Abraham no resiste lo ridículo de eso y tiene que reírse por dentro (Gén 17:17). Después el Señor le aparece, junto con dos ángeles, cuando descansaba en la puerta de su tienda. Ante tal visita inesperada, Abraham corre a traer agua y lavarlos los pies (18:4,6: ¡lavarle los pies a Dios no es para menos!) y les recomienda descansar bajo un árbol, ya que la tarde es calurosa. Mientras tanto, Sara les prepara un "sandwich" de pan con carne de ternero con cuajada y leche (18:5-8, NVI). Todo se realizó de prisa, corriendo. Cualquier familia conoce estas experiencias con las visitas no anticipadas.



En eso, cuando Sara estaba escondida tras una cortina de la tienda, Dios anuncia de nuevo que Sara dará a luz un hijo. Sara tenía 90 años y Abraham unos cien. "Sara había dejado de menstruar" y de "tener deleite", dice el texto con su acostumbrada naturalidad (18:11,12). Ante toda esta sorpresa Sara visualiza lo prometido, se imagina dando a mamar, con sus pechos caídos y arrugados (21:7) e irrumpe en una risa audible (18:12).  Dios pregunta por qué se había reído Sara (¿pero cómo no reírse, cuando todo es tan risible?) y entonces Sara negó que se hubiera reído.



Después Sara quedó encinta, y durante los nueve meses normales de gestación, las y los vecinos se reían de esa vieja con panza. Después nació el pequeñito Isaac, cuyo mismo nombre significa "risa". Ahora Sara captó el chiste divino y exclamó, "Dios me ha hecho reír, y todos los que se enteren de que he tenido un hijo, se reirán conmigo (Gén 21:6). A esta risa se refiere también el Evangelio de Juan cuando escribe, "Abraham, el padre de ustedes, se regocijó al pensar que vería mi día, y la vio y se gozó" (Jn 8:56). De hecho, la historia de la salvación comenzó con Abraham, Sara e Isaac. Con Sara y su risa evangélica nació, y sigue naciendo, la alegría de la gracia salvadora de Dios.





Nuestro lector Javier Guevara ha compartido una nota chistosa en el relato del becerro de oro (Ex 32:23). Cuando Moisés demoró en bajar del Monte Sinaí el pueblo urgió a Aarón,"tienes que hacernos dioses que marchen al frente de nosotros" (32:1). Aaron, en vez de rechazar esa tentación idólatra, procedió a movilizar una gran colecta de los aretes de oro de las mujeres. y jóvenes de Israel. Aarón los fundió y con un cincel, formó un ídolo en form de becerro y exclamó "Aquí tienes a tu dios que te sacó de Egipto". También le construyó un altar y le declaró una fiesta solemne en que todos se arrodillaban ante el becerro:(2-6,8).



Dios se pone furioso con esta infidelidad del pueblo, pero Moisés regatea con Dios y le pide calmar su ira (32:7-13; Gén 18:16-33). "Entonces el Señor se calmó" y desistió de destruir al pueblo (32:13-14). Con toda la seriedad del caso, este detalle del relato, de un hombre que calma a un Dios enojado, tiene algo de chistoso.  Es como un chiste dentro de otro chiste.



En seguida, al bajar junto con Josué de la montaña, el enojo es de Moisés y rompe las dos tablas que traía y quema el becerro y lo reduce a polvo. Aarón, por su parte. echa toda la culpa al pueblo. Me trajeron su oro, racionaliza, "lo eché en el fuego, y se me salió este becerro". ¡Una total sorpresa! Debe ser un milagro.  Aarón hace el ridículo y nos pone a  reír a nosotros.





Otro relato que llama la atención por su humorismo es la de la ejecución del moabita Eglón por Aod (Jur 3:14-30). Es la historia de la lucha de un zurdo contra un gordo. Aod logra una entrevista con Eglón y , como era zurdo, esconde su puñal, que medía un codo (18 pulgadas), por el lado derecho de su vestido, de donde Eglón no esperaría un ataque. En el momento apropiado Aod mete su puñal en la enorme panza de Eglón, tanto que todo el puñal se quedó en la barriga y Aod no lo pudo sacar. Además, el puñal rompió los intestinos de Eglón "y le salió el excremento" (3:22). Por el olor sus siervos creían que el rey estaba defecando y no abrieron la puerta. Eso le dio tiempo a Aod y se escapó por una ventana.[3]



¡Vaya historia, y de la misma Biblia!





Otro relato, con similares toques humorísticos, es la burla de Elías contra los profetas de Baal (1R 18:26-29). En el monte Carmelo los profetas de Baal habían gritado clamando a Baal desde la mañana hasta el mediodía, ya estaban agotados y frustrados, cuan Elías comienza a "animarles" con unos consejos:



¡Griten más fuerte! -- les decía -- 

     [¡Como si no estuvieran ya roncos de clamar "Baal, respóndenos"!]

Seguramente que Baal es un dios,

pero tal vez está meditando, 

o esté ocupado o de viaje.

¡A lo mejor se ha quedado dormido

y hay que despertarlo!



Elías, con gran ironía, se hace amigo y consejero de los sacerdotes de Baal para justificar a Baal y explicar su silencio. El segundo verbo, SîG (apartarse, retirarse), que la NVI traduce como "estar ocupado", en "Dios Habla Hoy" se traduce con "o está haciendo sus necesidades". Respetados comentaristas afirman que "retirarse" era un eufemismo para ir a defecar. Con la típica franqueza de la mentalidad hebrea, Elías se burla de Baal por sugerir que éste no responde a los gritos porque se ha ido al baño.[4] El sarcasmo de todo este pasaje se capta bien escuchando el "Elías" de Mendelsohn.



Burlarse de los ídolos era casi siempre una nota humorística de las denuncias de la idolatría:



Sus ídolos son de oro y plata,

producto de manos humanas.

Tienen boca, pero no pueden hablar;

ojos, pero no pueden ver;

tienen oídos, pero no pueden oír,

nariz, pero no pueden oler;

tienen manos, pero no pueden palpar,

pies, pero no pueden andar;

¡ni un solo sonido emite su garganta!

              Sal 115:4-7; cf. 135:15-17



Al ídolo un escultor lo funde;

un joyero lo enchapa en oro,

y le labra cadenas de plata.

El que es muy pobre para ofrendar,

escoge madera que no se pudra,

y busca un hábil artesano

para erigir un ídolo que no se caiga.

              Is 40:18-20 (cf. Os 8:6; Hab 2:18-20)



Mientras Dios por su parte lleva a su pueblo, los ídolos son una pesada carga que tienen que llevar sus adoradores, porque ni pueden caminar (Is 46:1-7; Jer 10:3-5).





El libro de Jonás puede entenderse como una caricatura de los profetas de desastre que no entienden la misericordia de Dios y su amor hacia todas las naciones. Aunque Jonás es profeta, todos los que le rodean son más obedientes a Dios que él.



En un libro que saldrá pronto, nuestro querido amigo, Hugo Zorrilla, encuentra unas 42 ironías en el libro de Jonás. Entre ellas, el hermano Hugo destaca seis: (1) El profeta confiesa a los marineros que teme a Yahvé, Dios del cielo, y sin embargo, se convierte en fugitivo de Dios; (2) En el barco hay un profeta durmiendo mientras los paganos oran; (3) El Señor habla a Jonás como un conocido, y en el libro ni siquiera se le llama profeta ni siervo de Yahvé; (4) Jonás entrega su vida por salvar a los paganos del barco, pero se disgusta por la conversión de los paganos en Nínive;  (5) En las profundidades, en el monstruo marino el profeta ora, y abajo en el barco en la tormenta, duerme; (6) En las profundidades, en el monstruo marino el profeta ora, y abajo en el barco en la tormenta, duerme. Al final, los ninevitas se arrepienten tanto que visten a su ganado con ropa de luto y los obligan a ayunar junto con todo el pueblo (3:7-8). 



En la conclusión del libro, el autor afirma que Dios ha compadecido de Nínive, que tenía "más de ciento mil personas ...  y mucho ganado" (4:11). Jonás en cambio no se preocupaba ni por las personas, pero Dios hasta por el ganado.[5]





Isaiah 65.20, que trata de la muerte, es un buen ejemplo de dos enfoques hermenéuticos opuestos. Si este pasaje se lee con cara seria, con el literalismo con que solemos leer pasajes proféticos, produce una serie de contradicciones muy preocupantes. Ya que el pasaje introduce explícitamente el tema de la nueva creación, supondríamos que se `refiere al estado final eterno que describe Apocalipsis 21-22. Pero entonces surgen las dificultades. Así es el pasaje, leído con toda seriedad erudita:



Nunca más habrá en ella niños que vivan pocos días,

     [PERO, ¿nacerán niños en la nueva creación?

        ¿Y qué es eso de “días” si la nueva creación es eternidad?]

ni ancianos que no completen sus años.

     [PERO, ¿envejeceremos en la vida venidera?]

El que muere a los cien años será considerado joven;

     [¿habrá muerte en el Reino final de Dios? ¿en el milenio?]

pero el que no llegue a esa edad será considerado maldito.

     [¡COLMO de las contradicciones! ¿Cómo es eso de pecadores

             en el cielo, y que serán malditos?] Isa 65.20 NVI



Tampoco se resuelven estas dificultades si especuláramos que todo esto se refiere al milenio de Apocalipsis 20 y no la nueva creación de Apocalipsis 21. Este pasaje dice explícitamente “nuevos cielos y nueva tierra”, y de hecho es el antecedente específico de Apocalipsis 21. Precisamente en el esquema premilenial, el reino de los mil años se realiza en este mundo, antes de que huyan la tierra y el cielo (Ap 20:11) y aparezca la nueva creación (21:1). Y además. ¿qué habrá conocido este antiguo autor sobre el milenio? Respuesta: ¡Probablemente nada!



Las contradicciones desaparecen, sin embargo, cuando leemos este pasaje con un poco de sentido de humor, sensibles a la técnica literaria que se llama ironía.[6] La primera “contradicción”, menos tomada en cuenta, puede ser la mejor clave al sentido: Si alguien tiene cien años, ¿cómo se le puede describir como “joven”? Más bien, es un viejo o una vieja que ya cumplió con creces sus días. Cuando alguien cumple cien años, toda la familia le hace una gran fiesta (a lo mejor, en su silla de ruedas, probablemente sin poder ver ni oír muy bien). No es para menos; ¡ha alcanzado un siglo de vida!



Pero cuando vengan los nuevos cielos y la nueva tierra, según esta visión, si alguien muere con cien años se lamentará, “¡Que mortalidad infantil! Con sólo cien años y ya murió, apenas comenzando la vida. ¿Por qué murió tan niñito?  Apenitas 100 años, ¿qué pasó?” Otros tendrán una explicación diferente para esta muerte trágicamente prematura, con apenas cien años, y preguntarán, “¿Qué pecado habrá cometido, para que Dios le castigara con morir con apenas un siglo de vida?” 



Con estas simpáticas ironías el profeta afirma el triunfo de la vida sobre la muerte. No entendía prácticamente nada de toda la escatología cristiana que vendría siglos después, ni tenía la menor idea de la diferencia entre un premilenialista y un amilenialista (y a lo mejor ni le habría interesado), pero una cosa sabía: nuestro Dios es Dios de vida y al fin él vencerá a la muerte. En el reino venidero nuestros días serán como los árboles (65:22); ¡cada persona será un Matusalén! Con eso el profeta no captaba aun toda la visión de la resurrección y la vida eterna, pero lo que sí nos revela es mucho y muy precioso. Él pudo entender que la vida tiene futuro y la muerte no, y que el Dios Creador puede garantizar a los suyos la vida perpetua y abundante.[7]



Conclusión: Las escrituras hebreas, igual que las cristianas, muestran un hermoso sentido de humor, tanto que a veces solo pueden entenderse con dicho sentido bien activado. El sentido de humor y una actitud lúdica son aspectos de la imagen de Dios en los seres humanos. Dios mismo se ríe (Sal 2:4) y nos pone a reír a nosotros (Gén 21:6).




[1] Sobre este tema, Ediciones Puma ha publicado El humor en el Antiguo Testamento, escrito por Milton Acosta.

[2] Por su parte, estos versículos sugieren la gran importancia de las aves y los animales, pero no en lugar de los amigos y la familia.

[3] Otra nota graciosa de Jueces ocurre cuando Gedeón limita su ejército a "los que laman el agua con la lengua, como los perros".

[4] Gabriel Garcia de México escribe: "me imagino a baal en una nube dormido con un cuerno en el oido como aquellos que usaban los ancianos para escuchar mejor". ¡Tal vez Baal está un poco sordo y necesita audífono!

[5] Un lector comenta: " me gusta la imagen de el pez que lo vomita; el profeta es tan ácido y testarudo que hasta el pez termina devolviéndolo." 

[6] La traducción de la NVI en este texto capta mucho mejor el sentido y la ironía del pasaje.

[7] Isaías ofrece otras hipérboles realmente simpáticas: un cordero durmiendo tranquilo al lado de un amable león, un niño jugando con una víbora, y los chacales arrodillados para adorar a Dios.





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