sábado, 31 de agosto de 2013

25 aniversario de la muerte 
del obispo de los indios
Leónidas Proaño, 
pilar de la Iglesia de los pobres del Ecuador
Soledad Monroy 

"Por qué buscan entre los muertos a aquel que está vivo" (Lucas 24,5). Hoy, 31 de agosto, a los 25 años de la pascua de monseñor Leonidas Proaño, recordamos su partida y celebramos su presencia. Los que conocimos a monseñor Proaño lo recordamos como un maestro que sabía escuchar y animar, un pastor cercano que estaba convencido de que "son los pobres quienes nos evangelizan".

Organizó las comunidades y la Iglesia de Riobamba a partir de la satisfacción de las necesidades de los más pobres. ¿Quiénes eran estos organizadores? Los mismos pobres. Para que puedan lograrlo hizo la casa de Santa Cruz un Centro de formación de alcance internacional e intercontinental, donde nos formamos miles de cristianos sencillos. Los Indígenas del Chimborazo se formaban en su propio idioma. Todo esto se concretizaba, para él, en un plan de pastoral diocesana cuya meta era el Reino.

Proaño buscaba una Iglesia viva y una nueva sociedad. Al escribir su autobiografía diseñó su proyecto de vida y de fe, como obispo: "Creo en el hombre y la comunidad". Supo devolver la voz a los silenciados de la historia durante los 500 años de la conquista. Permitió a los Indígenas retomaran su voz y empezaran a ser una Iglesia indígena. Logró también que se organizaran a partir de su propia cosmovisión para superar la injusticia y dominación: les ayudó a recobrar su dignidad, con una conciencia nueva, con su proyecto ancestral de sociedad. Pasaba su tiempo a recibirlos y los acompañaba en sus grandes luchas por todo el país. Dos años antes de su muerte, después de haber visto nacer la organización de los Indígenas de la sierra en la ECUARUNARI, presenció la unión de los Indígenas de la sierra, del oriente y de la costa en la CONAIE (Confederación de las Nacionalidades Indígenas del Ecuador).

Otra característica de monseñor Proaño fue su solidaridad nacional e internacional. Visitaba los grupos y las Comunidades que lo llamaban para conversar con él, para evaluar el trabajo pastoral, entender la coyuntura nacional, proyectarse como la Iglesia de los pobres...

No sólo recordamos su testimonio; sobre todo celebramos su presencia. Proaño nos dejó contagiado de vivir el Evangelio a la manera de Jesús, construir la Iglesia de los Pobres desde la realidad latinoamericana, dar como cristianos nuestro aporte en la sociedad. Sus criterios nos siguen orientando para comprometernos a ser la Iglesia de los Pobres que él soñó, a construir el Ecuador que vislumbró desde la sabiduría indígena.

Proaño quería una Iglesia distinta: este compromiso buscamos hacerlo realidad a partir de las necesidades de hoy. El mismo, en su diócesis, construyó una Iglesia renovada. Por él somos evangelizadores desde nuestra solidaridad con las causas de los pobres: anunciamos un Iglesia más humana, más centrada en Jesús y la realidad, con signos que hablan a las generaciones actuales. Continuamos siendo como el testigos proféticos del Reino de Dios, denunciando todo lo que nos destruye y anunciando en palabras y hechos un Reino, no solo lo espiritual sino también transformador de la Iglesia y de la sociedad.

Nos enseñó a organizar el compartir y la equidad desde una visión política participativa, a no quedarnos en la caridad que paraliza sino dar la mano para que los agobiados se levanten y caminen con sus propio pies. Monseñor Proaño no nos deja quietos: nos anima a ser una luz, que nuestra fe no que se quede en los altares y las iglesias, sino que brille en las calles, los barrios, las casas, las fábricas... Nos pide conservar la ternura hecha de rebeldía y de esperanza, a imagen de María, la madre de Jesús, que vemos como nuestra compañera de fe, de dolor y de lucha.

A Proaño no se lo celebra en las grandes catedrales -es demasiado cuestionador de las estructuras eclesiales y políticas conservadoras- sino en miles de pobres capillas de campo y de suburbios, por todos los continentes. Su poema "Solidaridad" se ha hecho el himno de las Comunidades Eclesiales de Base.
"Mantener siempre atentos los oídos al grito del dolor de los demás,
y escuchar su pedido de socorro, es solidaridad, solidaridad, solidaridad.
Sentir como algo propio el sufrimiento del hermano de aquí y del de allá,
hacer propia la angustia de los pobres, es solidaridad, solidaridad, solidaridad.
Entregar por amor hasta la vida es la prueba mayor de la mistad,
es vivir y morir con Jesucristo: la solidaridad, solidaridad, solidaridad.
Llegar a ser la voz de los humildes, descubrir la injusticia y la maldad,
denunciar al injusto y al malvado: es solidaridad, solidaridad, solidaridad.
Dejarse transportar por un mensaje cargado de esperanza, amor y paz
hasta apretar la mano de hermano: es solidaridad, solidaridad, solidaridad."
La Biblia en su contexto: 
“En el Reino de Dios nadie ocupa los primeros puestos” (Lc 14, 1.7-14)
Ciclo "C". XXII Domingo del Tiempo Ordinario. 
Orlando Segundo Carmona


El presente texto lo podemos dividir en dos partes bien definidas que componen una sola enseñanza;  1. La elección de los puestos (Lc 14,1.7-11) y 2. La elección de los invitados (Lc 14,12-14). 



Para el estudio del texto nos vamos a valer de la exégesis hecha por Josef Schmid, en su libro El Evangelio de San Lucas (1968) y en el cual relata lo peculiar del pasaje profano que es transpuesto al dominio de lo religioso.



“La elección de los puestos (Lc 14,7-12): Para este primer discurso dirigido a los comensales, lo mismo que el siguiente, de construcción exactamente igual a él y dirigido a la persona del anfitrión, surge de la situación presupuesta del banquete; Lucas lo llama una «parábola», esto es, una instrucción en forma figurada; por la situación en que se apoyan estas palabras de Jesús, no pueden, sin embargo, ser entendidas como parábola en sentido corriente; se trata en ellas, en efecto, de un ejemplo tomado de la vida de sociedad, en el que, por otra parte, se manifiesta también la actitud ética interior de los que en él intervienen o al menos de algunos de ellos, su afán de honras y su vanidad. En cuanto al sentido del ejemplo hay que tener también presente que la historia profana no se concibe desde el principio como figurada y sólo figurada, como en otras parábolas en sentido estricto. Lo peculiar del presente pasaje más bien es que un proceso de la vida cotidiana profana, observado por Jesús mismo en un momento dado, queda interpretado parabólicamente y transpuesto al dominio de lo religioso. Lo que sucede en el dominio de lo profano se convierte así en imagen de lo que le sucederá al hombre con Dios. 



Según opinión de muchos exegetas modernos, aquí la tradición habría transformado en una regla de sociedad en la mesa lo que en su origen era una parábola escatológica, al igual que la parábola de Lc 12,57s aparece en Mt 5,25 transformada en una exhortación al espíritu de conciliación. Tal hipótesis es inaceptable por el motivo de ser, de suyo, totalmente inverosímil una tal profanación secundaria de un texto religioso en su origen y que privado de tal carácter no encajaría en el evangelio, si fuera entendido como simple regla de prudencia humana, tal como las que se encuentran en los libros sapienciales del AT y en textos de las literaturas rabínica y griega. Según 20,46 ( = Mc 12,39), sobre todo los escribas conscientes de su dignidad y significación, mostraban el afán de ocupar los primeros puestos en los banquetes, uso que tenía que tener en cuenta el anfitrión, para evitar que, por ejemplo, el de más categoría no recibiera el puesto de más honor. Así, podía darse en la realidad el caso que Jesús toma como punto de partida de su instrucción. Hasta el v. 10 se mantienen sus palabras aún en el dominio del ambiente profano, burgués, y los conceptos del honor que en él rigen, que quedan elevados a una consideración de tipo religioso en la sentencia final del v. 11, ofrecida también en 18,14, así como en Mt 18,4 y 23,12, pero que parece estar aquí en su contexto originario. En ella se da expresión al principio según el cual Dios trata a los hombres. Sus miras, las miras de Dios, son las que quedan expresadas con el final «para que» del v. 10, no las del que se sienta humildemente en el último puesto. Sólo así corresponde la sentencia a la doctrina de Jesús, y no, en cambio, si con ella se exigiera una humildad que sólo se abajara con el fin de ser después elevada. La conexión con el v. 11 es lo que convierte la vergüenza del ambicioso y la honra del humilde del banquete en una parábola.



La elección de los invitados (Lc 14, 13-14): La presente admonición dirigida al señor de la casa corresponde, tanto por su forma como por su sentido, a la que ha dirigido a los demás comensales. Tampoco en ella es posible una interpretación puramente literal. La invitación de los amigos, o sea, un hecho corriente en las relaciones humanas de la vida profana y que sirve en primera línea al cultivo de la vida de sociedad, queda mencionado por Jesús como ejemplo de un amor egoísta, basado en la reciprocidad y, por ello, desprovisto de valor moral (cf. 6, 32-34). A él contrapone Jesús en la invitación de los pobres y miserables, que no pueden corresponder a lo recibido, un amor verdadero, que puede estar seguro de ser recompensado por Dios en la vida eterna (cf. Prov 18,17). 



Así como Jesús no pretendía, en el pasaje precedente, dar una instrucción sobre la elección de los puestos en un banquete, así tampoco discute aquí el hecho de la invitación a las personas más allegadas; sólo toma ocasión de un uso de la vida cotidiana para mostrar que un amor que se extiende sólo a aquellos que corresponden a él en igual manera, no tiene valor alguno ante Dios. La «resurrección de los justos» referida como comienzo de la vida eterna no tiene que ser entendida aquí, con la antigua creencia judía, en sentido restringido, como si fueran sólo los justos quienes han de resucitar. Sólo para ellos es una promesa la resurrección, ya que son los únicos que entrarán en la «vida». La continuación de la existencia de los que, para siempre, están alejados de Dios no puede, en cambio, llamarse «vida» y, por tanto, no se ha tomado en cuenta”.



Actualización:



En el reino de Dios nadie ocupa el primer puesto, solamente aquellos que han optado por el servicio a los demás, por la entrega sin ningún tipo de interés a la proclamación de la Buena Noticia y por haber renunciado a la forma de pensar del mundo para sentir como el Maestro, son los que tienen ganados los primeros puestos sin distinción en el reino. 



La escala de valores que tiene vigencia en este mundo es totalmente cambiada en el reino, en el que son preferidos los sencillos, los humildes, los pobres, los ignorantes. Ante Dios no cabe otra actitud que humillarse, Él es tan grande y nosotros tan pequeños, tan santo Él y tan pecadores nosotros, tan sabio Él y nosotros tan ignorantes, ninguna posición tan justa y razonable delante de Dios como la de una profunda y sincera humildad. 



Para nuestra sociedad sería tan provechoso que los hombres no busquen una recompensa de orden terrena o material, ya quedará pagada cuando reciba lo que pretendía, pero si en lo que hace busca siempre a Dios, su recompensa será Dios.



En nuestra familia los primeros deben ser nuestra esposa, hijos, padres y demás personas. Nuestros intereses deben ser del común de todos, debemos anteponer a nuestros egoísmos y rencores el amor que es el único que puede formar relaciones estables y duraderas.
La cultura de la mentira
José María Castillo





El hecho de engañar (o intentar engañar) a los demás se ha generalizado de tal manera y hasta tales extremos que, sin miedo a exagerar, se puede afirmar que la mentira es ya un componente de la cultura que, entre todos, hemos construido. Y además una cultura de la mentira, el embuste y la patraña, en la que vivimos integrados de forma tan connatural, que ya, no sólo no nos sorprende que se nos engañe, y que engañemos, todo lo que cada cual pueda y le convenga, sino que la cosa ha llegado a tal punto que, si uno ve que puede sacar provecho a base de mentiras y, sin embargo, no miente, es mucha la gente (yo mismo, sin ir más lejos, hay veces que me sorprendo pensando así) que considera, de quienes se portan de esa forma que son inútiles que no saben vivir. 

Por eso, en este momento, estamos asistiendo a la esperpéntica y grandiosa ceremonia de la confusión, la solemne liturgia de los embusteros, que unas veces nos pone de los nervios hasta la crispación más irritante; y en otros casos nos da por reír, al ver a esos señores (o señoras) tan perfumados y encorbatados diciendo solemnemente las tonterías más pomposas y ridículas que, a estas alturas de la vida, uno haya podio escuchar. Y es que - bien lo sabemos - vivimos tiempos en los que mienten los políticos, los hombres de la economía, de la cultura y de la religión, mienten los profesionales de la información, casi todos los ricos y los pobres, los funcionarios y los que no tienen otra función que echar embustes.... La lista es interminable, lo sabemos de sobra. Y en esto nos metemos todos. El que tenga las manos limpias, que tire la primera piedra.

Por esto, me parece que será importante pensar, por unos minutos al menos, en la gravedad de lo que está pasando. La mentira consiste en deformar la realidad. Antiguamente, los embusteros eran los tontos. Ahora, por el contrario, dicen que hay una proporción directa entre mentira y talento. A mí me parece eso no es así. Lo que ha ocurrido (y sigue ocurriendo) es que a quienes dicen la verdad siempre, y siempre se niegan a ser cómplices de trampas y embustes, se les ha ido marginando, como a gente peligrosa, problemática y conflictiva. El resultado ha sido que los embusteros son los que están triunfando. Y es así. En la política, en la banca, en la bolsa, en la empresa, en la Iglesia, en el convento, en las familias..., en todas partes. Y si, de pronto, aparece un hombre sincero y con los pantalones bien puestos (estoy pensando, por ejemplo, en el papa Francisco), se teme hasta por su vida. O si la cosa no llega a tanto, al hombre honrado a carta cabal se le pone como un guiñapo. Y se hace todo lo posible por quitarle la credibilidad (poca o mucha) que tenga. No soportamos a los hombres y mujeres transparentes, honrados y de los que no se puede esperar mentira alguna.

Muchas veces me he preguntado: ¿por qué mentimos tanto? ¿porque qué demonios vemos hasta con toda naturalidad que sean, con tanta frecuencia, los más embusteros los que ocupan los puestos más altos en la sociedad? Por supuesto, y ante todo, el hecho mismo de que los más embusteros sean los que más triunfan, eso mismo es una incitación constante a mentir. Porque mucha gente se ha persuadido de que precisamente el que más miente es el que más alto llega. Los políticos tendrían que pensar esto muy en serio: con sus mentiras nos están deseducando a todos. Y sin pensarlo dos veces, nos están diciendo a todos: ¡Mentid, muchachos, mentid!, que así - ya lo estáis viendo - se llega muy lejos en la vida. Y a base de mentiras, hacemos un país grande, con un futuro asombrosamente glorioso (en su podredumbre).

Esto ya es fuerte. Pero sólo con esto, nos quedamos a medio camino. Porque la economía capitalista (en su variante más fuerte, el capital financiero) ha cobrado tal fuerza y se ha organizado de tal manera, que solamente puede funcionar - y funcionar bien - a base de grandes mentiras. Por eso quienes invierten en bolsa deben saber que ese negocio rinde importantes beneficios solamente cuando se dan dos condiciones: primero, invertir grandes cantidades; segundo, no tener prisa. Esto es negocio sólo para gente que maneja mucho dinero; y que lo maneja sin urgencias. Porque hay que esperar la ocasión propicia en que los mercados te permiten engañar a alguien. Y entonces, sí. Entonces, los “entendidos” dan el zarpazo y te forras. Otro ejemplo: Paul Krugman, Nobel de economía en 2008, cuanta cómo Larry Summers (máximo asesor económico de Obama) se burló en cierta ocasión de los profesores de finanzas. Lo hizo con una parábola sobre los “economistas del kétchup” que “han demostrado que las botellas de kétchup de medio se venden, invariablemente, por exactamente el doble que las botellas de cuarto”, lo cual nos permite concluir que el mercado del kétchup es de una eficacia perfecta. Estamos, pues, hablando del gran negocio de la mentira.

Y todavía, una última cuestión. Uno de los fenómenos más característicos de nuestra cultura es “la necesidad de satisfacción inmediata” que nos han inoculado mediante técnicas muy bien estudiadas de propaganda y “comecocos”. Por ejemplo, en esta necesidad apremiante de satisfacción inmediata es en lo que se basa uno de los mecanismos más eficaces de las técnicas de la comunicación (internet, teléfonos y sus mil variantes, publicidad y comercio...) y, en buena medida, el aterrador negocio de las drogas en todas sus variedades.

Así vivimos en el inmenso mar de la mentira, como el pez que vive en su medio. Hasta el extremo de que ya no podemos vivir sin engañar y sin ser engañados. A lo mejor esto es lo que explica que, no obstante las burdas mentiras que nos endosan cada día, seguimos votando a los que nos engañan. Hemos llegado hasta el límite de lo inimaginable: han logrando que nos guste ser engañados. Por eso seguiremos votando a los embusteros, sean del color que sean, para poder de esa manera perpetuar el sistema.

viernes, 30 de agosto de 2013

Los papas Juan XXIII, Juan Pablo II y Francisco [y procesos de canonización]
Pablo Richard

San José, Costa Rica 28 agosto 2013

Introducción

Una clave de interpretación histórica, comparativa y global de la Iglesia Católica podría ser la sucesión de tres papas: Juan XXIII, Juan Pablo II y el papa actual Francisco.

La pronta canonización del papa Juan Pablo II la podemos valorar desde la perspectiva del papa anterior Juan XXIII y del actual papa Francisco (sin olvidar los papas Paulo VI y Benedicto XVI). El Papa Francisco ha tenido la sabiduría profética de proclamar la canonización de Juan XXIII junto con la de Juan Pablo II. Los futuros dos papas que serán canonizados juntos revelan la complejidad, a veces contradictoria, de la historia de la Iglesia Católica en los últimos 50 años aproximadamente, desde la elección de Juan XXIII, en 1958, hasta la elección del papa Francisco, en este año 2013. El proceso que culminó y determinó la canonización del papa Juan Pablo II fue impulsado por el papa anterior Benedicto XVI. El papa Francisco proclama la canonización del papa anterior Juan XXIII y así se recupera y revitaliza la tradición del Concilio Vaticano II y su interpretación en América Latina en las Conferencias de Medellín y Puebla.

Juan XXIII (1958-1963)

Juan XXIII fue elegido papa el 28 de Octubre de 1958. Por su edad se pensó que sería "un papa de transición”; pero en pocos años hizo lo que no hicieron otros papas en el siglo XX: el 25 de enero de 1959 anunció la convocación de un concilio ecuménico. Era una ruptura con 400 años de retroceso en la Iglesia, entre el final del Concilio de Trento (1545-1563) y el inicio del Concilio Vaticano II (1962), Juan XXIII buscó poner al día a la Iglesia; adecuar su mensaje a los tiempos modernos, superando errores y afrontando los nuevos problemas humanos, económicos y sociales. Hubo expresiones suyas que marcaron el tiempo de su pontificado: "aggiornamento”; "sacudir el polvo imperial que recubre la Iglesia”; "abrir las ventanas para que entre un aire fresco en la Iglesia”.

Juan XXIII entregó a la Iglesia universal dos encíclicas que marcarían el futuro de la Iglesia: "Mater et Magistra” (1961) y "Pacem in terris” (1963).

Antes de su muerte, acaecida el 3 de junio de 1963, Juan XXIII inauguró, el 11 de octubre de 1962, el Concilio Vaticano II. Urgió a los 2.400 obispos presentes a superar el pesimismo y el integrismo, y trabajar por un Concilio eminentemente pastoral, de renovación y no condenatorio.

El Proemio de la "Constitución Gaudium et Spes” es el texto que muy pronto concretizó el espíritu que el papa Juan XXIII quería que fuera el fundamento del Concilio: "Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia”.

Juan Pablo II (1978 al 2005)

Elegido Papa en 1978. Es el primer Papa no italiano en 456 años. Tuvo una presencia pastoral pública extraordinaria: 104 viajes fuera de Italia y 146 en Italia. En audiencias generales en el Vaticano acogió alrededor de 18 millones de peregrinos. Tuvo encuentros con 738 jefes de Estado. Fortaleció la estructura jerárquica y espiritual de la Iglesia: creando 231 cardenales y canonizando 482 santos. Publicó 14 encíclicas. Fue un evangelizador universal, comunicador y políglota, fecundo en el apostolado de la palabra y en sus escritos.

En los tiempos de crisis que ha vivido el mundo, el papa Juan Pablo fue el pastor espiritual que la humanidad buscaba y necesitaba. Encarnó un símbolo sagrado de fe universal con la cual se identificaban millones de creyentes de todas las confesiones eclesiales, espirituales y religiosas.

Hay sin embargo dos grandes traumas que en este mismo tiempo han estremecido a la Iglesia católica universal, a su pueblo y a sus estructuras, especialmente en América y Europa. Estos son la pedofilia de clero y obispos y los escándalos en el área económica y financiera. Muchos denuncian el silencio pontificio en estas tragedias prolongadas y desgarradoras. Se privilegió la defensa del prestigio de la Iglesia sobre el grito de las víctimas. Ciertamente el papa Juan Pablo II fue valiente y pidió perdón en nombre de toda la Iglesia y exigió tolerancia cero en estos asuntos. Los casos más significativos fue el escándalo del Padre Maciel en México, fundador de los "Legionarios de Cristo”, y del Padre Karadima en Chile, fundador del mayor centro de "espiritualidad” en la historia reciente de Sudamérica.

La Iglesia durante su pontificado, en algunas estructuras y definiciones teológicas, "caminó hacia atrás”, pero también surgieron movimientos espirituales, teológicos y eclesiales que impulsaron a la Iglesia "hacia delante”.

En todos estos procesos difíciles y contradictorios el papa Juan Pablo demostró su fuerza profética y espiritual para restaurar la esperanza en el futuro de la Iglesia. Es ahí donde el papa construyo e hizo visible su santidad que hoy la Iglesia universal reconoce en su proceso de canonización.

Los santos olvidados y silenciados de América Latina y El Caribe

Solo cito algunos testimonios tomados del documento pontificio "Verbum Domini”, del papa Benedicto XVI, publicado el 30 septiembre del 2010. Ahí leemos sobre "Los santos y la interpretación de la Escritura” (números 48 y 49) donde son nombrados san Ignacio de Loyola, san Juan Bosco, san Juan María Vianney, san Pío de Pietrelcina, san Josemaría Escrivá de Balaguer (1902-1975, fundador del Opus Dei), la beata Teresa de Calcuta, y también los mártires del nazismo y el comunismo: santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), monja carmelita, y por el beato Luís Stepinac, cardenal arzobispo de Zagreb.

Es muy significativo que en este documento pontificio no se mencione al padre jesuita Alberto Hurtado (1901-1952), luchador social que dedicó su vida a los pobres, canonizado el 23 de octubre del 2005 por el papa Benedicto XVI.

Es inquietante también la ausencia en el documento Verbum Domini de todos los mártires y santos latinoamericanos asesinados por las dictaduras militares: Mons. Óscar A. Romero, asesinado en 1980; y otros obispos mártires: Mons. Juan Gerardi (Guatemala 1998) y Mons. Enrique Angelelli (el "mártir prohibido”, en Argentina). Igualmente los mártires jesuitas de la Universidad Católica de San Salvador (1989) y los llamados "Testigos del Morral Sagrado”: que son esos cientos de Catequistas y Delegados de la Palabra, en su mayoría indígenas, asesinados como "subversivos” y "terroristas”, por las dictaduras militares de Centro América, inspirados no por el comunismo o el nazismo, sino por las ideologías de la "seguridad nacional” y del "neoliberalismo”.

Estos santos y santas ausentes y olvidados en los procesos de canonización nos revelan que significa ser santo en la Iglesia, especialmente en la "Iglesia de los Pobres”.

Finalmente es muy importante mencionar que el papa Francisco ya canonizó a dos santos latinoamericanos: a Laura Montoya, de Colombia; y María Guadalupe García Zavala, de México. Ambas monjas que dedicaron su vida a los pobres.

Desafío permanente: 

la responsabilidad socioambiental 

de las empresas

Leonardo Boff


            Ya hemos dejado atrás el economicismo del Nobel Milton Friedman que en el Time de septiembre de 1970 decía: «la responsabilidad social de la empresa consiste en maximizar las ganancias de los accionistas». Noam Chomsky es más realista: «Las empresas son lo más cercano de las instituciones totalitarias». No tienen que dar explicaciones al público o a la sociedad. Actúan como depredadoras, teniendo como presas a las otras empresas. Para defenderse, las poblaciones disponen solamente de un instrumento: el Estado. Pero hay sin embargo una diferencia que no se puede pasar por alto: «mientras que, por ejemplo, la General Electric, no debe satisfacer a nadie, el estado debe dar explicaciones a la población con regularidad» (en Le Monde Diplomatique de Brasil, nº 1, agosto 2007, p. 6).

            Ya hace décadas que las empresas se han dado cuenta de que son parte de la sociedad y que tienen una responsabilidad social en el sentido de colaborar para que tengamos una sociedad mejor.
            Puede definirse así: La responsabilidad social es la obligación que la empresa asume de buscar metas que, a medio y largo plazo, sean buenas para ella y también para el conjunto de la sociedad en la cual se encuentra.

            Esta definición no debe ser confundida con la obligación social que significa el cumplimiento de las obligaciones legales y el pago de los impuestos y de las obligaciones sociales de los trabajadores. Esto es simplemente lo exigido por ley. Ni es la respuesta social: la capacidad de una empresa de responder a los cambios producidos en la economía globalizada y en la sociedad, como por ejemplo, el cambio de la política económica del gobierno, una nueva legislación y las trasformaciones del perfil de los consumidores. La respuesta social es aquello que una empresa tiene que hacer para adecuarse y poder reproducirse.

            La responsabilidad social va más allá de todo esto: es lo que hace la empresa, después de cumplir con todos los requisitos legales, para mejorar la sociedad de la cual forma parte y garantizar la calidad de vida y el medio ambiente. No sólo lo que hace para la comunidad, lo que sería filantropía, sino lo que hace con la comunidad, con la participación de sus miembros en proyectos diseñados y supervisados en común. Esto es liberador.

            En los últimos años, sin embargo, gracias a la conciencia ecológica despertada por el desajuste del sistema-Tierra y del sistema-vida, ha surgido el tema de la responsabilidad socio-ambiental. El hecho principal se produjo el 02 de febrero de 2007, cuando el organismo de la ONU que reúne a 2.500 científicos de más de 135 países, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), después de seis años de investigación, dio a conocer sus datos al público. No estamos yendo hacia el calentamiento global y los profundos cambios climáticos. Ya estamos dentro de ellos. El estado de la Tierra ha cambiado. El clima va a variar mucho, si no hacemos algo, puede aumentar hasta 4-6 grados centígrados. Este cambio, con un 90% de certeza, es antropogénico, lo que significa que es causado por los seres humanos, más bien, por el tipo de producción y de consumo que ya cuenta con cerca de tres siglos de existencia y que hoy en día se ha globalizado. Los gases de efecto invernadero, especialmente el dióxido de carbono y el metano, son la causa principal del calentamiento global.

            La cuestión que se plantea a las empresas es la siguiente: ¿en qué medida contribuyen a limpiar el planeta, a introducir un nuevo paradigma de producción, de consumo y de reciclado de residuos, de acuerdo con los ritmos de la naturaleza y la red de la vida, y no sacrificando los bienes y servicios naturales?

            Este es un tema que se está discutiendo en todas las grandes empresas globales, sobre todo después del informe de Nicholas Stern (ex-economista principal del Banco Mundial), del informe del ex-vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore: Una verdad incómoda, y de las varias convenciones de la ONU sobre el calentamiento global. Si de ahora en adelante no se invierten unos 450 mil millones de dólares al año para estabilizar el clima del planeta, en los años 2030-2040 será demasiado tarde y la Tierra entrará en una era de grandes extinciones, que afectará en gran medida a la especie humana. Una reciente reunión de la Agencia Internacional de la Energía destacaba que las decisiones tienen que ser tomadas ahora y no en 2020. El año 2015 es nuestra última oportunidad. Después será demasiado tarde e iríamos al encuentro de lo indecible.


            Estos problemas ambientales son de tal importancia que se anteponen a la simple cuestión de la responsabilidad social. Si no aseguramos primero el planeta Tierra con sus ecosistemas no hay manera de salvar a la sociedad y al conjunto empresarial. Por lo tanto: ¡responsabilidad socio-ambiental!            
Sin excluir
José Antonio Pagola



Jesús asiste a un banquete invitado por “uno de los principales fariseos” de la región. Es una comida especial de sábado, preparada desde la víspera con todo esmero. Como es costumbre, los invitados son amigos del anfitrión, fariseos de gran prestigio, doctores de la ley, modelo de vida religiosa para todo el pueblo.

 Al parecer, Jesús no se siente cómodo. Echa en falta a sus amigos los pobres. Aquellas gentes que encuentra mendigando por los caminos. Los que nunca son invitados por nadie. Los que no cuentan: excluidos de la convivencia, olvidados por la religión, despreciados por casi todos. Ellos son los que habitualmente se sientan a su mesa.

 Antes de despedirse, Jesús se dirige al que lo ha invitado. No es para agradecerle el banquete, sino para sacudir su conciencia e invitarle a vivir con un estilo de vida menos convencional y más humano: “No invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes ni a los vecinos ricos porque corresponderán invitándote... Invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos”.

 Una vez más, Jesús se esfuerza por humanizar la vida rompiendo, si hace falta, esquemas y criterios de actuación que nos pueden parecer muy respetables, pero que, en el fondo, están indicando nuestra resistencia a construir ese mundo mas humano y fraterno, querido por Dios.

 De ordinario, vivimos instalados en un círculo de relaciones familiares, sociales, políticas o religiosas con las que nos ayudamos mutuamente a cuidar de nuestros intereses dejando fuera a quienes nada nos pueden aportar. Invitamos a nuestra vida a los que, a su vez, nos pueden invitar. Eso es todo. 

 Esclavos de unas relaciones interesadas, no somos conscientes de que nuestro bienestar solo se sostiene excluyendo a quienes más necesitan de nuestra solidaridad gratuita, sencillamente, para poder vivir. Hemos de escuchar los gritos evangélicos del Papa Francisco en la pequeña isla de Lampedusa: “La cultura del bienestar nos hace insensibles a los gritos de los demás”. “Hemos caído en la globalización de la indiferencia”. “Hemos perdido el sentido de la responsabilidad”.

 Los seguidores de Jesús hemos de recordar que abrir caminos al Reino de Dios no consiste en construir una sociedad más religiosa o en promover un sistema político alternativo a otros también posibles, sino, ante todo, en generar y desarrollar unas relaciones más humanas que hagan posible unas condiciones de vida digna para todos empezando por los últimos. 



22 Tiempo ordinario (C)
 Lucas 14, 1. 7-14
Martín Gelabert Ballester, OP 
La alegría de la mesa compartida 


Según cuenta el libro de los Hechos de los Apóstoles, la primera comunidad cristiana gozaba de la simpatía de todo el pueblo. ¿Qué es lo que hacía que la gente les mirase con tan buenos ojos? Entre otras cosas la alegría con la que vivían. Esta alegría se manifestaba, fundamentalmente, en el momento en el que compartían el pan, el que alimenta la vida temporal y el que alimenta la vida espiritual. En la primera comunidad cristiana todos los creyentes estaban de acuerdo y compartían lo que tenían, de modo que nadie pasaba necesidad. Este compartir tenía dos momentos muy significativos y relacionados: la celebración de la Eucaristía y la comida en común. Compartían el pan del cuerpo y el pan del espíritu. Su vida se organizaba en torno a una mesa. En esta mesa se realiza la unión de los creyentes con Cristo, por la eucaristía, y la unión de los hermanos entre ellos, por el pan partido, repartido y compartido. En una mesa así se anticipa la alegría del Reino de los cielos.



La mesa compartida era uno de los temas recurrentes de las parábolas de Jesús. El reino de los cielos se parece a un banquete, a una mesa en la que hay comida buena y abundante para todos, donde todos se sienten alegres y solidarios, donde la risa se contagia, donde nadie se siente solo. Estas parábolas no remitían a un mundo futuro, sino al mundo presente, a otra manera de organizar este mundo. Si el reino de los cielos se parece a un banquete, en el que hay sitio para todos, sólo si en este mundo organizamos banquetes así comprenderemos lo que es el Reino. Más aún, lo anticiparemos. Si no organizamos comidas de este tipo, no entenderemos nada del Reino, no anticiparemos nada, ni tendremos futuro alguno.



A este respecto hay una palabra dicha por uno de los que estaban presentes en las comidas a las que asistía Jesús. Dirigiéndose al que le había invitado, le dijo: “Cuando des un banquete llama a los pobres, a los lisiados, a los ciegos. Y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos”. Al oír esto uno de los comensales le dijo: “¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!” (Lc 14,15). ¡Significativa reacción! Si esto puede ocurrir ya en este mundo, si en este mundo puede haber mesas así, en las que se sienten los pobres, desamparados y necesitados, una mesa repleta de manjares para los desgraciados de la tierra, ¡cómo será la mesa del Reino de los cielos! Ahora bien, si no podemos enseñar aquí mesas así, no tendremos ningún elemento con el que compara el Reino y, por tanto, no tendremos modo de hacerlo comprender ni desear.
Los dominicos y la democracia
José Manuel Bernal

Este mes, el pasado día ocho, celebrábamos en la Iglesia la fiesta de Santo Domingo de Guzmán, el fundador de los dominicos. Ese mismo día concluía en Trogir, cerca de Split, en Croacia, el Capitulo General de Definidores de la Orden de Predicadores. Además los dominicos están preparando sus 800 años de vida en la Iglesia, un Jubileo memorable que culminará el 2016 coincidiendo con el ochocientos aniversario de la confirmación de la Orden.

Todos estos acontecimientos me sugieren la idea de comentar un aspecto muy significativo en la estructura de la vida dominicana; me refiero al talante democrático de su estructura organizativa y de sus instituciones. Resumiendo mi pensamiento, yo diría que entre los dominicos el régimen de gobierno funciona siempre de abajo a arriba. Los superiores de las comunidades son siempre elegidos por los miembros de cada comunidad; en principio nunca son designados a dedo. Los priores de los conventos son elegidos libre y democráticamente por los frailes del convento reunidos en capítulo. Siempre se requiere mayoría absoluta; y nadie se puede votar a sí mismo. El prior provincial, cuya responsabilidad consiste en gestionar el gobierno de una provincia, es elegido por los priores de los conventos; a cada uno de éstos le acompaña siempre un religioso elegido expresamente por los frailes de su comunidad para que les represente y participe también en la elección. Un sistema análogo se observa para elegir al Maestro de la Orden, cuya misión consiste en dirigir y gobernar toda la Orden de Predicadores. 

Este estilo de gobierno, que algunas órdenes e instituciones religiosas lo han incorporado levemente en los últimos tiempos a impulsos, casi siempre, de la renovación conciliar, los dominicos lo vienen observando desde los primeros tiempos de la orden en el siglo XIII. Cualquiera puede comprobarlo leyendo el texto primitivo de las Constituciones.

Quiero hacer una referencia a los Capítulos Generales. Se celebran cada tres años y constituyen la autoridad máxima en la orden. La función de los Capítulos Generales es la de tomar el pulso a la vida y a la actividad de las comunidades y de las provincias. Los Capítulos son, alternativamente, de Definidores y de Provinciales. Estos representan al estamento de gobierno, a los que dirigen, administran y gobiernan la vida de los frailes. Los Definidores, en cambio, representan al conjunto de frailes dominicos que desarrollan su actividad en el mundo de la investigación y la enseñanza, a los que vuelcan su vida en la actividad apostólica y misionera. De este modo los Capítulos Generales vienen a representar la vida de la Orden en esas dos importantes facetas, la de gobierno y la de la actividad intelectual y misionera.

Esta doble presencia se refleja de modo muy significativo en el proceso legislativo. Las leyes en la Orden de Predicadores, para ser aprobadas y confirmadas, deben pasar por tres Capítulos. Este proceso requiere que las leyes incoadas en un Capítulo, antes de su aprobación definitiva, deben ser sometidas a lo largo de los dos Capítulos siguientes, a un ponderado análisis y valoración llevado a cabo sucesivamente por los Provinciales y los Definidores, representantes ambos de los sectores más significados y representativos de la Orden. Evidentemente este modo de elaborar las leyes garantiza, al cabo de tres Capítulos sucesivos, una indiscutible calidad y dinamismo de la legislación dominicana. Sólo para elegir al Maestro de la Orden, cuando el Capítulo es electivo, se reúnen conjuntamente Definidores y Provinciales. 

Los Capítulos Generales no se celebran siempre en Roma, como ocurre en otras instituciones religiosas. De forma alternativa los dominicos, después de haber celebrado Capítulo General en Roma, eligen otra ciudad distinta para la celebración del siguiente Capítulo. Este hecho, indudablemente significativo, confiere a esa magna concentración dominicana un importante talante de libertad, de autonomía y de responsabilidad. Más aún, la elección del Maestro de la Orden no requiere que sea sometida a la confirmación de una instancia superior. Inmediatamente después de la elección, los dominicos se limitan a comunicar a la Santa Sede el hecho de la elección. Todo ello refleja el estilo de los dominicos; su carácter liberal y su autonomía, su respeto a la libertad de espíritu y su amor incondicionnal a la verdad.





El ala conservadora de la Iglesia
Isabel Gomez Acebo


Dicen personas cercanas a un cardenal español que éste se quejaba de que “se nos fue el cónclave de las manos” en clara referencia a que el nombramiento de Bergoglio no era el esperado, ni el deseado. Estas palabras a un grupo de íntimos se han visto refrendadas por el arzobispo de Filadelfia, Charles Chaput, al expresar en público la preocupación que siente el ala conservadora de la Iglesia (en la que se inserta) ante la creciente popularidad del nuevo papa. Un atractivo que se abre sobre todo entre los no practicantes lo que le hace pensar al arzobispo, que no están por una Iglesia, que predica estrictas normas morales y recta doctrina. Gentes paganas que siguen los mandatos del mundo y por eso se muestran satisfechos ante un presunto aggiornamiento.

 Un reciente artículo del NCR recordaba la parábola del Hijo pródigo y se preguntaba, si los que protestan por la apertura del papa a los pobres y pecadores no estarían encarnando al hijo mayor del relato ¿Resienten los brazos acogedores de un padre que no pregunta y mata al ternero cebado para celebrar la vuelta del hijo descarriado?

 Lo que está claro es que las descalificaciones, a las que hemos estado sometidos durante la últimas décadas en la Iglesia, no han llevado a las conversiones en masa sino a todo lo contrario. Abortistas, homosexuales, divorciados y vueltos a casar, teólogos que se atrevían a formular nuevos retos, personas que practicaban sexo antes del matrimonio o que utilizaban métodos para evitar el embarazo… han formado parte de una larga lista de indeseables pecadores rechazados. Si el resultado se mide por los números, éste no ha podido ser más nefasto ya que salvo en África los católicos han descendido en casi todas las partes del mundo.

 He veraneado en un entorno muy conservador y mis amigos se encuentran incómodos y desplazados. Añoran la existencia de un papa teólogo, cuyos libros ninguno ha leído, y se ven emplazados por la teología de los gestos y de las imágenes del nuevo papa, que todo el mundo comprende. No quieren ni oír hablar de olores a oveja y amenazan con no frecuentar confesionarios con ese tufo. Se indignan porque el legislador se salte sus leyes, cuando se permite lavar los pies a mujeres, incluso a musulmanas, olvidando que el primer transgresor de las leyes fue el mismo Jesucristo.

 Es cierto que el nuevo papa parece que ha cambiado el rumbo pues se quiere reunir con los recaudadores de impuestos, los pecadores y las prostitutas, como en tiempos hiciera Cristo, para ofrecerles cariño y esperanza. No condena a nadie ¿quién es él para hacerlo? Quiere hablar con la gente y salir del Vaticano, volcarse en el mundo, para tratar con todos y conocer sus problemas porque los textos que nacen en los despachos con frecuencia no responden a lo que pasa en la vida real. 

 Reconozco que es un cambio abismal al lado de lo que estábamos acostumbrados a ver, yo diría más bien a padecer. Espero que Dios le siga inspirando para llevar a la Iglesia por este camino y que no encuentre muchas manos negras que le pongan trabas en las ruedas para impedir el avance.

lunes, 26 de agosto de 2013

  Martín Gelabert Ballester, OP 
La mujer, como Dios, 
auxilio del varón 



Resulta interesante la comparación que establece el número 1605 del Catecismo de la Iglesia Católica entre la mujer como “auxilio” del varón (según dice Gen 2,18) y Dios, que según el Salmo 121,2 es nuestro “auxilio”. El Catecismo añade que Dios mismo entrega la mujer al varón como “auxilio”, para que “así represente a Dios”. Digo que resulta interesante porque este es un caso más de cómo tanto el varón como la mujer pueden representar a Dios ante los demás en igualdad de condiciones. E incluso en algunos casos la mujer representa mejor a Dios que el varón.



Este ejemplo, junto con otros datos de la Escritura e incluso de la tradición de la Iglesia, podrían ser un buen estímulo para precisar y entender mejor determinadas posturas en las que están en juego las posibilidades canónicas y sacramentales de ambos sexos. Decir, por ejemplo, que el varón representa mejor que la mujer a Cristo esposo y que, por tanto, en la Eucaristía la función del esposo de la Iglesia, que es Cristo, queda mejor representada por un varón, resulta una explicación acorde con la disciplina de la Iglesia. Pero, para ser coherentes con este tipo de explicaciones habría que decir que otros sacramentos tienen en la maternidad un referente, al menos tan válido como la esponsalidad, como sería el caso del bautismo. Allí el neófito es acogido por la Iglesia como madre que ofrece la fe y abre para los creyentes la fuente del nuevo nacimiento. En este caso el simbolismo maternal quedaría mejor representado por una mujer.



En el sacramento del matrimonio estaríamos ante el caso más claro de cómo tanto la mujer como el varón son el uno para el otro el signo de la presencia, la entrega y la donación de Cristo. La mujer es el sacramento, el lugar dónde Cristo se entrega al varón, y el varón es el sacramento de Cristo para la mujer. Además, si este sacramento es signo de la unión indisoluble de Cristo con su Iglesia, no está de más recordar que no hay unión sin valoración recíproca. De ahí la necesidad de una justa valoración de la mujer en la Iglesia pues, como dice el Papa, si pierde a las mujeres, la Iglesia se expone a la esterilidad.



Muchas de las preguntas que se suscitan, o de los problemas que algunos perciben en la doctrina y disciplina sacramental de la Iglesia, tienen que ver tanto con la tradición como con la teología. En cualquier caso, hay que seguir profundizando en la reflexión teológica, no para emplearla como arma arrojadiza contra la tradición, pero sí para precisar mejor los problemas (el que la Iglesia tenga respuestas ante determinadas demandas no significa que el problema haya quedado eliminado). Por lo demás, ninguna respuesta disciplinar puede cuestionar lo más mínimo ni la dignidad humana, ni la capacidad de todos y cada uno de los seres humanos de ser signos de Dios para los demás, aunque el simbolismo se manifieste de forma más clara en unos que en otros según cuáles sean las circunstancias y el aspecto que se pretende simboliza.

domingo, 25 de agosto de 2013

El Papa, 
¿rehabilita a Romero o reaviva el conflicto? 
 Jorge Costadoat, S.J. 




Francisco Papa ha desbloqueado el proceso de canonización de Oscar Arnulfo Romero. ¿Qué significa esta noticia? ¿Por qué se ha usado la palabra “desbloquear”?
 Monseñor Romero fue obispo de San Salvador. El día 24 de marzo de 1980 un francotirador contratado por la extrema derecha, desde fuera de la iglesia, le metió un balazo en el corazón mientras celebraba la eucaristía. Esos años se desencadenaba en el país la guerra civil. Romero sabía que lo podían asesinar. Había solidarizado con los pobres, en especial los campesinos víctimas de la injusticia social y de la violencia militar. El pueblo salvadoreño le llamaba “la voz de los sin voz”. Lo amenazaron. No se calló. Continuó hasta el fin con sus homilías y sus transmisiones radiales. No paró de denunciar las atrocidades cometidas contra gente inocente. El fue uno más entre cientos de cristianos mártires, antes y después de esa fecha. En 1989 fue masacrada una comunidad jesuita completa. Seis profesores universitarios, la cocinera de la casa y su hija. Ignacio Ellacuría, el rector de la UCA, fue eliminado por su rol clave en las negociaciones por la paz entre el gobierno y la guerrilla.

 Monseñor Romero ha sido la figura más conflictiva de la Iglesia en América Latina. Unos niegan que su martirio haya sido martirio. Ser asesinado por motivos sociales no les parece martirio. Creen que la fe no tiene que ver con la política. Les impresiona que lo hayan matado mientras celebraba la misa. Pero no ven una conexión entre la eucaristía y la solidaridad del obispo con las víctimas de la violencia. El problema, dicen los partidarios del obispo, es qué se entiende por martirio. Estos, por su parte, hablan de él como de San Romero de América. Lo hacen provocativamente. Si la Santa Sede no quiere reconocer su cristianismo, ellos sí lo hacen. Si algún día la Santa Sede sí lo reconoce, será porque ellos lo hicieron primero. El catolicismo liberacionista latinoamericano ve a la jerarquía aliada con los católicos enemigos de Romero.

 Ahora se avisa que el estudio de su santidad ha sido “desbloqueado”. ¿Qué pretende el Papa Francisco con rehabilitar a un hombre conflictivo? Talvez alguno de los cardenales electores piense que se lo escogió para reformar la Curia, pero no para reformar la Iglesia. Esta palabra “desbloquear” no se le escapa a un obispo de la Curia romana. No sería extraño que Francisco la haya usado antes que el obispo vocero. La causa de canonización de Romero no había podido avanzar. Había sido intencionalmente detenida. ¿Quién la bloqueó? Alguien no quiso reconocer al obispo de El Salvador el significado que su vida y su martirio tienen en América Latina.

 Dejemos de lado esta hipótesis. Tal vez haber “bloqueado” la tramitación del proceso de Romero ha sido un acto bien intencionado. ¿Por qué no? La prudencia ha podido indicar a los papas anteriores, o a algún prefecto romano, que exaltar la figura de este mártir habría provocado agitaciones mayores entre la Iglesia y los gobiernos latinoamericanos, y al interior de ella misma. Pongámonos en este caso. La Iglesia jerárquica, testigo de las atrocidades padecidas por los cristianos de El Salvador, frenó la canonización de Romero. Ella perfectamente ha podido querer quitar fuego a circunstancias que habrían ocasionado todavía más crímenes de personas inocentes. ¿No pudo así actuar en conciencia? ¿Ser responsable?

 ¿Por qué entonces Francisco quiere ahora apurar la canonización de un mártir? ¿Para qué rehabilita a Romero? Se me ocurren dos cosas.

 Francisco sabe que las injusticias sociales son hoy tan reales como lo fueron en América Latina durante el siglo XX. Lo han dicho los obispos latinoamericanos en Aparecida (Brasil, 2007). Las injusticias han podido mutar, pero continúan. El sabe, además, que la misión de la Iglesia en el continente es el mismo continente. En esto y no otra cosa consiste su misión evangelizadora. La Iglesia en esta parte del mundo, especialmente después del Concilio Vaticano II, ha tomado conciencia de que a Cristo se le anuncia cuando se libera a los pobres de sus miserias y se les reconoce su dignidad eterna. La rehabilitación de un obispo, hasta ahora ninguneado por las élites católicas, es, además de un acto de justicia con la persona de Romero, un gesto simbólico favorable a la Iglesia que hizo suya la opción de Dios por los pobres. Francisco no es ingenuo. Al desbloquear la causa del mártir más popular de América Latina, pone de nuevo a la Iglesia en la senda de la lucha por la justicia sin la cual la fe cristiana se desvirtúa. La misión de la Iglesia es América Latina. Si en el continente se multiplican hoy los modos de ser pobre; si el nombre de la pobreza hoy es la “exclusión” que afecta no solamente a los explotados, sino a los “sobrantes” y los “desechables” (Aparecida, 65), la eventual canonización de Oscar Romero es un campanazo de alerta. ¿De reclutamiento?

 Si Francisco quiere dar este campanazo, ¿es que desea que recrudezcan los conflictos ético-religiosos en el continente? No sé quién pudiera pensar algo así. Pero el Papa no ignora que un cristianismo enardecido contra la injusticia puede nuevamente originar mártires. En el caso de Francisco debe recordarse que él también tiene una poderosa razón para actuar en conciencia: Jesús es para los cristianos el primer mártir. Si a Jesús lo mataron por su amor a los marginados y sus gestos liberadores hacia víctimas inocentes, los cristianos hoy no pueden esconderse entre las polleras de la Santa Madre Iglesia por miedo al conflicto social.

 Desbloquear la causa de Romero es un acto conflictivo. Bloquearla también lo ha sido. Hemos de creer que ni en este ni en aquel caso ha habido mala intención. Nadie nos obliga a pensar mal. Pero sí debemos reconocer que el conflicto es una realidad histórica. Y que lo decisivo es, en última instancia, con quién se está y contra qué se combate.

Jorge Costadoat, S.J.
Martín Gelabert Ballester, OP 
Pan del cuerpo y pan de Dios 


Estaba públicamente razonando de esta guisa: la Iglesia debe ofrecer el pan de la Eucaristía y el pan de la Palabra de Dios. Pero para que los seres humanos puedan convencerse de que este es el único pan necesario, a veces, será preciso llenarles antes del pan material. Y así, cuando hayan visto por propia experiencia que este pan no les llena y que, tras comerlo, siguen teniendo hambre, tendrá sentido decirles: “lo ves, ya te lo decía yo, este pan material no te llena, por eso te invito a que pruebes otro que sacia, llena la vida de alegría y sentido, y cuando se ha probado nunca más se pasa hambre”. Y en eso, uno de mis oyentes dijo: el llenar los estómagos de pan, no garantiza que vayan a pedir el pan de Dios.



Observación totalmente pertinente. El estar hambriento o el estar saciado no asegura la conversión, ni facilita, por sí mismo, la escucha del Evangelio. Pero, por una parte, los cristianos no damos pan para que la gente se convierta. Debemos dar pan porque este dar, forma parte de nuestra identidad. Los tres pilares de la vida cristiana son la acogida de la Palabra, la celebración de la Eucaristía y la caridad. Una caridad efectiva. Si falta la caridad, la Palabra y la Eucaristía se quedan vacías. Además, al llenar el estómago de pan damos a entender algo decisivo para la credibilidad del Evangelio, a saber: el Evangelio no viene a remediar las carencias materiales, sino a ofrecer una vida más abundante y mejor. Y si bien esto es posible acogerlo y comprenderlo con el estómago vacío, cuando se acoge con el estómago lleno resulta más evidente. El Evangelio no es el remedio de la falta de bienes mundanos, sino la alegría desbordante del que ha encontrado una vida nueva.



El Evangelio puede y debe acogerse en cualquier situación. Pero los testigos del Evangelio debemos facilitar la acogida y remover los obstáculos que la dificultan. La riqueza, ya lo decía Jesús, es un serio obstáculo para entrar en el Reino. Pero el que vive miserablemente (que no es lo mismo que pobre, sencilla, sobria, austera y dignamente), el que se está muriendo de hambre, tampoco está en condiciones de escuchar el Evangelio. Bastante tiene con buscar comida. En este sentido me parece que debe entenderse esta palabra de Jesús: “No sólo de pan vive el hombre”. No sólo. O sea, también vive de pan. De ahí mi convicción: para que el ser humano pueda convencerse de cuál es el único pan necesario, a veces será preciso darle antes el pan que llena su estómago.

sábado, 24 de agosto de 2013

Cursos de Biblia

ACTIVIDADES SEMANALES 
DE LA ESCUELA DE BIBLIA 
"PARRESÍA"

Lunes 26:

HORA: 20,00-22,00 hs.
LUGAR: En la parroquia de Carlos Paz
TEMA: El Diablo

Martes 27:

HORA: 20,00-22,00 hs.
LUGAR: En la parroquia de La Falda
TEMA: El Exorcismo.

Miércoles 28:

HORA: 18,30-21,00 hs.
LUGAR: Parroquia de Alta Gracia.
TEMA: Los milagros en la Biblia.

Jueves 29:

HORA: 19,00-21,30 hs.
LUGAR: en la parroquia del Espíritu Santo.
TEMA: 
Parábola del sembrador (en los sinópicos); 
Parábola de los viñadores asesinos (en los sinópicos)
Parábola de las vírgenes prudentes y las necias (en Mateo)



HORA: 19,00-21,30 hs
LUGAR: Casa de la Catequesis
TEMA: 
Parábola de la oveja perdida ( Mt y Lc = "Q").
Parábola de la Dracma perdida y del Hijo Pródigo.
Parábola del festín (Mt y Lc = "Q")
Parábolas de las comidas en Lucas (Lc.14 y 16).



Francisco tiene casi concluida 
"Bienventurados los pobres" 
Jesús Bustamante




Se llamará Beati pauperes (Bienaventurados los pobres), y verá la luz en los próximos meses. La "primera" encíclica de Francisco (tras "Lumen Fidei", escrita "a cuatro manos", por Benedicto XVI y asumida por Bergoglio) estará dedicada a la pobreza. El Papa que quiere "una Iglesia pobre y para los pobres" escribirá sobre quienes han de ser protagonistas de su pontificado. Y de una nueva Iglesia. El Papa ha estado trabajando este verano en ella y, según nos cuenta, la tiene prácticamente concluida.


Con todo, Francisco resulta un ciclón. A los éxitos de muchos de los libros dedicados a glosar su figura y su elección, se une el hecho de que "Lumen Fidei" se ha convertido en un auténtico best-seller en todos los idiomas. Así ha ocurrido también con los primeros libros que recogen sus intervenciones durante la JMJ de Río.


Francisco es un líder mediático. Que "vende" autenticidad, un valor muy a la baja en nuestra sociedad y, lamentablemente, también en nuestra Iglesia. La futura encíclica, según nos cuentan, será un auténtico aldabonazo a las conciencias de los poderosos y de la sociedad globalizada, y al tiempo reconocerá la labor de los hombres y mujeres de fe en la consecución de una sociedad más justa. Y no se quedará ahí: exigirá a los seguidores de Jesús un compromiso decidido en favor de los pobres, en la línea del "programa" que ya planteó en la JMJ y que volvió a repetir esta semana en su Twitter: Las Bienaventuranzas y Mateo 25. 

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
 Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.
 Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
 Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
 Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
 Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
 Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.
 Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos.

Es más que probable que estas palabras de Jesús abran la próxima encíclica papal. Probablemente antes veamos la exhortación apostólica post-sinodal sobre la nueva evangelización, cuya publicación debería coincidir con la conclusión del Año de la Fe (el 24 de noviembre próximo).

viernes, 23 de agosto de 2013

Carta de Casaldáliga, Balduino y Pires 
al Episcopado de Brasil
Pedro Casaldáliga, Tomás Balduino y José María Pires 


Queridos hermanos en el episcopado: Somos tres obispos eméritos que, de acuerdo con las enseñanzas del Concilio Vaticano II, a pesar de no ser más pastores de una Iglesia local, participamos siempre del Colegio episcopal, y junto con el Papa, nos sentimos responsables de la comunión universal de la Iglesia Católica.

Nos alegró mucho la elección del Papa Francisco en el pastoreo de la Iglesia, por sus mensajes de renovación y conversión, con sus contantes llamados a una mayor simplicidad evangélica y mayor celo de amor pastoral por toda la Iglesia. Nos tocó también su reciente visita al Brasil, particularmente sus palabras a los jóvenes y a los obispos. Hasta nos trajo a la memoria el histórico Pacto de las Catacumbas.

¿Nos damos cuenta nosotros, los obispos, de lo que, teológicamente, significa ese nuevo horizonte eclesial? En Brasil, en una entrevista, el Papa recordó la famosa máxima medieval "Ecclesia semper renovanda".

Por pensar en esa nuestra responsabilidad como obispos de la Iglesia Católica, nos permitimos este gesto de confianza de escribirles estas reflexiones, con un pedido fraterno para que desarrollemos un mayor diálogo al respecto.



1. La Teología del Vaticano II sobre el ministerio episcopal

El Decreto Christus Dominus dedica el 2º capítulo a la relación entre obispo e Iglesia Particular. Se presenta cada Diócesis como "porción del Pueblo de Dios" (no es más sólo un territorio) y afirma que, "en cada Iglesia local está y opera verdaderamente la Iglesia de Cristo, una, santa, católica y apostólica" (CD 11), pues toda Iglesia local no es sólo un pedazo de Iglesia o filial del Vaticano, sino que es verdaderamente Iglesia de Cristo, y así la designa el Nuevo Testamento (LG 22). "Cada Iglesia local es congregada por el Espíritu Santo, por medio del Evangelio, tiene su consistencia propia en el servicio de la caridad, esto es, en la misión de transformar al mundo y testimoniar el Reino de Dios. Esa misión se expresa en la Eucaristía y en los sacramentos. Esto se vive en la comunión con su pastor, el obispo".

Esa teología sitúa al obispo no por encima o fuera de su Iglesia, sino como cristiano inserto en el rebaño y con un ministerio de servicio a sus hermanos. A partir de esa inserción, cada obispo, local o emérito, así como los auxiliares y los que trabajan en funciones pastorales sin diócesis, todos, en cuanto portadores del don recibido de Dios en la ordenación, son miembros del Colegio Episcopal y responsables de la catolicidad de la Iglesia.



2. La sinodalidad necesaria en el siglo XXI

La organización del papado como estructura monárquica centralizada fue instituida a partir del pontificado de Gregorio VII, en 1078. Durante el 1º milenio del Cristianismo, el primado del obispo de Roma estaba organizado de forma más colegial y la Iglesia toda era más sinodal.

El Concilio Vaticano II orientó a la Iglesia hacia la comprensión del episcopado como un ministerio colegial. Esa innovación encontró, durante el Concilio, la oposición de una minoría disconforme. El asunto, en verdad, no fue suficientemente asumido. Además, el Código de Derecho Canónico de 1983 y los documentos emanados del Vaticano, a partir de entonces, no priorizaron la colegialidad, sino que restringieron su comprensión y crearon barreras a su ejercicio. Eso favoreció la centralización y el creciente poder de la Curia romana, en detrimento de las Conferencias nacionales y continentales y del propio Sínodo de los obispos, de carácter sólo consultivo y no deliberativo, siendo que tales organismos detentan, junto con el Obispo de Roma, el supremo y pleno poder en relación a la Iglesia entera.

Ahora, el Papa Francisco parece desear restituir a las estructuras de la Iglesia Católica y a cada una de nuestras diócesis una organización más sinodal y de comunión colegiada. En esa orientación, constituyó una comisión de cardenales de todos los continentes para estudiar una posible reforma de la Curia Romana. Sin embargo, para dar pasos concretos y eficientes en ese camino - lo que ya está sucediendo - él necesita de nuestra participación activa y conciente. Debemos hacer eso como forma de comprender la propia función de obispos, no como meros consejeros y auxiliares del Papa, que lo ayudan a medida que él pide o desea, sino como pastores, encargados con el Papa de velar por la comunión universal y el cuidado de todas las Iglesias.



3. El cincuentenario del Concílio

En este momento histórico, que coincide también con el cincuentenario del Concilio Vaticano II, la primera contribución que podemos dar a la Iglesia es asumir nuestra misión de pastores que ejercen el sacerdocio del Nuevo Testamento, no como sacerdotes de la antigua ley, sino como profetas. Esto nos obliga a colaborar efectivamente con el obispo de Roma, expresando con más libertad y autonomía nuestra opinión sobre los asuntos que piden una revisión pastoral y teológica. Si los obispos de todo el mundo ejerciesen con más libertad y responsabilidad fraternas el deber del diálogo y diesen su opinión más libremente sobre varios asuntos, ciertamente, se quebrarían ciertos tabúes, y la Iglesia podría retomar el diálogo con la humanidad, que el Papa Juan XXIII inició y el Papa Francisco está señalando.

La ocasión, pues, es la de asumir el Concilio Vaticano II actualizado, superar de una vez por todas la tentación de Cristiandad, vivir dentro de una Iglesia plural y pobre, de opción por los pobres, una eclesiología de participación, de liberación, de diaconía, de profecía, de martirio... Una Iglesia explícitamente ecuménica, de fe y política, de integración de Nuestra América, reivindicando los plenos derechos de la mujer, superando al respecto las cerrazones provenientes de una eclesiología equivocada.

Concluido el Concilio, algunos obispos - muchos del Brasil - celebraron el Pacto de las Catacumbas de Santa Domitila. Aproximadamente 500 obispos los siguieron en ese compromiso de radical y profunda conversión personal. Fue así como se inauguró la recepción valiente y profética del Concilio.

Hoy en día, muchas personas, en diversas partes del mundo, están pensando en un nuevo Pacto de las Catacumbas. Por eso, deseando contribuir a la reflexión eclesial de ustedes, enviamos anexo el texto original del Primer Pacto.

El clericalismo denunciado por el Papa Francisco está secuestrando la centralidad del Pueblo de Dios en la comprensión de una Iglesia cuyos miembros, por el bautismo, son elevados a la dignidad de "sacerdotes, profetas y reyes". El mismo clericalismo viene excluyendo el protagonismo eclesial de los laicos y laicas, haciendo que el sacramento del orden se sobreponga al sacramento del bautismo y a la radical igualdad en Cristo de todos los bautizados y bautizadas.

Además, en un contexto de mundo en el cual la mayoría de los católicos está en los países del Sur (América Latina y África), se torna importante dar a la Iglesia otros rostros además del usual, expresado en la cultura occidental. En nuestros países, es preciso tener la libertad de des-occidentalizar el lenguaje de la fe y de la liturgia latina, no para crear una Iglesia diferente, sino para enriquecer la catolicidad eclesial.

Finalmente, está en juego nuestro diálogo con el mundo. Está en cuestión cuál es la imagen de Dios que damos al mundo y de la cual damos testimonio por nuestro modo de ser, por el lenguaje de nuestras celebraciones y por la forma que toma nuestra pastoral. Ese ponto es el que más nos debe preocupar y exigir nuestra atención. En la Biblia, para el Pueblo de Israel, "volver al primer amor", significaba retomar la mística y la espiritualidad del Éxodo.

Para nuestras Iglesias de América Latina, "volver al primer amor" es retomar la mística del Reino de Dios en la caminada junto a los pobres y al servicio de su liberación. En nuestras diócesis, las pastorales sociales no pueden ser meros apéndices de la organización eclesial o expresiones menores de nuestro cuidado pastoral. Al contrario, es lo que nos constituye como Iglesia, asamblea reunida por el Espíritu para dar testimonio de que el Reino está viniendo y que de hecho oramos y deseamos: ¡venga tu Reino!

Esta hora es, sin duda, sobre todo para nosotros, los obispos, con urgencia, la hora de la acción. El Papa Francisco, al dirigirse a los jóvenes en la Jornada Mundial y al darles apoyo en sus movilizaciones, así se expresó: "Quiero que la Iglesia salga a la calle". Eso es un eco de la entusiasta palabra del apóstol Pablo a los Romanos; "Es hora de despertar, es hora de vestir las armas de la luz" (13,11). Sea esa nuestra mística y nuestro más profundo amor.

Abrazos, con fraterna amistad.

Dom José Maria Pires, arzobispo emérito de Paraíba

Dom Tomás Balduino, obispo emérito de Goiás

Dom Pedro Casaldáliga, obispo emérito de São Félix do Araguaia